Casualidad o responsabilidad. Lo cierto es que esta localidad de Montaña Alavesa es la única de Euskadi que no ha registrado casos de coronavirus. Eso no quiere decir que mañana no pueda aparecer el primero, pero no será porque los vecinos, con su alcalde a la cabeza, no hayan puesto todas las medidas posibles para evitarlo.

Podría suceder que los vecinos se hubieran refugiado en sus casas. Pero no es así. Lagrán sigue manteniendo su ritmo de vida, propio de estos pueblos en los que se espera la llegada del camión de la fruta, del pescado o la carne y la gente sale para realizar esas compras, tirar la basura o dar paseos, aprovechando especialmente los caminos de la parcelaria que conducen a la falda de Sierra Cantabria. Evitan arremolinarse o dejarse la mascarilla en casa o no tenerla a mano, porque ya se ocupa el Ayuntamiento de que a nadie le falte.

Ayer, Aitor, un albañil de otra localidad, se afanaba en realizar unas tareas con paleta y yeso en el exterior de una casa particular. Trabajaba solo y con esmero y contaba que "me siento seguro aquí. Lagrán es un pueblo limpio de coronavirus y eso permite el lujo de estar más tranquilo mientras trabajas". Seguramente esa paz es parte de la solución del problema, porque "se ve a pocas personas por la calle y lo mismo ese es el motivo de que el pueblo haya librado".

Unas calles más abajo tres señoras hablan muy separadas entre sí, con mascarillas, sin dar voces, como si se hubieran acostumbrado a charlar en un tono normal a pesar de las dificultades que pone la mascarilla y la distancia. Cerca de ellas, por la carretera, baja un vecino camino de los contenedores de basura y se saludan sin acercarse.

"La gente toma muchas precauciones. Mi mujer y yo tenemos aquí a la hija, al yerno y a los nietos y justo nos saludamos y nada más. Y así hace la mayor parte de la gente", relata José Ignacio tras dejar la bolsa en el contenedor que está en la calle que da acceso al centro de La Traviesa.

Cuenta que hay dos bares. Uno está cerrado y al otro "bajamos un par de veces al principio de llegar -ya que se acaba de jubilar en Vitoria y ha vuelto a su pueblo- y después decidimos no bajar hasta que esto pase". Sin embargo, sí que "vamos al monte, paseamos por los caminos, pero la verdad es que lo hacemos guardando mucho las distancias". Reconoce que no se aburre, ni se le hace largo el día "porque es muy ameno esto de vivir en Lagrán".

Pocos vecinos más se ven. La parroquia tiene echada la verja con un candado, el consultorio médico está cerrado y las instalaciones de La Traviesa, el centro de interpretación del GR-39 del Vino y el Pescado, está cerrado desde que lo tuvo que dejar el anterior adjudicatario y en el Ayuntamiento pensaron que éste no era el momento de adjudicar un negocio al que con el confinamiento no iba a llegar nadie.

Lo que sí estaba abierto es el Ayuntamiento, como no podía ser menos. Su alcalde, José María Martínez, no oculta el temor que le produce ser el único pueblo sin casos de la covid, pero también reconoce que desde el principio supo reaccionar. "Lo que hicimos antes de Semana Santa fue comprar mascarillas FPP2 en las farmacias, a pesar de que había muy pocas. Había que hacerlo por partidas, de 30, 40... Y así pudimos entregar a las personas más mayores. ¿Qué solo teníamos 50 mascarillas?, ¡pues a los 50 que tuvieran más edad! Y así fuimos cubriendo hasta completar todo el pueblo mayor de 10 años".

En Lagrán hay empadronadas 173 personas, pero en verano o muchos fines de semana se juntan más de 300. "En verano te puedes encontrar en el frontón completamente lleno", pero en este tiempo y con esta situación "la gente sale a la calle cuando tiene una necesidad y poco más". Confirma que con el comienzo de la pandemia muchos regresaron al pueblo "pero no se les ve y cuando preguntas si están te dicen que sí y a veces los ves pasar por la carretera cuando van a caminar o por los caminos del monte, que está más resguardado. Ves a la gente que va sin mascarilla cuando van solos, pero si se cruzan con alguien inmediatamente se la ponen y pocos se paran para charlar".

Cuenta que el bar de abajo está abierto, pero el de La Traviesa "está cerrado porque en marzo, el adjudicatario lo tuvo que dejar porque estaba enfermo y no hemos iniciado la licitación. Lo haremos -asegura- cuando todo esto haya pasado, porque si lo sacas ahora a subasta perjudicamos al de abajo y después a los dos, porque no hay gente para tanto en estos momentos. Lo mejor es que esté abierto uno y que esa familia pueda mantenerse de su trabajo".

En cuanto al consultorio médico "estamos sin doctor desde la semana pasada, ya que el médico se ha jubilado, pero esta semana me aseguraron que lo iban a completar enseguida". De todas formas, desde el Ayuntamiento se han encargado de la desinfección, tanto del consultorio como de la casa consistorial. "También hemos desinfectado la parada del bus y el parque de juegos de los críos" que permanece impoluto, pero sin niños.

Al Ayuntamiento la gente acude si tiene que ir, pero antes llaman por teléfono, "Si así solucionan sus temas, mejor. Se evitan el paseo y arreglan lo que necesitan". Gracias a todo eso han llegado a este momento sin casos. Otra cosa es lo que pueda pasar a partir de ahora: "Miedo no he tenido hasta ahora, pero comienzo a tenerlo", confiesa José María Martínez. "Hay tantos casos por tantas partes, que da un poco de miedo. Confiamos en salvar en Semana Santa, pero raro será que no venga alguien y aparezca el problema". Por eso existe un cierto temor cuando aparece gente por el pueblo o vienen los hijos a ver as sus mayores

Confiesa que, a pesar de no haber ningún caso, al principio de los confinamientos se organizó un grupo de vecinos para poder atender necesidades de compra u otros servicios que necesitaran personas mayores o que no querían salir de sus casas. "Quien lo necesitaba nos pasaba la lista de la compra y avisábamos a la Cruz Roja de Campezo, que subía la comida. Después ya no hizo falta, porque la gente se arregló con los hijos o con otros familiares".

173

Son las personas que están empadronadas en Lagrán. Ese número acostumbraba a crecer en verano y fines de semana.