- Viajamos, nos movemos. A trabajar, a cuidar a nuestros seres queridos, por ocio. Consumimos. Y las mercancías que compramos se mueven por tierra, mar y aire, gracias a los combustibles fósiles. Cuando hablamos del transporte, estamos hablando de nosotros mismos, nuestra actividad, todos los movimientos que generamos. Nuestros hábitos. Y el transporte es, a día de hoy, la gran asignatura pendiente de la lucha contra el cambio climático en Euskadi: 6,4 millones de toneladas vertidas cada año a la atmósfera, el 96% desde los tubos de escape. Mientras que la industria vasca ha reducido sus emisiones en un 38% en los últimos quince años; en ese mismo periodo de tiempo, las emisiones a la atmósfera causadas por el transporte han crecido un 15%.

El efecto es mucho mayor si echamos la mirada atrás hasta 1990. El transporte significaba entonces el 13,45% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero en Euskadi y hoy en día supone el 34%, más que la industria (29%), siendo la principal fuente de emisión. En 30 años han aumentado un 127% las emisiones por transporte a la atmósfera, más del doble, mientras que las de la industria se han reducido en un 53%.

Hay que tocar hueso, porque la corteza ya no vale. El transporte público está haciendo un esfuerzo enorme en incorporar vehículos de propulsión eléctrica o de hidrógeno y los trenes también son uno de los medios menos contaminantes. Pero el meollo de la cuestión está en el transporte privado y de mercancías. Las emisiones del transporte suponen en Euskadi el 34% del total de nuestros vertidos a la atmósfera.

Los vascos emitimos 18,9 millones de toneladas a la atmósfera cada año y absorbemos solos dos. Es decir, nuestro granito de arena al deterioro climático son 17 millones de toneladas de gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera cada año. Eso representa el 0,5% de todo Europa, que a su vez emite el 10% de todos los gases de efecto invernadero del mundo. Parece testimonial.

Tampoco somos de los que más podríamos sufrir las consecuencias del cambio climático. Para eso están los países pobres, los que peor parados salen siempre. Pero las consecuencias se sufrirán a nivel global, y aquí también lo pagaremos caro.

No habrá ninguna ola que nos trague, ni un sol que nos abrase. Pero sí está demostrado, dicen los expertos, que el cambio climático lastrará nuestra economía y salud. Ya lo está haciendo, aunque no lo visibilicemos. Los expertos creen que no nos podemos permitir dejar aumentar la temperatura media del planeta más de 2 grados a final de año respecto al periodo preindustrial. Hablan de un punto de no retorno a partir del cual de nada valdrá lo que hagamos. Todavía no hemos llegado a él, por lo que estaríamos a tiempo de pararlo. Europa parece dispuesta a pisar el acelerador para frenar este efecto. Y Euskadi ya reconoce que tendrá que dar "un paso más" en su ya ambiciosa estrategia.

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, al Gobierno de EEUU, también supone un impulso importante a nivel global, ya que es uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. Quizá no sea como en las películas del oeste, cuando en un momento crítico aparece el séptimo de caballería y salva al protagonista ahuyentando a los indios. Sin embargo, el cambio político supone un paso crucial en la lucha global contra el cambio climático.

También contribuye a ello el hecho de que estén empujando un poco más otros actores importantes: China (principal emisor de gases de efecto invernadero a día de hoy), Japón, Reino Unido o Corea. Se abre, por tanto, un nuevo y esperanzador escenario justo cuando se cumplen cinco años desde que se alcanzó un acuerdo histórico en París (entró en vigor casi un año después, el 4 de noviembre de 2016) para combatir el cambio climático.

Y eso ha permitido a Europa reforzar su compromiso y pisar el acelerador, aprobando, por unanimidad de sus 27 estados miembro, elevar del 40% al 55% la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030. Es decir, el objetivo pasa a ser ahora emitir en estos diez años que quedan hasta 2030 el 55% menos de lo que lo hacíamos en 1990, el año de referencia. Desde entonces, Euskadi ha reducido sus emisiones tan solo un 9%, aunque a partir de 2005 inició una andadura y diseñó un plan que está dando resultados.

El nuevo compromiso europeo llevará a Euskadi a reajustar sus medidas contra el cambio climático, que son reconocidas internacionalmente como unas de las más ambiciosas del mundo. El objetivo fijado hasta ahora era, por un lado, alcanzar un 20% de energía renovable para 2024 y ya estamos en el 14%; y por otro lado, reducir las emisiones un 30% en relación a 2005 para 2024. Y ya estamos en un 26%.