El 15 de diciembre de 2012, Iñigo Urkullu Renteria tomó por primera vez en sus manos la makila, después de jurar como lehendakari bajo el árbol de Gernika. Se cerraba la breve y tormentosa etapa del socialista Patxi López con el apoyo del PP.

Por entonces, todavía se padecían los efectos de la gran crisis que se inició en 2008 y que seguiría dejándose sentir hasta prácticamente el final de la década. A Urkullu le tocó afrontar esos tiempos tormentosos con un gobierno en minoría y poca disposición por parte del resto de los partidos a llegar a acuerdos.

Con paciencia, con perseverancia, con un realismo alejado de las fórmulas populistas cada vez más en boga, sin concesiones a la galería, el político de Alonsotegi lideró el camino de la recuperación.

Los números de empleo y crecimiento económico se dieron la vuelta. Muchas de las personas que habían tenido que recurrir al ejemplar escudo social vasco volvieron al mercado laboral. 

Por el camino, se aprendieron valiosas lecciones. El tejido empresarial del país se diversificó. Sin perder peso industrial, se fomentaron otros sectores, como el turismo sostenible, que hoy están totalmente arraigados. La innovación y la internacionalización tomaron también carta de naturaleza.

Todo eso sirvió, y mucho, para cuando se hubo de afrontar la siguiente crisis, que ya no solo fue económica, sino que afectó a la sociedad hasta el tuétano. La pandemia de covid estalló en marzo de 2020 y se llevó por delante la vida de miles de nuestros conciudadanos -¿quién no tiene uno o varios casos en su entorno inmediato?- y puso patas arriba el tipo de existencia que habíamos tenido hasta entonces.

Recién salidos de aquella pesadilla, la invasión rusa de Ucrania, además de provocar una crisis humana intolerable, afectó a nuestros bolsillos (sigue haciéndolo) con incrementos de precios como no se habían visto. De nuevo, los sucesivos paquetes de medidas de choque -en coordinación con las promovidas por el Gobierno español con el apoyo de los representantes vascos- aliviaron el impacto. Los indicadores muestran que Euskadi, con Iñigo Urkullu al volante, también ha superado ese envite. Es parte de su inmenso legado.

ALGUNOS HITOS DE SUS TRES LEGISLATURAS


Paro: menos de la mitad. La CAV cerró 2014, el peor año de la crisis que venía de 2008, con un 16% de desempleo. La cifra del INE a finales de 2023 es del 6,8%.


121 leyes. Desde 2012 a 2024, el Parlamento Vasco ha dado luz verde a 121 leyes, una por cada mes hábil. El 85 por ciento de ellas ha tenido el apoyo de una o más formaciones de la oposición.


Autogobierno. En las tres legislaturas del lehendakari Urkullu, se han materializado 14 competencias pendientes, entre ellas, alguna de tanto calado como la gestión de las prisiones vascas.


Euskera. En los últimos 12 años, el número de euskaldunes en los tres territorios ha pasado de 749.182 a 897.898. El incremento ronda el 20%..


Escudo social. En 2013 la inversión en protección social en la CAV ascendía a 7.936 euros per cápita. En 2023, la cifra fue de 10.193, 400 euros por encima de la media de la UE.


Salto en el PIB. Las cifras cantan. En 2013, el PIB de Euskadi era de 64.923 millones de dólares. Hoy es de 90.925. Un incremento del 90%.


Desarrollo Humano. El último IDH (Índice de Desarrollo Humano) de Naciones Unidas sitúa a Euskadi en el puesto número 18 del planeta, diez puntos por encima de España, e inmediatamente por delante de Canadá.