El gran vuelco se fraguó en las grandes ciudades, sobre todo de Andalucía, y se extendió por las comunidades para lanzar un serio aviso a Pedro Sánchez y, en general, a la izquierda. A escaso medio año de las elecciones generales, el PP se hizo ayer con gran parte del poder territorial, bien sea porque se votó en clave estatal o porque le surtió efecto la campaña de centralizar sus esfuerzos en sacudir al Ejecutivo de coalición y a sus aliados en las Cortes. Al margen del huracán Ayuso en el feudo madrileño, que se daba por hecho, el PSOE entregó comunidades trascendentales como la Comunidad Valenciana, Extremadura y Aragón, y resistió como pudo en Castilla-La Mancha, probablemente gracias al liderazgo de su barón. El partido de Alberto Núñez Feijóo conquistó asimismo bastiones de raigambre como Sevilla, la antogua joya de la corona del socialismo, Valencia, Palma de Mallorca y Valladolid. Que los populares necesiten a Vox para alcanzar el bastón de mando en la mayoría de lugares no deja de ser pecata minuta, en tanto que no le dolerán prendas en ir de la mano por mucho que la ultraderecha le plantee exigencias.

La ecuación deja otra víctima, que es Podemos y el nuevo proyecto de Yolanda Díaz, en tanto que la vicepresidenta segunda respaldó a marcas como Compromís o a la propia Ada Colau que naufragaron por todos los costados. Para colmo, los insuficientes resultados de los morados condujeron a la derrota a orillas del Turia, donde Carlos Mazón y María José Catalá se harán con la presidencia de la Generalitat y la alcaldía de la capital, capitulando la era Puig y del Botànic. Y en Barcelona, la regidora no pudo cantar los de no hay tres sin dos, y cedió sin posibilidad de que nadie esta vez le sostenga.

Tampoco el socialista Javier Lambán podrá retener Aragón, que tendrá como máximo dirigente al popular Jorge Azcón, al igual que su compañero de formación Gonzalo Capellán en La Rioja y José Ballesta en la región de Murcia. Qué decir del ínclito Guillermo Fernández-Vara en Extremadura, superado por la suma de PP y Vox. Quien también pasó, definitivamente, por el trance de la despedida es Miguel Ángel Revilla en Cantabria, que gobernará Maria José Sáenz de Buruaga (PP) con el apoyo de Vox. El PSOE se tuvo que conformar con el triunfo por la mínima de Emiliano García Page en Castilla-La Mancha; además de con la victoria en Canarias, pese a retroceder, y merced a que mantiene su cuota Coalición Canaria. Y es que ni Francina Armengol pudo seguir en pie en Baleares ante el ciclón de la derecha. Esta especie de tsunami azul se vislumbró como en ningún otro sitio en las capitales andaluzas, incluida Cádiz, lo que muestra que la mayoría absoluta de Juanma Moreno no fue casualidad.

Resta por comprobar la reacción de Sánchez ante esta catástrofe de la que no le ha salvado ni los anuncios de avances sociales, quedando constatado que la nacionalización del debate ha sido una estrategia fracasada. El reloj avanza hacia el gran asalto del PP en diciembre: La Moncloa.

EL APUNTE


Zamora, la isla de IU. Izquierda Unida mantendrá en Zamora su única alcaldía en una capital de provincia, aunque en su tercer mandato, el máximo responsable municipal zamorano, Francisco Guarido, ya no tendrá la mayoría absoluta pero puede reeditar el pacto de hace ocho años con el PSOE. IU logra diez ediles, aunque se deja cuatro respecto a 2019, mientras que el PP pasa de seis a ocho, el PSOE mantiene tres y entran con dos ediles tanto Zamora Sí, fundado por exdirigentes de C’s, como Vox.