Los testimonios sobre las vulneraciones de derechos humanos padecidas en el contexto de la violencia de motivación política abarcan décadas diferentes pero todos coinciden en dos puntos fundamentales: la necesidad de que lo sucedido salga a la luz y que no suceda nunca más. Ello da buena cuenta del ostracismo sufrido durante años, una situación que empieza a revertir y que se situará en un primer plano con la entrega, hoy en el Palacio Euskalduna, de los dictámenes sobre el reconocimiento a 35 de estas víctimas de abusos.

"Llega un poco tarde pero nunca es demasiado tarde porque queremos que se sepa lo que ha pasado, que la historia no se olvide y, sobre todo, que no se vuelva a repetir", resume Maider Agirre, hija de Felipe Agirre, que en 1968 marchó al exilio en Iparralde -donde permaneció nueve años- tras ser detenido y torturado y ante la expectativa de afrontar una condena injusta de cárcel.

En conversación con este medio, Maider denuncia "la impunidad que ha tenido la Policía durante 40 años de franquismo", periodo oscuro donde ha habido casos de "asesinatos, violaciones y torturas" de forma indiscriminada, "al margen del pensamiento político" de las víctimas detenidas. La familia acompañará hoy a Felipe, de 84 años y que ha ejercido como dantzari durante prácticamente toda su vida, y a su mujer Gixane Murueta en el Euskalduna para participar en el acto.

Su hija menor destaca la importancia de trasladar este relato a las generaciones más jóvenes, ya que "el que no lo ha sufrido en casa no sabe lo que ha pasado. Cuando cuento la historia me escuchan atentamente y se quedan boquiabiertos porque es muy dura: por qué mi aita estaba refugiado y por qué yo nací en Baiona". "Que lo que ha pasado mucha gente no se quede en el olvido, sobre todo el sufrimiento que ha habido", concluye Maider como último deseo, poniendo así voz a un grito colectivo que hoy será un clamor.

Luis Fermín Orueta, natural de Eibar pero que reside y trabaja en Bizkaia desde hace muchos años, prefiere "no entrar en detalles concretos" sobre el trato recibido en las diversas ocasiones en que fue detenido en la primera mitad de los años 70. "Porque pueden oscurecer lo esencial, que es que no quiero transmitir una idea maniquea de buenos y malos -explica-. No creo que haya buenos y malos, sino que cada ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, dependiendo de las coyunturas en que se produzca y de multitud de factores".

Eso sí, asegura tajante que en esa época la tortura era una práctica "totalmente sistemática y habitual". Por ello, afirma que "todo el mundo sabíamos cuando entrábamos en comisaría qué es lo que nos esperaba, y nuestro máximo anhelo durante aquellas estancias era pasar lo más rápido que se pudiera a la cárcel". Sobre la actitud de los policías, asegura que "mantenían una coartada". "Ellos siempre formulaban que eran funcionarios del Estado, estaban en la defensa del Estado y les daba lo mismo que gobernaran unos o que lo hicieran otros. Tenían una misión específica y es a lo que se dedicaban", prosigue.

Preguntado por la convocatoria de hoy, Orueta aclara que "no siento que me deban nada". Según él, "más que a un homenaje quiero creer que vamos a asistir a parte de un gran acto simbólico por el cual nos conjuramos a no permitir que nunca jamás vuelvan a instaurarse tiempos tan tenebrosos como los de entonces". Detalla que lo que le ha llevado a participar en este proceso es "la percepción de que para sectores muy amplios, sobre todo los jóvenes que no vivieron aquella época, significantes como dictadura o derechos humanos han quedado como constructos teóricos y conceptos vacíos de contenido". Por este motivo, "me parece importante rellenarlos de contenido, denunciar que detrás de la vulneración de los derechos humanos no hay más que brutalidad, deshumanización y, en suma, la barbarie".

"Por eso me parecen tan importantes todas las iniciativas que se están desarrollando últimamente, no solo a escala del País Vasco", prosigue en referencia a la Ley de Memoria Histórica y otras propuestas "encaminadas sobre todo a no olvidar, algo que me parece absolutamente crucial". Recuerda por último cómo se puso en contacto con el Gobierno vasco tras "leer en la prensa que estaban potenciando una especie de listado" de víctimas, su comparecencia ante los expertos de la Comisión de Valoración en septiembre de 2020 y lo complicado y extenso de un proceso que ha tenido que sortear "mil recursos de la derecha".

El caso de Mikel Zabalza, que se produjo en 1985, es uno de los más impactantes y descarnados de los primeros tiempos de la democracia. Fue detenido y torturado hasta la muerte, pero por comisaría también pasaron Ion Arretxe, Manuel Vizcay e Idoia Aierbe. Esta última falleció en 2018 y su hermana Ana coincide con los demás testimonios: "queremos que se sepa que hubo torturas y todo lo que pasaron en Intxaurrondo porque lo han querido ocultar durante muchos años", afirma.

Si bien Zabalza aún no ha recibido un dictamen favorable como víctima dentro de la ley que busca reparar los abusos policiales sufridos entre 1978 y 1999 -falta por recibir toda la información solicitada a distintas instancias-, la inclusión de los otros tres nombres -solo Vizcay, primo de Zabalza, permanece con vida- supone un primer reconocimiento indirecto. Ana Aierbe recuerda el abandono sufrido durante años hasta llegar a este punto. "Hay víctimas del terrorismo pero también del otro lado. Como Idoia ha habido tantos y tantos, y se tiene que saber toda la verdad", asevera.

"Que la gente conozca el sufrimiento que ha habido y la impunidad en 40 años de franquismo"

Hija de Felipe Agirre, detenido y torturado en 1968 que se exilió en Baiona

"La tortura era sistémica, cuando entrábamos en comisaría sabíamos lo que nos esperaba"

Detenido y torturado en varias ocasiones entre 1973 y 1976 por su militancia política

"Queremos que se sepa lo que pasaron tantos como ella, han querido ocultarlo durante años"

Hermana de la pareja de Mikel Zabalza, Idoia, detenida y torturada en 1985