las fechas invitan a escribir sobre los desafíos del nuevo año. Este 2020, además, trae sabor a oportunidad y a comienzo de nueva etapa. Estrenamos legislatura en los tres ámbitos principales de ejercicio de nuestra soberanía compleja y múltiple. En Europa comienza a operar un nuevo Parlamento, una nueva Comisión y un nuevo presidente del Consejo. Una vez tragado el amargo sapo del Brexit toca mirar hacia el futuro. En España los Reyes nos traerán, quién sabe si por buenos o por malos, un muy incierto nuevo gobierno abierto a lo mejor y a lo peor, que seguramente nos dará un poco de lo primero y otro poco de lo segundo. En Euskadi celebramos elecciones al Parlamento y tendremos nuevo gobierno. Estas tres circunstancias unidas nos permiten ampliar un poco el gran angular temporal y mirar al menos a toda la legislatura, con una visión no de un año, sino de cuatro.

Añadamos a todo esto el efecto de nueva era que da entrar en los años 20s y tendremos un gran oportunidad para pensar ya no en uno, ni en cuatro, sino en diez años. Nuestro sistema político y el montaje mediático y social aledaño dificulta la reflexión a medio o largo plazo, haciendo primar siempre el corto, los resultados del ejercicio anual o la polémica que se nos presenta como histórica pero que será sustituida en dos o tres semanas por la siguiente no menos histórica. Pero me temo que algunos de los más importantes desafíos que nuestra sociedad afronta no pueden entenderse y desde luego no pueden abordarse sometidos a la servidumbre del corto plazo.

Aprovechemos pues esta ocasión para reflexionar sobre algunos de nuestros retos como país con visión a diez años. No les voy a proponer aquí un listado que inevitablemente, por razones de espacio, sería limitado y simplista, sólo apunto algunas ideas.

El primer desafío que afrontamos es el reto demográfico: esas insostenibles cifras de natalidad que ensombrecen nuestras perspectivas económicas y nuestro futuro político, social y cultural. Debemos ser capaces de ver este problema con nuevos y desprejuiciados ojos, con mentalidad y propuestas de futuro en igualdad. Por otro lado, la integración de quienes vienen por el doble efecto de la situación de sus países y las necesidades del nuestro, genera dificultades objetivas enormes, económicas, laborales y culturales, al tiempo que un cambio social rápido que nos va a costar mucho digerir.

Vivimos en un país de gran tradición de emprendimiento que decimos apreciar al tiempo que paradójicamente ponemos todos los medios para que la apuesta más prudente y sensata de nuestros jóvenes sea el horizonte de opositor por dos o tres años y de funcionario por cuarenta.

Los retos medioambientales son al tiempo problema y oportunidad, necesidad y virtud. Debemos avanzar en una política de innovación y conocimiento que se mida más allá del presupuesto dedicado a I+D, que se mida por la capacidad de absorber con calidad, eficiencia y resultados esos recursos para regenerarlos y transformalos en conocimiento y en oportunidades. La internacionalización no es ya un reto solamente económico, sino el espacio en que se juega nuestro futuro a todos los niveles.

Puede usted sumar más desafíos, pero no creo que pueda quitar ninguno de las propuestos. Y por cierto? urte berri on!