l equipo legal de Trump ha perdido 29 de los 30 casos presentados por fraude electoral y el secretario de estado de Georgia Brad Raffensperger certificó el viernes que la victoria electoral correspondía a Biden. El resto de los estados en los cuales Trump ha iniciado recursos pronto certificarán sus resultados. El camino legal está muerto para Trump y esto es muy peligroso, ya que la única salida que le queda es presionar políticamente para invalidar el resultado de las elecciones, algo que se asemeja mucho a un intento de golpe de estado.

Tucídides escribió hace más de 2.400 años que, en una democracia, alguien que no ha sido elegido puede consolarse con la idea de que las elecciones no han sido justas. En vista de la aplastante derrota legal del equipo de Trump, Rudy Guliani orquestó una conferencia de prensa el pasado jueves y denunció olímpicamente que la empresa Dominion Voting Systems utiliza “un software creado en Venezuela bajo la dirección de Hugo Chávez” para manipular los resultados. Guliani no se quedó corto y dijo de todo: “No podemos permitir que estos delincuentes, porque eso es lo que son, le roben una elección al pueblo estadounidense. Eligieron a Donald Trump; no eligieron a Joe Biden. Joe Biden lidera la carrera electoral debido a los votos fraudulentos e ilegales”. Es imposible que no supiera que estaba mintiendo. Y este neosofista no sólo goteaba mentiras, tuvo que ser la conciencia la que provocó que se le corriera perezosamente el tinte de pelo hasta la boca: un cuadro patético.

Mitt Romney, senador republicano por Utah, ha declarado que lo que está ocurriendo es muy grave, una vuelta de tuerca de las maquinaciones de Trump. Dado que no hay evidencias para mantener un caso mínimamente plausible de fraude o conspiración ante los tribunales de justicia, el presidente pretende ahora purgar algunos puestos clave de la administración y presionar a los funcionarios estatales y locales para que se nieguen a certificar los resultados electorales y reclamen su anulación. Una de las primeras víctimas de la política de purgas ha sido Christopher Krebs, director de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad, que ha sido despedido por Twitter después de anunciar que las elecciones habían sido las más seguras de la historia del país.

Desafiando la legitimidad electoral y la naturaleza del voto, Trump está conspirando para evitar que algunos estados clave certifiquen sus resultados y para que coloquen electores pro Trump nombrados digitus Dei. Trump, actuando como presidente, llamó a un miembro republicano de la junta de electores del condado de Wayne, el más poblado del estado de Michigan, y a los líderes del Senado y la Cámara de Representantes de dicho estado, ambas controladas por el Partido Republicano (PR), para evitar que el próximo lunes 23 la junta electoral certifique los resultados que le darán la victoria a Biden. Si dicha junta no certifica los resultados y, por tanto, no nombra a los electores, el legislativo -que en este caso está controlado por el PR- tiene potestad para elegir a los diez electores. Es muy difícil que esta estrategia legal pero sucia funcione dado que, 1) la ley del estado establece que la junta debe respetar la voluntad del voto popular, 2) si la junta no certifica los resultados, el Partido Demócrata (PD) puede presentar un pleito que probablemente ganaría, 3) la gobernadora Gretchen Whitmer, demócrata, puede desintegrar la junta y designar nuevos miembros sin la aprobación del legislativo y, 4) aún en el caso de que se nombrara a diez electores pro-Trump, esto no le brinda la victoria, ya que necesita 74 electores para alcanzar a Biden.

Trump está intentando lo mismo en Georgia y Pensilvania donde el PR tiene el control de las cámaras legislativas, pero desde la oficina del secretario de estado de Georgia se ha anunciado “que hay cero posibilidades” de que el secretario reciba una llamada telefónica del presidente o de sus asesores tendente a adulterar el sistema electoral. A pesar de ello, desde la Casa Blanca se está presionando al gobernador republicano Brian Kemp para que no sancione oficialmente el recuento de votos que se ha hecho a mano y que ha revalidado la victoria electoral de Biden. Pero la presión de Trump algo ha logrado: sólo 16 miembros republicanos del congreso han reconocido públicamente la victoria de Biden.

A pesar de todo, Pensilvania y Michigan certificarán los resultados el lunes 23 y Nevada le dará una segunda y definitiva coz al elefante el martes 24. Bob Bauer, asesor legal de Biden, que está procurando hacer valer la ley, ha afirmado que Trump está jugando esa baza porque está desesperado y no tiene más opciones. No lo creo. Tanto Trump como Guliani son perfectamente conscientes de que su línea de acción es un callejón sin salida, por lo que esta deriva de la derrota al fracaso no se produce porque busquen ganar las elecciones. La razón debe de ser otra, un cóctel que tiene algo de venganza e ineptitud y muchísimo de estafa, ya que son cientos de millones de dólares los que se pueden utilizar o malversar en estas maquinaciones legales y políticas a la cabeza de las cuales el presidente ha colocado a su amigo Rudy. El objetivo es sembrar la confusión y la duda y mantener a perpetuidad un circo mediático que alimente su peso específico dentro del PR y garantice su fuente de ingresos. De hecho, Trump sigue solicitando dinero para sus actividades jurídicas pero el 60% de ese dinero va a parar al comité de acción política denominado Safe America que él mismo dirige.

En cualquier caso, independientemente de lo que haya en esa cabeza naranja, la principal consecuencia es la deslegitimación y putrefacción del sistema político, una subversión sin precedentes de una democracia que no se puede permitir mayores deterioros en un momento en el que la legitimación de la labor política, gubernativa y administrativa es más urgente que nunca. Que el pueblo tema a su presidente y no a la inversa supone un grave peligro.

Todo esto no había ocurrido antes en la historia de la república y mucho menos de mano de un presidente en funciones. Trump, que logró convertir la Casa Blanca en el mayor foco de infección de covid-19 de la república, ahora la trasforma en la sede de una conspiración para derribar dos de los más elementales pilares de la democracia, el sistema electoral y la voluntad popular. Steny H. Hoyer, líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, ha declarado en Capitol Hill que las maniobras de Trump podrían ser consideradas alta traición ya que está socavando la esencia misma de la democracia, que es acudir a las urnas, votar y actuar de acuerdo con la decisión del voto popular. Christopher Krebs ha asegurado que la conferencia de prensa de Guliani “ha sido la hora y 45 minutos de televisión más peligrosa en la historia de los Estados Unidos”.

Mientras Donald juega a ser Donald, esta última semana se han confirmado 1,2 millones nuevos casos de covid en EEUU, uno de ellos su propio hijo, y han muerto más de 10.000 personas sin que haya hecho nada por evitarlo. Sin duda, Trump ha demostrado el adagio de que la democracia es el peor de los sistemas de gobierno aparte de todos los demás.