Transcurridos unos pocos días del aranque del curso y de la obligatoriedad de mascarillas en clase, el uso de estas protecciones durante un número excesivo de horas ha alertado al profesorado. "Hemos observado en diferentes alumnos y alumnas que las mascarillas están sucias, deterioradas o que tienen un sobre uso. Os pedimos que veléis para que las mascarillas cumplan con el número de horas y de verdad nos protejan, y protejan a los demás", reza, por ejemplo, la circular enviada por el Instituto de Sopela a los padres y madres de sus más de 300 alumnos.
"Aunque nos resulte desagradable, a partir de ahora, empezaremos a llamar la atención a aquellos alumnos en los que se observe un deterioro, suciedad o uso excesivo manifiesto de la mascarilla", añade la circular firmada por José Luis Ruiz, director del IES Sopela BHI. "Este escrito va en el sentido de recordar a las familias que las mascarillas no son eternas y que hay que renovarlas y lavarlas, según el tipo del que sean. Algunos profesores me han comentado que han visto que la apariencia exterior de algunas es muy deficiente y que se ven sucias y muy utilizadas, por lo que el nivel de protección no es el adecuado", señala.
Pero no es el único centro en percatarse del mal estado de las protecciones. De hecho, en las reuniones periódicas que mantienen por videoconferencia los directores, han detectado este problema en toda la zona de Getxo, Mungia y Uribe-Kosta. Además aseguran que es un problema general porque todos los chavales presentan una conducta similar. Por su parte, Educación aseguró ayer que no se ha elevado ninguna queja al Departamento por esta cuestión pero son conscientes de la preocupación. Asimismo fuentes de Educación, aseguraron que es el centro el que debe gestionar esta nueva realidad educativa y que cada dirección toma la decisión que considera, como la de realizar este llamamiento a la corresponsabilidad de las familias.
Para que sean efectivas, las mascarillas tienen un número de horas limitado. Si son higiénicas han de lavarse con la frecuencia indicada; si son quirúrgicas no deben utilizarse más de seis horas, o sea, una jornada de estudio. Y si son FPP2o o KN95, no más de 12 horas y luego han de desecharse y sustituirlas por una nueva.
"En el instituto, los chavales se están portando chapeau. En mi competencia, que es dentro del centro, comprobamos que la usa todo el mundo, que en general está bien puesta, pero también es importante que la mascarilla cumpla su función de que no salgan microgotitas al exterior y para eso es muy importante cumplir los tiempos de uso que marca el fabricante y los lavados. Espero que con la colaboración de todos podamos seguir manteniendo nuestro instituto como un centro seguro y libre de covid", aseguró ayer Ruiz a DEIA.
"Esto es un tema de corresponsabilidad ciudadana. Si todos cumplimos las normas estaremos en mejores condiciones sanitarias. Ese es el aspecto que quería recordar a las familias porque, de momento, no tenemos ningún caso y evitarlo está en manos de todos", recuerda José Luis Ruiz. "Hemos implementado todas las medidas de Educación. Todos los días se toma la temperatura, hay accesos por puertas diferenciadas, las puertas se abren 15 minutos antes de que empiecen las sesiones de estudio para que según vayan llegando, entren a las aulas, y se eviten esperas. El protocolo de seguridad e higiene se comunicó a las familias y están cumpliendo. Pero hay cosas que son difíciles de controlar como que la mascarilla que traen esté en buenas condiciones", explica.
Engordan el presupuesto doméstico. En esta llamada de atención, las direcciones de los centros educativos son conscientes de que la constante renovación de mascarillas supone "un gasto importante para las familias". "Pero si no cumplimos con estas recomendaciones de los expertos de salud, no estaremos protegidos ni protegeremos a los demás", avisan. Y es que estas protecciones obligatorias están engordando el presupuesto doméstico. De hecho, la OCU señala que para una familia tipo, de cuatro personas, cumplir la normativa supone un desembolso de casi 120 euros al mes. Un gasto que se multiplica, lógicamente, en función de los miembros de la familia.