La coalición conservadora liderada por Pedro Passos Coelho -primer ministro desde 2011- se quedó a un paso de la mayoría absoluta en 2015. Su Gobierno duró apenas diez días. El Partido Socialista (PS), castigado por las urnas y relegado a la oposición tras solicitar un rescate de 78.000 millones de euros, impulsó una moción de censura conjunta de la izquierda. La alianza que parecía imposible -autizada despectivamente como geringonça (chapuza)- entre el PS, el Partido Comunista (PCP) y el Bloque de Izquierda (BE) suma 122 de los 230 escaños del Parlamento luso. Y está a punto de concluir la legislatura más estable de las últimas décadas. Por primera vez en la historia democrática reciente de Portugal, el primer ministro pertenece a un partido que no ganó las elecciones. Y, según las encuestas, volverá a gobernar tras las legislativas de octubre.

Pragmatismo ¿Por qué Portugal es el único país europeo donde una alianza de izquierdas se ha traducido en un gobierno estable? Hay múltiples respuestas, pero los analistas coinciden en que, además del dramático escenario económico de 2015 -con un país del que la troika había salido apenas un año antes y asfixiado por la austeridad-, el pragmatismo y la responsabilidad de los líderes de la izquierda fueron determinantes.

Hijo de un dirigente comunista, el primer ministro, António Costa, tiene una amplia experiencia política y es un hábil negociador. Durante la crisis, se desmarcó de la vieja cúpula del PS -que se quemó con el rescate- y se alzó con el liderazgo del partido. Curtido en la Alcaldía de Lisboa (2007-2015), abrazó la “alternativa a la austeridad” en su carrera electoral. Jerónimo de Sousa, secretario general del PCP-el único partido comunista que aún se declara leninista-, se mostró como un político pragmático capaz de hacer ceder en algunos de sus principios para desbancar a la derecha. En el Bloque, integrado por corrientes de izquierdas que van desde el marxismo a los anticapitalistas, el liderazgo de mujeres jóvenes, como Catarina Martins, marcó la negociación.

Diferencias a un lado Conscientes del abismo que les separaba en temas fundamentales, como Europa o la OTAN, las fuerzas de izquierda aparcaron sus divergencias para sellar un programa común. “Dejaron de lado las diferencias insalvables para dar prioridad a lo que los unía, que era trabar a la derecha”, explica a Efe Boaventura de Sousa Santos, director emérito del centro de estudios sociales de la Universidad de Coimbra. En la agenda, aumento del salario mínimo, mejoras para los funcionarios, fin de las privatizaciones, subida de pensiones, medidas contra el desempleo y aumento de la inversión en salud y educación, entre otros.

En ningún momento, subraya Sousa Santos, se planteó la entrada del PCP o el Bloque en el Ejecutivo. La alianza se limitó a apoyo parlamentario a cambio de cumplimiento del pacto. Los socialistas lo han respetado, en términos generales, con episodios que pusieron a prueba la fórmula, como la reforma laboral aprobada con la derecha. “El Partido Socialista cedió en devolver rentas de una forma más rápida, con aumentos del salario mínimo y recuperación salarial de los funcionarios. Comunistas y BE cedieron en la disciplina presupuestaria y en la política europea”, resume el sociólogo António Costa Pinto, de la Universidad de Lisboa.

De la mano de la geringonça, Portugal ha remontado la crisis y afianza la estabilidad. Las cifras son contundentes. Crecimiento del 2,1% el pasado año, con un déficit del 0,5% del PIB y un desempleo que roza el 6%. Se actualizaron salarios y pensiones y se frenaron las privatizaciones.

La troika, que intervino con el dogma de la austeridad, terminó por hablar del “milagro” portugués. Un milagro que trasciende fronteras: el ministro de Finanzas, Mario Centeno, lidera el Eurogrupo, António Guterres es secretario general de la ONU, y António Vitorino presidente de la Organización Internacional para las Migraciones.

TAn cerca, tan lejos Mientras Portugal afronta las legislativas de octubre en un clima de estabilidad, España no logra alejar el fantasma de una nueva convocatoria electoral. ¿Por qué no es posible una geringonça a la española?, se preguntan en el país luso.

Para empezar, hay una “diferencia de coyuntura”, según Costa Pinto. “En Portugal, la unidad de izquierda respondió a la amenaza de la derecha y de continuación de la austeridad”. No es el actual escenario de España. Además, apunta, “la crisis del sistema de partidos en España fue más dramática que en Portugal” y el modelo partidario se fragmentó.

Los protagonistas son también diferentes. “Pablo Iglesias reivindica la presencia en el Gobierno, mientras la izquierda portuguesa ha decidido quedarse fuera”, destaca Sousa Santos. Pese a sus semejanzas ideológicas, las estrategias del BE y Podemos son muy distintas. Con un 10% de votos, “para crecer electoralmente, el Bloque fue moderando sus posiciones”, explica Costa Pinto.

amigos, pero no más Reforzado por el avance socialista en las municipales de 2017, el primer ministro portugués admitía el pasado año que las diferencias con sus aliados “difícilmente pueden ser ignoradas”. “Da para ser amigos, pero no para boda”, afirmaba Costa.

Ahora, a tres meses de las legislativas, las encuestas auguran un triunfo del PS, aunque no desvelan si logrará mayoría absoluta o tendrá que pactar de nuevo. Una de las últimas encuestas otorga al PS un 39% de votos, seguido del centroderechista PSD (28%). Comunistas y BE se quedarían con el 8% y 9%, respectivamente. Y un 27% del electorado apostaría por repetir la geringonça. Habrá que esperar a octubre para ver si los socialistas son capaces de recuperar su soltería o reeditan el concubinato con la izquierda.