Londres - El Gobierno de Dublín afronta la recta final del Brexit bajo presión para solucionar con la Unión Europea (UE) y Londres la cuestión de la salvaguarda fronteriza, clave para evitar una barrera dura entre las dos Irlandas y proteger el proceso de paz.
Esa garantía se ha convertido en el principal obstáculo para que el Parlamento británico acepte el plan de salida que la primera ministra del Reino Unido, la conservadora Theresa May, acordó con Bruselas el pasado diciembre, después de más de dos años de conversaciones. Durante ese proceso, los Veintisiete han respaldado sin fisuras la posición del Ejecutivo irlandés respecto a la salvaguarda, que la considera como una “póliza de seguro” indispensable para mantener abierta la frontera con la provincia británica de Irlanda del Norte tras este divorcio, que será oficial el próximo 29 de marzo.
Dublín y Bruselas han insistido en que la cláusula fronteriza (backstop en inglés) es “intocable” y que el acuerdo del Brexit no se puede renegociar, aunque se han mostrado dispuestos a ofrecer a May aclaraciones para ayudarla a superar el trámite parlamentario.
No obstante, el Gobierno irlandés ha comenzado a dar muestras de nerviosismo, después de que el portavoz de la Comisión Europea (CE), Margaritis Schinas, afirmó esta semana, por primera vez en público, que en un escenario de no acuerdo “habrá una frontera dura” en la isla de Irlanda.
Asimismo, el ministro de Asuntos Exteriores polaco, Jacek Czaputowicz, planteó este lunes la posibilidad de poner un límite de cinco años a la salvaguarda, como solución para romper el impasse en el proceso de ratificación británica. “Parece que hay conversaciones en marcha (en el Parlamento británico) para que retoquemos o reformemos o, incluso, que eliminemos el backstop. No estamos al comienzo de las negociaciones. No se trata de si necesitamos la salvaguarda o no”, subrayó ayer la secretaria de Estado irlandesa para Europa, Helen McEntee.
La dirigente irlandesa indicó que el acuerdo del Brexit, rechazado por los Comunes hace dos semanas, aborda “las líneas rojas” fijadas por el Ejecutivo de May, quien aspira a abandonar la UE desligándose del mercado único y la unión aduanera. “Esto dificulta el camino para evitar una frontera dura. Esas líneas rojas convierten a la salvaguarda en un instrumento absolutamente necesario. Pero parece que ahora la responsabilidad se ha trasladado a Irlanda, que debemos ceder, que nosotros somos los intransigentes”, lamentó McEntee.
Reticencias El backstop establece que, si no hubiera un acuerdo comercial al final del periodo de transición, en diciembre de 2020, todo el Reino Unido formaría una unión aduanera, pero Irlanda del Norte tendría un estatus especial más alineado con el mercado único europeo, a fin de proteger el proceso de paz y mantener la fluidez fronteriza. Sus detractores en Gran Bretaña (Inglaterra, Gales y Escocia) e Irlanda del Norte temen que la salvaguarda deje atado al país a las estructuras de la UE en contra de su voluntad, y creen que pone en riesgo su integridad territorial.
Dublín ha indicado que en sus planes de contingencia para afrontar una salida desordenada contempla establecer controles en los puertos y aeropuertos del país, pero ha advertido de que no levantará una infraestructura fronteriza con el norte de la isla.
El primer ministro irlandés, el democristiano, Leo Varadkar, participó esta semana en Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) con el objetivo de defender ante sus colegas internacionales la posición de su Gobierno y de reforzar la idea de que la responsabilidad para solucionar la cuestión de la salvaguarda recae sobre el Reino Unido.