La UE cerrará el año con las tensiones del ‘Brexit’ y las crisis en Italia y Alemania
La Unión afronta asuntos como la insumisión presupuestaria italiana y la sucesión en el CDU tras la retirada de Merkel
Bruselas - El año 2018 no será recordado como positivo. En 2017, después de un 2016 que había dejado tiritando al proyecto europeo, se lanzaron las campanas al vuelo por la victoria de Emmanuel Macron en Francia y por evitar que los euroescépticos asaltaran el poder en Países Bajos, Alemania y Austria. La realidad es que los números eran para seguir preocupados: aunque no habían ganado su avance era muy sólido.
El resultado es que en este curso una coalición populista y eurófoba ha llegado al poder a Italia dispuesta a poner en el centro a la Unión Europea. A Bruselas se le sigue atragantando la negociación del Brexit y a eso se le añade la inestabilidad del Gobierno alemán y otros problemas que se acumulan en la agenda.
Lo que queda por delante no será fácil. En primer lugar las negociaciones del Brexit prometen apurar hasta el último minuto el 2018. Hace semanas que las conversaciones se encuentran en una zona de alto riesgo, que puede llevar tanto a un eventual acuerdo como a un sonoro fracaso. Por eso los encargados a nivel técnico, Sabine Weyand (por el lado europeo) y Olly Robbins (por el lado británico) decidieron que las negociaciones entraran en lo que la alemana calificó como un “túnel”, para evitar filtraciones, presiones políticas y otros elementos que podían hacer descarrilar las conversaciones.
Precisamente de ese túnel salió un borrador de un posible acuerdo que por fin solucionara el problema con la frontera irlandesa y el backstop, u opción de emergencia, que ambas partes acordaron que estuviera presente en el Acuerdo de Salida (el Tratado que da base legal al acuerdo).
Pero, cuando llegó la hora de la política, Dominic Raab, ministro británico del Brexit, no consideró que el acuerdo al que habían llegado a un nivel técnico fuera aceptable. Hay que tener en cuenta que mientras Weyand y Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea, están totalmente coordinados, las diferencias entre Raab -nombrado para contentar a los euroescépticos del Partido Conservador británico- y Robbins, hombre de confianza de la primera ministra Theresa May, son manifiestas.
Todo esto ocurrió hace ya tiempo. En concreto el domingo 14 de octubre. En la cumbre del día 17 de ese mismo mes May recibió un poco más de tiempo para que el Reino Unido llegue a un acuerdo con la Comisión Europea, pero el tiempo apremia. Las negociaciones no han vuelto a ponerse en marcha desde entonces a la espera de que Londres apruebe su presupuesto.
Consejo Europeo Ahora las conversaciones tienen que retomarse a buen ritmo e intentar llegar a un compromiso común sobre el problema irlandés. Si eso se hace pronto los líderes de los Veintisiete convocarán un Consejo Europeo extraordinario para los días 17 y 18 de noviembre. Existe la posibilidad de que en caso de que no se haya registrado lo que Bruselas ha calificado de “progreso definitivo”, los jefes de Estado y de Gobierno se reúnan igualmente ese tercer fin de semana de noviembre para debatir sobre la preparación para un Brexit sin acuerdo.
Hay consenso en que si no se llega a un acuerdo para esos días la última oportunidad será el Consejo Europeo del 13 y 14 de diciembre. El problema es que la UE ha ido aplazando sus fechas límite y ahora algunos se preguntan si es creíble esta última. Lo cierto es que ya estamos en un territorio de alto riesgo: se prevé que el Parlamento británico, donde no hay ninguna garantía de que Theresa May vaya a poder aprobar su Acuerdo de Salida, necesite unos tres meses para aprobar el texto. Y la fecha del Brexit es el 29 de marzo de 2019. El calendario está más que apretado.
Consenso, según Raab El Gobierno británico vislumbra un acuerdo de ‘Brexit’ en el futuro inmediato y, según el ministro para la salida de la UE, Dominic Raab, podría estar listo el 21 de noviembre. En una misiva enviada el 24 de octubre al Parlamento, que fue difundida ayer, Raab dice que Londres y Bruselas han llegado a un consenso global sobre el plan de contingencia para la frontera irlandesa, lo que hasta ahora mantenía bloqueadas las negociaciones, y prevé cerrar un pacto en tres semanas.
No obstante, una portavoz de la primera ministra, Theresa May, dijo a Efe que ésta espera obtener un acuerdo con la UE sobre la futura relación bilateral “lo antes posible”, sin que se haya estipulado una fecha concreta.
Según Raab, aunque aún hay diferencias, Londres y Bruselas coinciden “en el principio” de que el plan de contingencia, que se aplicaría en ausencia de un acuerdo comercial bilateral, debe incluir una unión aduanera entre la UE y “todo el Reino Unido”, y no solo Irlanda del Norte.
El pulso entre Roma y Bruselas no ha hecho más que empezar. El Gobierno italiano presentó un borrador presupuestario en el que el déficit se iba al 2,4% en vez de quedarse en el 1,6% pactado con la Unión Europea. Eso, y el hecho de que Italia es una bomba de relojería con un ratio de deuda pública que supera el 130% del PIB, han hecho que la Comisión Europea tome la decisión la semana pasada de rechazar las cuentas transalpinas.
La tensión en Roma es palpable. Además, el Gobierno italiano mantiene una estrategia clara en los temas europeos y eso se mostró en la reacción del Ministro de Interior italiano, y líder de La Liga, Mateo Salvini, tras el colapso del viaducto en Génova: culpar a la UE. Así que no hay que descartar que el líder de La Liga busque en algún momento de los próximos dos meses nuevos choques con Bruselas, especialmente ahora ya que el debate económico suele beneficiar más a Di Maio que al líder derechista.
El Banco Central Europeo (BCE) previsiblemente pondrá fin a su programa de compras en el mes de diciembre. Mientras tanto la economía italiana frena su débil crecimiento y la Eurozona entra en un momento de crecimiento errático (0,2% en el tercer trimestre).
Las inestabilidades que pueda generar Roma durante los próximos meses pueden ser cruciales para la economía de la zona euro: demasiadas turbulencias en un contexto de una desaceleración económica y en el marco de una serie de enfrentamientos comerciales encabezados por Trump pueden ser la receta perfecta para una nueva tormenta para la Eurozona.
Por otro lado está la agenda de reforma del euro. Cada vez más descafeinada y con menos contenido, el paquete de medidas que pretendía fortalecer los andamios de la Eurozona ha acabado por ser una capa de pintura: hemos pasado de hablar de un ministro de Finanzas para la Eurozona, de un Fondo Monetario Europeo, de un mecanismo para una respuesta rápida para países en crisis y un Fondo de Garantía de Depósitos (EDIS) a volver a tener parches y medias soluciones encima de la mesa.
Esta misma semana Angela Merkel, canciller alemana, ha anunciado que no se presentará a la reelección como líder de la CDU, los democristianos que encabeza desde hace ya casi dos décadas. En diciembre la formación deberá elegir a un nuevo líder, y eso añade incertidumbre al escenario: es probable que el próximo líder de la CDU sea canciller alemán, así que toda Europa mira con atención el perfil que surja en diciembre como nuevo capitán de los democristianos.
Además la situación del actual Gobierno alemán es débil: la ‘gran coalición’ no deseada por los Socialdemócratas (SPD) de Andrea Nahles se resquebraja tras los últimos malos resultados de ambos socios de Gobierno (CDU y SPD) tanto en las elecciones de Baviera donde la CSU perdió la mayoría, como en los comicios de Hesse.
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