donostia - El último episodio saltó ayer. Un vigilante de seguridad del centro de menores Ibaiondo de Zumarraga denunció relaciones íntimas entre menores internos y personal educativo, una acusación que los propios trabajadores calificaron como “calumnia” y “tan dañina como fantasiosa”. Esta nueva denuncia se une, no obstante, a una larga lista de protestas en la historia del centro en la que figuran las constantes quejas de los empleados por la falta de seguridad y los problemas que se originan ante un aparente exceso de internados.

A través de un comunicado, los trabajadores, educadores y el resto de personal del centro calificaron ayer de manera conjunta como “difamación” y una “calumnia” la acusación vertida sobre ellos por un vigilante de seguridad de una empresa externa al centro.

El vigilante señaló una serie de irregularidades en Ibaiondo, como la existencia de relaciones íntimas entre los internos y el personal y el tráfico de estupefacientes.

Unos hechos que los propios trabajadores desmintieron catalogándolos como “tan dañinos como fantasiosos”. “Estas acusaciones son aberrantes y solo intentan hacer creer a la sociedad que en el centro ocurren actividades ilícitas”, indicaron en el texto.

Para los empleados, la denuncia del vigilante “ha provocado casi tanto estupor como rabia en la plantilla”, además de suponer “una desvalorización absolutamente fuera de la realidad en el grupo”.

Los trabajadores recordaron, asimismo, que su actividad “está constantemente supervisada por diferentes elementos públicos” entre los que se encuentran el Ararteko, el Defensor del Menor y los juzgados.

un centro en duda No es la primera vez que el centro de menores de Zumarraga está en el foco del huracán. El de Ibaiondo es el único centro de toda Euskadi con régimen de internamiento cerrado y en él están recluidos en torno a 40 menores que han cometido delitos muy graves, pero que por su edad no pueden ingresar en una prisión convencional.

Cerca de 50 trabajadores, entre los que se encuentran educadores, guardias y psicólogos, tienen la labor de mantener a los menores bajo un férreo control las 24 horas del día. Un objetivo que, desde hace años, los propios empleados denuncian no poder cumplir por falta de medios.

Las agresiones por parte de los jóvenes son habituales. En marzo de este mismo año el grupo de trabajadores afirmó que al mes pueden a llegar a contabilizar hasta cinco agresiones graves y varios intentos más. Esta situación se debe en parte a que, aunque el centro está dividido en cinco módulos para separarles según el nivel de peligrosidad de cada uno de ellos, la presencia de casi 40 menores impide que esto sea así.

Precisamente el exceso de internados es otra de las habituales quejas de los trabajadores, quienes en numerosas protestas han asegurado que el centro está al límite de su capacidad.

Entre los jóvenes que cumplen condena allí se encuentran los tres acusados del asesinato al matrimonio octogenario de Otxarkoaga en Bilbao, uno de los implicados en la muerte de una anciana de 83 años en Donostia en 2012 y el autor de la muerte de Ibon Urrengoetxea en las calles bilbaínas tras intentar robarle. Los últimos menores en ser recluidos en el centro han sido el supuesto violador de una joven en la pasada Semana Grande donostiarra y los cuatro autores de otra agresión sexual a una adolescente en Barakaldo.

Además, en Ibaiondo permanece interno Ander Etxeberria, quien se entregó a la Justicia un día antes de cumplir los 18 años confesando haberle quitado la vida a Amaia Azkue en 2011. En el centro de Zumarraga, todos estos condenados realizan diferentes clases tanto por la mañana como por la tarde, así como talleres grupales y actividades deportivas.

El control sobre ellos es constante, ya que ningún menor puede hallarse fuera de su habitación sin vigilancia y a las 22.30 horas debe estar ya acostado. Los menores que no cometan ninguna falta pueden recibir ciertos privilegios de cara a su futura puesta de libertad.

Además, quienes tengan un buen comportamiento a lo largo de la semana cuentan con una paga el fin de semana que pueden gastar en las diferentes máquinas de golosinas y aperitivos situadas en el centro.