vitoria - La sentencia contra la manada desató el jueves una ola de indignación. La condena a 9 años de cárcel a los cinco sevillanos por abusos sexuales -y no por violación- a una joven en los Sanfermines de 2016 tocó la fibra íntima de mucha gente. El sentimiento de rabia e indefensión se tradujo al cabo de unas pocas horas en multitudinarias manifestaciones. Iruñea, Bilbao, Madrid, Valencia... Miles de ciudadanos secundaron las movilizaciones que se propagaron por las redes tan rápido como la pólvora. En un momento dado daba igual quien convocase, lo importante era salir a la calle para gritar bien alto: No es abuso, es violación, Yo también te creo o Nosotras somos la manada.

La reacción de condena fue instantánea y rotunda, tanto que ayer el Gobierno español anunció su intención de revisar la tipificación de las agresiones sexuales. La contundente imagen de miles de ciudadanos mostrando su repulsa por el fallo de La Manada pero, sobre todo, por el mensaje que lanza a las mujeres, guarda cierto paralelismo con el movimiento por unas pensiones dignas del colectivo de personas jubiladas o con el último 8 de Marzo. Las tres han sido movilizaciones masivas, trasversales, aparentemente espontáneas y surgidas al margen de las estructuras tradicionales de los grandes partidos y sindicatos. Y estos últimos han tomado nota haciendo bandera, de una manera u otra, de ese clamor popular. ¿Pero qué hay detrás de este resurgimiento del poder ciudadano?

Para el sociólogo Santi Iglesias, la mano que mueve los hilos de este fulgurante inconformismo expresado a golpe de pancarta son las redes sociales. “Las redes sociales tienen un poder de convocatoria inmediato, sin meditación previa y con un efecto contagio como la dinamita, es tan explosivo que hace que la gente salte a la calle”. A este efecto contagio exponencial de las redes se añadiría también la naturaleza gregaria del ser humano. Según el director de investigación de Gizaker, “a la gente le gusta los grupos, disfrutamos estando en un bando y cuando somos parte de una movilización sentimos cierto placer”. Desde su punto de vista, la gente “está cogiendo una especie de vicio y de adicción con este tipo de grandes movilizaciones porque nos complace formar parte del grupo, nos complace ser parte de un equipo, de un país, de una bandera, de todo aquello que nos haga sentir gregarios”. Una cosa sumada a la otra hace que se viva “un nivel de efervescencia social inaudito”, comenta Iglesias. Para el sociólogo, esta reacción social es nociva porque se está sometiendo todo al arbitrio de Twitter. “No deberíamos dejar en manos de Twitter lo que está bien y lo que está mal porque su inmediatez apela a la emocionalidad, lo que se dice populismo, la capacidad de despertar sentimientos y sensaciones, todo lo contrario a la racionalidad”. En este punto, Iglesias matiza que estos movimientos “están bien en el sentido de que son una contestación a los partidos políticos tradicionales, que parecían que eran los únicos con el poder decidir socialmente lo que estaba bien y mal, pero cuidado que los movimientos en la calle están un poco desmadrados, no hay filtro”.

Iglesias aboga por impulsar una regulación de las redes sociales, como ha sucedido con Facebook en EEUU. “Creo que hay que poner filtros e identificar muy bien qué hay detrás de estos movimientos sociales porque pueden ser responsables de linchamientos sociales, algo que va más allá del propio derecho”. Y opina que no hay que dilatar este debate mucho tiempo. “Si de verdad vamos a tener una oleada de movimientos sociales y las redes sociales se van a encargar de pegar fuego y poner en tela de juicio incluso decisiones judiciales, como estamos viendo, esto hay que ordenarlo porque se nos puede ir de las manos”.

Francisco Javier Elzo también ve en el papel catalizador que tienen las redes sociales y en el descrédito de los partidos el auge de estos movimientos. “En este momento en España tenemos un Partido Popular que parece un queso gruyere, donde hay más agujeros que queso; un Partido Socialista que no levanta cabeza; un Podemos dividido sin necesidad de que les hagan nada desde fuera, como todos los partidos de la extrema izquierda en el mundo; y surge el neoliberalismo autoritario de Ciudadanos que esperemos que no consiga el poder”, afirma el veterano sociólogo guipuzcoano. Pero a veces, dice, la movilización “surge simplemente de un clic” sobre un problema que existía previamente. Elzo explica así lo que llama fenómeno del clic: “¿Por qué de repente a los jubilados se les ha ocurrido precisamente este año organizar las protestas cuando la subida del 0,25% de las pensiones viene de hace cuatro años? De la carta que recibimos en la que íbamos a seguir manteniendo el poder adquisitivo más un 0,5%. ¿A qué responde la respuesta masiva de las mujeres el 8 de Marzo? A que de pronto Alyssa Milano animó a usar el #Me Too/#Yo también para denunciar las agresiones sexuales tras estallar el caso el escándalo del productor de cine Hervey Weinstein”. Una vez más el poder de las redes sociales pero también del WhatsApp porque, según Elzo, “la interpelación a actuar es mucho más fuerte cuando lo recibes de una persona conocida”. Sea como sea, dice, “es todo un fenómeno al que debemos seguir la pista”.