MADRID - “Pides diálogo y te responden poniendo el 155 sobre la mesa. Entendido”. Hasta ahora es el último mensaje que, a través de su cuenta de Twitter, ha trasladado Carles Puigdemont como réplica al requerimiento de Mariano Rajoy para que el president aclare si lo ocurrido en el Parlament el pasado martes fue una declaración de independencia, un modo de poner en marcha la activación del artículo de la Constitución que suspendería la autonomía de Catalunya y que defienden tanto PP como PSOE y Ciudadanos. Este horizonte fue el argumento sobre el que pivotaron ayer las celebraciones de exaltación patriótica del Día de la Fiesta Nacional tanto en Madrid como en Barcelona. En ambas un lema gritado a los cuatro vientos y sin rubor: “Puigdemont, a prisión”. En el desfile del 12 de octubre desarrollado en la capital del Estado, con miles de personas inundando bandera de España en mano el Paseo de la Castellana, ante la presencia de los reyes, sus hijas y los dirigentes institucionales más destacados, con Rajoy a la cabeza, sobresalió, no por novedosa sino por su trasfondo, la ausencia del jefe del Govern, así como la del lehendakari, Iñigo Urkullu, y la de la presidenta navarra, Uxue Barkos. En la marcha convocada en la Ciudad Condal, organizada por Societat Civil Catalana desde el paseo de Gràcia hasta plaza Catalunya, se citaron 65.000 personas según la Guardia Urbana y acabó en una batalla campal entre grupos de ultraderecha en este último punto del recorrido.

Con el Ejecutivo español en pleno -salvo el ministro De Guindos - y el resto de presidentes autonómicos, la mirada en Madrid se ubicó en las conversaciones cruzadas de los representantes políticos, como la mantenida por Pedro Sánchez y Albert Rivera, dispuestos a escoltar al líder del PP en su ofensiva contra el soberanismo catalán -no así Pablo Iglesias, que faltó al evento y envió a miembros de segunda fila-; o el cruce dialéctico entre la presidenta madrileña Cristina Cifuentes y la alcaldesa Manuela Carmena, por citar algunas; mientras el público, sobreexcitado por los acontecimientos, loaba al vehículo de guías caninos de la Policía Nacional, el paso de las unidades militares y de la Guardia Civil, y coreaba el Viva España y Yo soy español. “No hay día mejor para reivindicar la patria, es indescriptible lo que siento por mi país”, explicaba un joven vestido con ropa de un campamento militar mientras los vendedores ambulantes hacían negocio con la rojigualda. En este contexto también podría decirse que la mayoría silenciosa ajena a la guerra de banderas se quedó en casa.

Minutos antes, Sánchez había declarado en la Cadena Ser que “nadie salvo Albert Rivera quiere aplicar el 155, pero parece que quien quiere es Puigdemont”, apostillando que no le ha dado carta blanca a Rajoy, sino que la medida “debe ser algo que reconstruya el autogobierno y las instituciones catalanas”. Recalcó además que “hay convicción y determinación” en el presidente español de que ha llegado el momento de emprender la reforma de la Constitución pese a que “tiene presiones muy fuertes internas y hay un Rivera que se ha puesto a la derecha del PP”. Una forma de apuntarse un tanto, al igual que con su manera de tirar la piedra y esconder la mano al afirmar que “hay diputados y dirigentes soberanistas que quieren salir de esta escalada”. Censuró Sánchez que Puigdemont e Iglesias defiendan “equivocadamente” el derecho a la autodeterminación y la independencia, “un error”, y entiende que Podemos “no debería” alejarse del PSOE por su acuerdo con Rajoy pero la luna de miel entre los dos líderes de la izquierda parece llegar a su fin.

artículo 8 de la constitución Desde el Ejecutivo español se desprende que la crisis catalana verá rebajados sus decibelios o, al menos, no hará falta una respuesta extremadamente contundente en el sentido de, sin ir más lejos, recurrir al Ejército, algo que descartó la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal. En declaraciones a TVE aventuró que la aplicación del 155 solo pretende “restaurar la ley y la democracia” en Catalunya, y que su Gobierno actuará con “proporcionalidad, firmeza, pero también legalidad en defensa de la igualdad y de los derechos de todos los españoles”. En todo caso ahí está el artículo 8 de la Constitución, que invita a que “las Fuerzas Armadas (...) tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. “Pueden realizar otras muchas acciones, sea de apoyo logístico o cualquier otro tipo de soporte a las fuerzas policiales” destinadas en suelo catalán, dijo.

Fuentes del Gobierno español asistentes a la recepción ofrecida por los reyes en el Palacio Real destacaron a Efe que, en su respuesta al requerimiento enviado por el Ejecutivo, Puigdemont tiene una última oportunidad de “dejar de jugar con todo el mundo”, pero recalcaron que ni el propio president sabe aún cuál va a ser su respuesta. “La pelota está en su tejado”, ahondaron estas fuentes, que aplaudieron la importancia del acuerdo alcanzado con el PSOE porque “transmite una imagen de seriedad al país”. Además de asegurar que Rajoy no ha pactado contenidos concretos, puntualizaron que hay juristas que sostienen que Puigdemont sí realizó una DUI ante el Parlament, pero hay opiniones enfrentadas al respecto.

Paralelamente, en la marcha de Barcelona, abanderada por PP y Ciudadanos, amén de organizaciones como Plataforma per Catalunya, Vox o Hazte Oír, se apeló nuevamente al derecho a sentirse catalanes, españoles y europeos, y acabó con la lectura de una manifiesto, leído por Clemente Polo, presidente de Regeneración Democrática y portavoz de España i Catalans, dos de las entidades convocantes, donde se afirmaba que el president “amagó con proclamar la independencia...”. “...Y al final, parece que le temblaron las manos y las piernas, y la declaración unilateral quedó reducida a una confusa pantomima, más propia de patio de colegio que de sede parlamentaria”, añadieron. “La secesión de Catalunya ni se consumó ni se consumará, pero vamos a necesitar bastante tiempo para que las instituciones políticas recobren el pulso democrático y cicatricen las heridas abiertas”, se advertía en el texto. El documento expone que además “las diferencias ideológicas y políticas son legítimas y hasta deseables en democracia” siempre que “se diriman dentro de los cauces previstos en la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico”. “Desafortunadamente, el gobierno de la Generalitat y la escuálida mayoría que lo sostiene en el Parlament decidieron saltárselos hace tiempo, y el resultado ha sido la creciente inestabilidad política, inseguridad jurídica e incertidumbre económica que padecemos”, apunta.

Teresa Freixas, de Concordia Cívica, leyó otro escrito donde se proponía “un sistema educativo que forme en los valores constitucionales”. Uno de los discursos más embravecidos lo pronunció Josep Bou, presidente de Empresaris de Catalunya: “En las guerras hemos dado nuestra sangre, y en la paz nuestro trabajo por España. Catalanes, castellanos, todos españoles, levantad la frente, no giréis jamas, con orgullo y con decencia gritad conmigo: ¡viva la libertad, viva la Constitución, viva el rey, visca Catalunya, Viva España!”. La líder de Ciutadans, Inés Arrimadas, demandó a Puigdemont que rectifique en el plazo exigido y convoque elecciones, si bien duda de que “se baje del burro”.

Mientras, la gente recurrió también aquí a los cánticos de España unida jamás será vencida, Es un orgullo ser español o TV3, manipuladora. Luego llegaron los graves incidentes cuando ultras se enfrentaron en una batalla campal, lanzándose sillas y otros objetos, a la altura del bar Zurich. Los Mossos señalaron que estos grupos, ultras de las aficiones futbolísticas del Valencia y Atlético, habrían venido expresamente a la manifestación.