Barcelona - La Diada, el referéndum del 1-O y la posterior huelga general pusieron de manifiesto que si algo tiene ya ganado el independentismo es la calle, y con ello buena parte del relato internacional sobre lo que está aconteciendo en Catalunya. No es de extrañar, por ello, que las grandes empresas, el imperio económico, entre otros, se hayan lanzado casi a la desesperada a tratar de evitar que el Govern de Carles Puigdemont y el conjunto del soberanismo tire hacia adelante con la declaración unilateral de independencia (DUI), oficializándola mañana. Como palanca para detener la apuesta rupturista el Gobierno de Mariano Rajoy, y en general el unionismo, ha llamado también a filas a la población que defiende a ultranza la “unidad de España”, anteponiéndola incluso al diálogo, y para ello reunió ayer en Barcelona a decenas de miles de personas bajo el lema Recuperem el seny, abogando por no rediseñar la cuestión territorial ni tampoco una sola coma de la Constitución.
Con ello, llegó el baile de cifras: mientras los convocantes, la entidad Societat Civil Catalana, recontaron hasta 950.000 personas que discurrieron desde la plaza de Urquinaona y hasta el Pla de Palau y la estación de Francia, con la orden de no mostrar una sola enseña preconstitucional y solo rojigualdas, senyeras y pancartas de rigor; la Guardia Urbana estancó la cifra de asistentes a la marcha en 350.000. La Policía Nacional se quedó en 400.000 manifestantes, no pocos procedentes en autobuses desde otros puntos del Estado y muchos desembarcados en AVE horas antes.
“Ninguna conjura independentista destruirá la democracia, 500 años de historia, ni convertirá a España en un país tercermundista”, proclamó al final del acto el escritor y personaje del papel couché Mario Vargas Llosa, que leyó un manifiesto acompañado del exlíder socialista Josep Borell. Con banderas españolas tapando hasta las cabezas, se volcó en la manifestación la dirección del Partido Popular, con sus principales líderes parlamentarios, entre ellos la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat. Junto a ellos el núcleo duro de Ciudadanos, con Albert Rivera e Inés Arrimadas. El PSC, que nunca había secundado actos de esta plataforma, llamó a estar presentes a sus simpatizantes pero poniéndose de perfil. El manifiesto de Societat Civil pidió acabar con la “marginación” de los catalanes no nacionalistas, así como con la “confrontación, confusión y el dolor” que según ellos vive la población tras el 1-O. “Ningún actor político debe obviar que los catalanes no nacionalistas formamos parte del paisaje y que somos también sociedad catalana. Tenemos derecho a ser escuchados y a ser tenidos en cuenta”, rezaba la nota.
Las agujas del reloj avanzan y aún es una incógnita saber por dónde tirará mañana el president Puigdemont: si se decantará por una DUI en diferido, que dé un plazo de cinco o seis meses para tratar de buscar diálogo y mediadores, como le han aconsejado algunos miembros del PDeCAT; si irá a por todas como quieren la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium, la CUP, una mayoría de ERC y no pocas personas de la extinta Convergència; si convocará unas nuevas elecciones de carácter plebiscitario que refuercen otra vez el procés; o si claudicará, harto difícil tras el recuento del 1-O, ante las amenazas del gabinete Rajoy.
el soberanismo carga pilas Desde luego, ni la mediática fuga de empresas ni marchas como la de ayer están medrando al independentismo, que en las últimas 24 horas ha optado por recogerse y por el silencio. La orden en sus filas era clara. La de ayer era una jornada para que el españolismo se expresase sin complejos y debía tener su sitio, huyendo de confrontaciones. Según apostillaron a DNA, funcionó el intercambio de mensajes en el seno soberanista, bien coordinado, para guardar fuerzas el domingo al ser conscientes de que llegarán días donde tocará pisar el terreno en que mejor se desenvuelven: la calle.
En la marcha unionista quien recibió más reproches fue sin duda Puigdemont, con soflamas invitando a “encarcelarlo”. Muchos de los lemas y cánticos ensalzaron la relación entre España y Catalunya: Viva España y viva Catalunya, Som catalans, Catalans, España os quiere. Abundaron también los que aludieron al orgullo español: Yo soy español, español y Sí a la unidad de España. Otros fueron críticos con la Generalitat y el Jefe del Govern: Puigdemont a prisión, Diálogo? No. A prisión; Golpe ruinoso, no, golpe tapafraudes, no”. Alguno cayó en el recuerdo de lo sucedido en Euskadi años atrás, como el presidente del PP de Catalunya, Xavier García Albiol, para quien en las últimas dos décadas “ha habido dos momentos históricos en los que los ciudadanos han salido a la calle. La primera fue para defender el honor de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA, y la segunda para defender la unidad de España. Que sepa Puigdemont que no se lo permitiremos”.
Por su parte, el expresidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, censuró a las empresas que han cambiado de domicilio social por haber demorado esta decisión. “¿No lo podíais haber dicho antes? Todo lo que dijisteis en privado, ¿por qué no lo decíais en público?”. “Todos tenemos un poco de culpa por haber callado demasiado”, admitió mientras mandaba callar a quienes coreaban que Puigdemont debía estar entre rejas. “Os pido que extendamos el respeto, que reconstruyamos el afecto, que nos queramos”. Y añadió: “Catalunya no es como Kosovo, Lituania o Algeria”. Un recordatorio a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, quien según el debería haber dimitido al no reconocer como catalanes a quienes votan “a determinados partidos”. También criticó al conseller Jordi Turull por tachar de “súbditos” a quienes no apoyaron el 1-O. Somos tan ciudadanos de Catalunya como ellos”. Desde Facebook se pronunció el expresidente español, José María Aznar, reiterando su ánimo “a todos los españoles que impulsados por su compromiso con España y su Constitución han sabido reaccionar con ejemplaridad en esta hora crítica de nuestra nación”.
Desde otra red social, en su cuenta oficial de Twitter, habló el presidente Mariano Rajoy para expresar: “En defensa de la democracia, la Constitución y la libertad. Preservaremos la unidad de #España, #NoEstáisSolos”. A su vez, al término del acto el exfiscal Carlos Jiménez Villarejo destacó la importancia de “empezar a tender puentes”. Con el título Democracia, libertad y estado de derecho, el manifiesto leído quiso dejar claro que “Catalunya somos todos. No es solo de los nacionalistas”. Al mismo tiempo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, era abucheado en la estación de Sants, allí presente tras participar el sábado en el programa FAQ de TV3, algo que asumió “como político”. Como epílogo, Vargas Llosa cerró con un “viva la libertad, visca Catalunya y Viva España”, afirmando que “todos los pueblos viven momentos en los que la razón es barrida por la pasión”. Eso, a su juicio,“ puede ser destructiva y feroz cuando la mueven el fanatismo y el racismo. La peor de todas es la pasión nacionalista, religión laica, herencia lamentable del peor romanticismo”.
Ataque a mossos Y aunque Societat Civil quiso evitar conatos de violencia, por la tarde, los hubo, cuando manifestantes ultras que continuaban en la plaza Sant Jaume estuvieron atacando, presionando y acosando a agentes de los Mossos que pasaban a pie, lanzándoles latas de cerveza y recriminándoles “Esos mossos a la cola del Inem” y “Trapero en Alcalá Meco”. Asimismo, al margen de esta concentración se celebró otra, con un recorrido alternativo, a la que acudieron grupos de extrema derecha, entre ellos Falange o Plataforma per Cataluña.
La calle ha visto y oído al independentismo, a los adalides del diálogo y al unionismo recalcitrante. ¿Por dónde se romperá la baraja?