Para copiar el discurso de Mariano Rajoy, no hace falta un rey. Las palabras del monarca español tienen al menos dos efectos inmediatos: Catalunya está hoy un poco más lejos de España, que es lo que precisamente desea la mayoría de su ciudadanía, y de paso una parte de la sociedad española se siente también más lejos de la corona. Hoy hay más republicanos que ayer. No en Catalunya, sino en España. O sea, que cada vez que el Estado español ha ido tomando decisiones graves lo que hace es fomentar la unidad de los diferentes en la sociedad catalana y aumentar las diferencias en el seno de la española. Como estrategas, no tienen precio.
Acabemos con el primer mito que rula en boca de la clase política española y se repite de manera insistente en las opiniones publicadas en la prensa española: no es cierto que haya una fractura social grave en la sociedad catalana o, al menos, no más grave que la que existe en la sociedad española. La españolidad catalana y el catalanismo soberanista no están en guerra, como tratan de difundir los que así justifican una futura intervención de la fuerza (una más y a mayor escala que la del 1-O, quiero decir).
Uno de los problemas de los catalanes que se sienten españoles es que apenas son visibles y cuando lo son, lo hacen a través de organizaciones minoritarias de corte ultra, que a su vez, encuentran su contrarréplica en los elementos más radicales del soberanismo catalán. Eso no es una imagen real de lo que sucede en Catalunya, pero es la que se viene transmitiendo a la sociedad española. La verdadera fotografía de la sociedad catalana es la de un cuerpo central que ha girado de la zona de confort que suponía el autonomismo a asumir el riesgo de una transición hacia la independencia.
Pero el rey de España parece ignorar esto, habla sólo a los suyos, avanza lo que está por venir con el uso de la ley española pero sobre todo aplicada con la fuerza. Vamos que Felipe VI ha tomado la porra que luce Carlos III en el cuadro que le acompañó en su alocución y la ha blandido al estilo guardia civil versión 1-O. Ni una palabra en catalán, ni una mención a los heridos, omite la palabra diálogo y sólo habla de firmeza mientras cierra el puño y señala con el dedo índice.
Pero toda esta parafernalia sólo es posible con el beneplácito del Gobierno español que mueve así la marioneta real para allanar un camino donde unos pegarán y otros sufrirán, donde unos anularán derechos y otros serán encarcelados. Hay muchos motivos para preocuparse y el rey acaba de convertirse en un problema añadido.