Bilbao - El bullying es un problema que preocupa cada vez más. En Euskadi los casos probados de acoso sistemático en clase se han duplicado en un año hasta alcanzar los 121. Por otro lado, el último análisis acerca de la conflictividad en las aulas presentado en marzo por Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa (ISEI-IVEI) pone de manifiesto que el Índice General de Maltrato (EGM) -que mide situaciones de acoso frecuentes o sistemáticas- es en Educación Primaria del 22,7% y en ESO del 19,2%. Al inicio de legislatura la consejera de Educación, Cristina Uriarte, avanzó la intención de su Gabinete de elaborar un plan integral para luchar contra el acoso escolar aunque, por el momento, se desconoce tanto su contenido como la fecha en la que se implantará en los colegios.
En este impasse, la red concertada vasca ha tomado la iniciativa. El curso pasado, 52 ikastolas comenzaron a aplicar el famoso programa finlandés KiVa, en el que se han implicado 18.000 estudiantes. Con KiVa, acrónimo de Kiusaamista Vastaan (contra el acoso escolar), el 90% de las escuelas finlandesas han conseguido reducir en un 70% los casos de acoso. La clave del éxito del programa creado por la Universidad de Tuku es que en vez de centrarse en el agresor, KiVa propone estrategias dirigidas a los testigos porque el 40% del alumnado que observa una agresión hace la vista gorda o se suma al acoso.
El próximo curso se pondrá en práctica una nueva metodología para plantar cara al bullying en Euskadi. En septiembre el colegio Alazne de Barakaldo, perteneciente a la Asociación Independiente de Centros de Enseñanza (AICE-IZEA), será el primero de los 25 centros de la CAV que apliquen el Programa TEI (Tutoría entre Iguales). Desde hace once años esta estrategia antibullying diseñada por la Universidad de Barcelona y la Universidad de Santiago de Compostela combate con éxito este problema en cerca de 800 centros de distintas comunidades del Estado. El TEI también ha llegado a colegios de París, Londres o Berlín y a cuatro países de Sudamérica, como Chile o México. En esencia el TEI propone una especie hermano mayor, un modelo en el que estudiantes varios cursos por delante protegen a sus compañeros más pequeños y persuaden a través del diálogo al acosador para que abandone su conducta.
Según el autor y coordinador general del Programa TEI, Andrés González Bellido, en octubre se publicará un estudio elaborado por la Universidad de Alicante sobre una muestra de 5.000 estudiantes con los resultados obtenidos por el TEI la última década. No obstante, González Bellido adelanta que “ninguno de los centros TEI de los que tenemos información presenta situaciones de acoso”. Según explica este profesor de la Universidad de Barcelona, la eficacia de este plan integral se debe a que “el TEI aborda la prevención de los primeros síntomas que llevan a las situaciones de acoso sistemático”. El programa trabaja con el objetivo de atajar ese gorda, elefante, Dumbo, cuatro ojos u otros conceptos de exclusión y acciones vejatorias. “Cuando tú intervienes sobre modelos de conductas disruptivas de baja intensidad es mucho más fácil modificarlos”, afirma este experto.
El TEI es un programa de tutorización emocional entre iguales, en el que los alumnos de 3º de ESO son tutores emocionales de los de 1º, los alumnos de 5º de Primaria de los de 3º y los alumnos de cinco años tutorizan a los de tres en Infantil. “Se trata de una reproducción de conductas y modelos, donde los verdaderos protagonistas de la prevención es el alumnado”, explica González Bellido, quien opina que el aumento de las denuncias -487 el último curso en Euskadi- no obedece a que haya más violencia en las aulas. “Creo que hay un estado de sensibilización y visibilización de violencia sistemática mucho más alto por parte del profesorado, la Administración educativa, las familias e incluso de los propios alumnos”.
Tres triángulos de protección Su aplicación práctica es relativamente sencilla y responde a una lógica de respeto y responsabilidad. Primero, un equipo TEI acude al centro y forma a su comunidad escolar. Se presta especial atención al empoderamiento de los estudiantes que de forma voluntaria se presentan para ser tutores con la premisa de que su única arma puede ser el diálogo.
Así, cuando un niño es víctima de alguna conducta disruptiva -le han pegado, insultado o marginado en un juego- acude a su tutor emocional, “no para chivarse sino por dignidad”, aclara González. Ese estudiante mayor va a hablar con la persona que ha generado la conducta disruptiva y esta le tiene que explicar por qué se ha metido con su compañero. Este es el primer triángulo de intervención. Si no funciona, el tutor tiene un compañero de clase que a su vez es tutor emocional del acosador o acosadora y también intenta hacer entrar en razón al agresor. Es el segundo triángulo de intervención. Y en caso tampoco funcione, los dos tutores emocionales acuden al coordinador del programa (un profesor), que tomará cartas en el asunto.
“La diferencia entre un centro TEI de otro es que antes de la intervención de un adulto y lleguen las sanciones ha habido dos intervenciones previas en las que normalmente la conducta disruptiva cesa”, comenta el autor del método. Desde su punto de vista, el hecho mismo de que un colegio imponga una sanción a uno de sus estudiantes es “el anuncio de un fracaso como profesores, como alumnos y como familia porque el bullying no es una pelea esporádica”. Y es que una de las características comunes a los acosadores es que necesitan testigos para dar alas a su conducta.
Es muy difícil encontrar una situación de maltrato en la que el acosador tenga una intervención individual con la víctima. “Yo diría -añade González Bellido- que en el 99,9% de los casos en que se producen estas situaciones tienen público porque el acosador necesita aumentar sus niveles de autoestima. En consecuencia, si desaparece ese público, que en muchos casos le hace de plaza, lo que se logra es invertir el proceso. En este punto “desaparecerán las personas que utilizaban estos recursos para favorecer su rol frente al grupo porque como poco tendrá los efectos totalmente contrarios a los deseados”, asegura Gómez Bellido.
En este sentido, el autor del programa, que efectúa su desembarco en Euskadi este curso, puntualiza que el objetivo del TEI “no es intervenir sobre el acoso sino sobre la convivencia escolar para que el centro disminuya el conflicto que, a su vez implica la violencia, y la violencia puntual implica la desaparición de la violencia sistemática”.
Lo verdaderamente relevante de esta estrategia preventiva es que inicialmente los estudiantes son -sin la intervención de personas adultas- la barrera de contención para que episodios violentos puntuales no degeneren un acoso sistemático que tiene graves secuelas físicas, pero sobre todo psicológicas y emocionales, en las víctimas, como insomnio, baja autoestima, depresión, ansiedad...
Apoyo en amigos Gómez Bellido se apoya en la estadística para justificar la elección de los estudiantes como pieza fundamental sobre la que pivota un método que ha contribuido, cuando menos, a romper la ley del silencio que reina en patios y pasillos de los centros TEI. Así, señala que “solo un 30% los profesores y las familias somos conscientes de las situaciones de acoso porque evidentemente se producen a espaldas del profesor y las familias, mientras que los casos de acoso son conocidos por el 99% de los compañeros de clase. Y en buena lógica la intervención de los compañeros es determinante”.
Explica que al margen de un cierto grado de veteranía, los estudiantes mayores “aportan lenguaje más próximo, además cuando a un adolescente o a un preadolescente se le encarga una tarea que asume voluntariamente, se le empodera, se le da la responsabilidad de velar por la convivencia, los resultados son increíbles”. Y más cuando en el 99% de los casos de bullying hay una diferencia de poder y fuerza, sea emocional, física o psicológica.
La investigación Maltrato entre Iguales realizada por el ISEI-IVEI sobre una muestra de 5.962 estudiantes vascos de 4º, 5ºy 6º de Educación Primaria y 7.610 alumnos y alumnas de 1º, 2º, 3º y 4º de ESO confirma la tesis sobre la que se asienta el TEI en relación con la persona a la que se dirige en primer lugar la víctima y sobre quién interviene ante el maltrato. El Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa pone de manifiesto que las víctimas, tanto de Educación Primaria como de ESO, “recurren más a la familia y a los amigos que a los profesionales del centro para hablar de lo que les pasa”. Un 26,6% de Educación Primaria y un 22,1% de ESO en ocasiones no se lo cuenta a nadie, y nunca lo hablan con nadie un 4,4% del alumnado de Educación Primaria y un 6,3% del alumnado de ESO.
En el caso del alumnado de Educación Primaria, más de la mitad del alumnado que dice sufrir maltrato lo habla con su familia. Un 62,5% lo hace con los amigos y amigas y, en porcentajes más bajos, con los tutores y tutoras, el 39,4%, y con el profesorado el 26,6%. El 68,6% del alumnado de ESO se lo cuenta a sus amigos y amigas y el 53,4% lo cuenta a su familia como segunda opción. Sólo el 30,6% del alumnado víctima lo habla con los profesionales del centro. Cuando al alumnado víctima de maltrato se le pregunta quién interviene para ayudarle, más de la mitad del alumnado de Educación Primaria (78,4%) y de ESO (82,4%) dicen que es algún amigo o amiga la persona que le ayuda en las situaciones de acoso.
Y en porcentajes, en torno al 41% en Educación Primaria y al 30% en ESO dicen que son las compañeras y compañeros, los tutores y tutoras y el profesorado, alguna madre o padre las personas que intervienen. El 17,8% del alumnado víctima de Educación Primaria y el 11,5% de ESO dicen que alguna otra persona adulta y finalmente el 19,7% de Educación Primaria y el 28,6% de ESO dicen que en ocasiones no interviene nadie. Ante esta realidad, el ISEI-IVEI señala la importancia de incidir “en la revisión continua de mejora de los canales de comunicación y relación con el alumnado y las familias, así como en la mejora de las pautas y protocolos de intervención”.
Formar a las familias El programa TEI también trabaja con el resto de la comunidad educativa a través de las sesiones de formación porque reconoce la existencia de reticencias a la aplicación de estos programas “no solo en las familias, sino también entre el profesorado e incluso a otros niveles como las administraciones públicas”, unas reservas que solo se explican “por desconocimiento”, dice González Bellido. “Hemos observado que cuando explicas las características del bullying, sobre el perfil de un acosador o de una víctima, las familias son tremendamente sensibles, son tremendamente colaboradoras y capaces de entender”. Por experiencia, asegura, los más favorables a la aplicación del TEI “son los padres con mucha diferencia, después los alumnos tutores, luego los tutorizados, en cuarto lugar el profesorado y en último lugar la Administración educativa”.
Para González Bellido el lema de bullying cero en las aulas es una situación deseable pero ciertamente difícil de lograr. “La violencia existirá siempre porque la convivencia genera conflicto y el conflicto es inherente a la condición humana”.
Otra cosa, matiza, es cómo intervenimos ante el conflicto escolar sin emplear la violencia. “Cuando intentamos intervenciones violentas para resolver un conflicto en algo estamos fracasando”. Desde su punto de vista, las situaciones de acoso deberían poder erradicarse porque para que exista acoso tiene que haber una sistemática de violencia durante un tiempo. Por tanto, afirma, “si el alumnado, el profesorado, las familias están sensibilizados es muy difícil que esta sistemática se produzca”. Y así, González concluye que “solo se puede intervenir con éxito cuando el acoso está en sus albores”.