Les propongo para este verano un par de libros sobre un país que en otro tiempo fue atractivo destino turístico y del que hoy sólo sabemos por las noticias de guerra y los relatos de quienes de allí han huido. Les hablo de Siria.
El primer libro es Oriente Medio, Oriente roto, del periodista beasaindarra Mikel Ayestaran. Está muy bien escrito, con pasión y delicadeza, y se lee con la expectación y el ritmo de la mejor novela. Es, además de crónica internacional, un vivo y sabio relato autobiográfico de sus andanzas en la tribu del gran Leguineche, de cuya estirpe es más que muy digno sucesor.
El libro recoge experiencias de 13 años de trabajo como reportero en los lugares más candentes de la zona: Irán, Líbano, Irak, Afganistán, Egipto, Yemen, Pakistán, Libia, Israel, Palestina y, de forma muy destacada, Siria. Dice el autor que “Siria es el conflicto más complicado y peligroso al que me he enfrentado. Me lo creo todo y no me creo nada, por eso trato de ceñirme a lo que veo. Si los propios sirios no saben qué está pasando en su país, ¿cómo vamos a saberlo nosotros? Siria se ha convertido en mi universidad particular para analizar un conflicto irregular en su máxima expresión”.
De su misma generación es el sirio Ibrahim Alsabagh, sacerdote franciscano. Un hombre de libros que tras sus estudios de medicina y filosofía en Damasco y Líbano, se muda a Roma para iniciar un doctorado en Teología. Allí, entre bibliotecas y latines, le llegan las primeras noticias de la guerra en su país. Sus superiores le piden que abandone su doctorado y se haga cargo de una parroquia en la ciudad asediada de Alepo. El padre Ibrahim cambia entonces su pacífica vida de Roma por los bombardeos, las casas destruidas, la falta de agua y de electricidad durante semanas, y el acoso de las milicias fundamentalistas.
Su libro, titulado Un instante antes del alba, es recomendable especialmente para quien sea creyente o tenga al menos cierta sensibilidad espiritual, puesto que es una búsqueda religiosa desde su quehacer diario parroquial. No es un libro para aprender geopolítica regional, sino para acompañar la experiencia del padre Ibrahim.
Es la larga batalla de Alepo. Bajo los misiles la vida de la ciudad sigue e Ibrahim, sin distinción de credos o ritos, abre su pozo a los vecinos y aprende a ducharse con un litro de agua, lucha contra desahucios, atiende a los heridos, los muertos y sus familias, y -los afanes cotidianos- abre los locales parroquiales para que los jóvenes preparen, con luz y sin frío, sus exámenes. Entre bombas su parroquia reza por sus enemigos: “Nos mandan la muerte y nosotros les devolvemos la vida. Nos lanzan el odio y nosotros ofrecemos a cambio el amor”. La pregunta de pronto no es por qué la gente sale de Alepo en busca de refugio, sino la contraria: cómo es posible que haya quien a pesar de todo se queda. Algunos de sus parroquianos se quedan porque son demasiado pobres, otros porque no quieren dejar a sus mayores desamparados, y los hay que se quedan por compromiso con la identidad y la historia de su pueblo. En estas tierras siriacas el cristianismo tiene raíces muy antiguas. Es aquí que un tal Pablo cayó, hubiera o no caballo de por medio, y tuvo luego que dejarse descolgar por las murallas de Damasco para salvar su vida. Los primeros grupos cristianos se formaron cuando todavía no hacía una década de la muerte de Cristo. Los distintos ritos, como el armenio, el ortodoxo, el latino o el maronita, que conviven en la misma ciudad, son fruto de esa larga historia, cuyo peso se siente aún en la vida de esas comunidades asediadas, diezmadas tras cinco años de guerra y aún pacíficamente resistentes en las que el sobrecogedor libro del padre Ibrahim nos adentra.