Los conductores de autobús, al igual que los funcionarios de ventanilla, los cobradores de los parkings, las bibliotecarias y los peritos agrónomos, no tenemos fama de ser excesivamente simpáticos. Y, hombre, si me aceptan la mayor, digamos que existe un término medio entre ser un borde o deshacerse en halagos, como las empleadas de alguna panadería que cuando entras a comprar el pan te obsequian con tantos cariño, amor, cielo, mi vida, tesoro, que no sabes si pedirles una chapata poco hecha o matrimonio. Al respecto de todo esto, iba yo de pasajero el otro día charlando con un compañero nuevo, cuando éste me comentó el malestar que le había producido que una señora le llamara maleducado unas paradas más atrás. Al parecer, una pequeña discusión motivada por el retraso del autobús en la hora punta fue lo que provocó la tensa situación. Le expliqué entonces que el colmo de la antipatía la tenía registrada un antiguo conductor de la vieja guardia:

-Recuerdo como si fuera ayer el día en que Manolo se ganó el premio al más antipático de todos los chóferes ?y dejé caer un quejido lastimero como de complacencia indefinida?. El bueno de Manolo, que ya nos ha dejado?

-Anda ?replicó el nuevo?, ¿ha fallecido?

-No, no, que va ?respondí?. El tío se ha prejubilado hace dos años y ha ido a vivir a Benidorm, donde disfruta de la vida loca tostándose el trasero en la playa de Levante, comiendo paella y viendo los fines de semana a María Jesús, su acordeón antediluviano y a los pajaritos jurásicos, cuando los sacan a todos ellos de la cámara de criogenización isobárica donde los conservan de lunes a jueves.

-¡Ahhh!? ?exclamó perplejo?.

-Manolo en uno de sus recorridos urbanísticos sufrió una bronca monumental ?continué ajeno a su cara de sorpresa?. Un viajero le pidió información sobre los horarios de llegada a Armentia y, claro, como no dijo nada al usuario, éste se enfadó bastante y comenzó a maldecir. Además, montó una señora en Ariznabarra y, pese a que saludó cortésmente, Manolo no le dijo ni pío, como es lógico. Por eso entre uno y otra continuaron despotricando y el resto de viajeros se sumaron a la causa. Hubo insultos, empujones, algunos intentaron llevarse los asientos? En fin, un motín general. Así me lo encontré todo cuando subí en la parada junto al Santo.

-¿Y qué pasó entonces?

-Bueno, pues aclaré el asunto y rebajé el dramatismo explicando por qué nuestro compañero no saludaba a nadie ni explicaba nada cuando se dirigían a él.

-¿Y por qué se comportaba así?

-Porque como todos ya sabíamos ?concluí dando fuerza y teatralidad a mis palabras?: ¡Manolo era sordomudo de nacimiento!