vitoria - La dura carta firmada por un centenar de premios Nobel en la que acusan a Greenpeace de “crímenes contra la humanidad” por su oposición a los transgénicos ha sacudido a la opinión pública mundial. La misiva suscrita por 109 nobeles, como James Watson, el biólogo estadounidense que descubrió la estructura del ADN, ha elevado varios grados un debate que lleva abierto más de una década. Pero más allá del trasfondo de la cuestión, esto es, la inocuidad de los organismos modificados genéticamente o el empleo de la biotecnología en el desarrollo humano, lo que se ha puesto en la palestra es la propia imagen pública de la organización ecologista. En Euskadi también se ha seguido con gran interés la polémica, sobre todo en el ámbito académico y en las redes sociales.

DNA ha querido sondear la opinión de especialistas en la materia de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) como Juan Ignacio Pérez Iglesias, biólogo y director de la Cátedra de Cultura Científica; y Leire Escarjedo, profesora de Derecho en el máster de Calidad y Seguridad Alimentaria. También se suma al debate la voz de José Miguel Mulet, conocido divulgador científico e investigador en biotecnología de plantas en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Mulet, que ha sufrido en primera persona “amenazas de muerte” de los antitransgénicos, es miembro de la asociación Alternativa Racional de Pesudociencias y ha iniciado una cruzada para aplicar el rigor científico a las cosas del comer.

“La carta de los Nobel está justificada de sobra porque es lo que viene diciendo la comunidad científica los últimos diez años, la diferencia es que ahora los medios os habéis hecho eco”, afirma Mulet. Este investigador valenciano recuerda que “científicos, premios Nobel y otra mucha gente está diciendo desde hace años que la campaña de Greenpeace en contra de los transgénicos no tiene justificación desde el punto de vista científico y que está haciendo mucho daño porque está impidiendo el desarrollo de una tecnología muy útil”.

Mulet asegura que los transgénicos son una tecnología “absolutamente segura”. Dice que durante los últimos veinte años se han hecho cientos de estudios científicos que demuestran que “no provocan ningún daño a la salud o al medio ambiente y, además, antes de salir al campo los transgénicos tienen que superar muchos más controles que cualquier otro tipo de alimento”. De hecho, apunta, “si se someten a esos controles a alimentos no transgénicos igual no lo superan”.

Para Mulet las gravísimas acusaciones que vierten los nobeles contra Greenpeace nacen del “hartazgo” que vive la comunidad científica por la campaña de presión de los grupos contrarios a los transgénicos. “En Europa creo que hay ochenta casos registrados de ataques a campos experimentales o instalaciones científicas que trabajan con transgénicos”, explica. “ Bendita carta que ha conseguido que la opinión pública ponga el foco en un problema con derivaciones muy grandes, porque hace unas semanas un científico italiano recibió una carta bomba por trabajar con transgénicos y yo mismo en Argentina recibí amenazas de muerte y tuve que suspender una charla en la que iba a hablar sobre transgénicos”.

¿Pero crímenes contra la humanidad? “Se acusa a Greenpeace porque ha comedido actos criminales. ¿Qué es destrozar campos experiementales? Un delito. Lo que pasa es que Greenpeace está influyendo muchísimo en la agenda política, sus campañas tienen mucho eco”. En este sentido, recuerda que recientemente el Parlamento de la Unión Europea ha votado una propuesta para prohibir al G-8 el uso de transgénicos en su colaboración agrícola con África. “O sea, que una tecnología que se está utilizando en Estados Unidos, que se está utilizando en Europa, no queremos que la usen en los países en vías de desarrollo. Eso me parece un colonialismo absurdo”.

No hay pruebas de daños En la carta de la polémica, los nobeles instan a Greenpeace a que “cese y desista en su campaña contra el arroz dorado específicamente, y los cultivos y alimentos mejorados a través de la biotecnología en general” y piden a los “gobiernos del mundo” que “rechacen la campaña” de la organización y “aceleren el acceso” de los agricultores a todas las herramientas de la biología moderna. “¿Cuánta gente en el mundo debe de morir antes de considerar estos como un ‘crimen contra la humanidad’?”, apunta la misiva, en la que se recuerda que el cultivo arroz dorado tiene el potencial de reducir o eliminar gran parte de la muerte y la enfermedad causada por una deficiencia de vitamina A que sufren 250 millones de personas en el mundo, sobre todo en África y el sudeste de Asia.

La investigadora especializada en la regulación de transgénicos en la Unión Europea, Leire Escarjedo, opta por adoptar una actitud más contemporizadora. Subraya que desde la década de los noventa el debate de los transgénicos ha sido “muy encendido y muy polarizado” y en el que existen múltiples presiones. “Me han llamado la atención las formas de la carta de los cien nobeles en dos sentidos, por el uso de la expresión bárbara de crímenes contra la humanidad y porque personaliza la lucha en Greenpeace, cuando no es la única voz contraria”. Desde su punto de vista, “la comunidad científica expresa su hartazgo porque Greenpeace desprestigia a todos los científicos que están asesorando a las autoridades reguladoras y porque constantemente se ponga en tela de juicio la validación científica de los estudios de inocuidad de los transgénicos”.

El catedrático en Fisiología Animal de la UPV/EHU, Juan Ignacio Pérez, entra en el meollo de la cuestión, la seguridad alimentaria. “La ciencia no puede garantizar que algo es inocuo, lo que puede decir es que nadie ha demostrado que los transgénicos causen algún daño”. En este sentido explica que “todos los estudios que se han hecho tratando de demostrar si son seguros no han encontrado nada malo para la salud o para el medio ambiente”. La ciencia, señala, “no va de pedir garantías de que algo no produzca un daño, lo que hay que hacer es pedir pruebas a quienes dicen que sí produce daños y Greenpeace usa sus fuentes, nunca referencias científicas”. Por eso, en opinión de Pérez Iglesias, lo grave del bloqueo de la organización ecologista “es que hay miles de vidas y cegueras en juego”. Y esa es, añade,“la razón por la que este grupo de premios Nobel ha dicho ya está bien que lo de Greenpeace es una frivolidad espantosa”.

109 nobeles. Zhores I. Alferov 2000 (Fisica); Sidney Altman 1989 (Química); Hiroshi Amano 2014 (Fisica); Werner Arber 1978 (Medicina), Richard Axel 2004 (Medicina), David Baltimore 1975 (Medicina), Paul Berg 1980 (Química), Bruce A. Beutler 2011 (Medicina), Elizabeth H. Blackburn 2009 (Medicina), Gunter Blobel 1999 (Medicina), Paul D. Boyer 1997 (Química), Sydney Brenner 2002 (Medicina), Mario R. Capecchi 2007 (Medicina), Thomas R. Cech 1989 (Química), Martin Chalfie 2008 (Química), Steven Chu 1997 (Física) Aaron Ciechanover 2004 (Química), Claude Cohen-Tannoudji 1997 (Física), Leon N. Cooper 1972 (Física), Elias James Corey 1990 (Química), Robert F. Curl Jr. 1996 (Química), Johann Deisenhofer 1988 (Química), Peter C. Doherty 1996 (Medicina), Richard R. Ernst 1991 (Química), Sir Martin J. Evans 2007 (Medicina), Eugene F. Fama 2013 (Economía), Edmond H. Fischer 1992 (Medicina), Jerome I. Friedman 1990 (Física), Andre Geim 2010 (Física), Ivar Giaever 1973 (Física), Walter Gilbert 1980 (Química), Alfred G. Gilman 1994 (Medicina), Sheldon Glashow 1979 (Física), etc.