está en boca de muchos políticos, aunque ni siquiera es una palabra novedosa. Fue utilizada por vez primera en Italia hace más de cuatro décadas, si bien no cruzó el Mediterráneo hasta los noventa, cuando la IU de Julio Anguita tuvo a tiro al PSOE de Felipe González. Actualizada a la campaña electoral y con unos protagonistas diferentes, dos formaciones se juegan unas pocas decenas de miles de votos que podrían inclinar la balanza a uno u otro lado. A que Unidos Podemos de Iglesias, en franca ascensión, supere a los socialistas de Sánchez, en caída libre durante las últimas semanas, obteniendo la primera posición en el bando de la izquierda y convirtiéndose en alternativa al PP. Es el sorpasso, un término que la formación morada confía en protagonizar el 26-J, aunque también existan dudas de que pueda hacerlo pese a que la demoscopia así lo viene vaticinando. Un 32% de indecisos puede inclinar la balanza a uno u otro lado.
Con la batalla de la izquierda recrudecida por la confluencia electoral entre Podemos e IU a la que los sondeos dan como caballo ganador, el PSOE se ha puesto manos a la obra para convertir en realidad una mítica frase de Alfonso Guerra. El histórico líder andaluz venía a decir que “a la izquierda del PSOE” solo se abría un “abismo” que, a la vista del empuje de Unidos Podemos y sus alianzas territoriales, más que un precipicio por el que despeñarse parece una montaña de más de cinco millones de votos. De hecho se harían con hasta 92 escaños en el Congreso, doce más que su rival. El respaldo a esta fuerza supera el 25% según una reciente encuesta del CIS, lo que ha hecho saltar todas las alarmas en la sede socialista de Ferraz. La hegemonía parece resquebrajarse y por vez primera desde la Transición el PSOE puede verse apeado de su posición dominante en la izquierda, quedándose en un 23% que le aportaría hasta 80 sillones en el Congreso, diez menos que el 20-D. La razón está en la positiva ganancia de la alianza de la formación morada y la dirigida por Alberto Garzón, que dejadas atrás sus viejas rencillas se han echado en brazos de la aritmética para multiplicar su rendimiento electoral. Obtienen positivos dividendos en votos, orillando los efectos negativos de la Ley Electoral para arañar nuevos escaños en algunos territorios en pugna.
Quedarse a 300.000 papeletas del PSOE espoleó tras el 20-D a Podemos, cuya apuesta por transversalizar su marca incorpora hasta 16 fuerzas diferentes para presentarse con mayor fortaleza al 26-J. Da cobijo a culturas políticas diferentes en una amalgama de sensibilidades que comparte un camino común en forma de confluencias en Catalunya (En Comú Podem), Comunidad Valenciana (Compromís) y Galicia (En Marea) y alianzas en otros sentidos. La formación morada ha ido mutando de elecciones en elecciones hasta aglutinar a buena parte de los movimientos de izquierdas, ya fueran tradicionales o emergentes. También ha mostrado su capacidad para atraer a otras siglas de corte nacionalista -caso de la gallega Anova, de Xosé Manuel Beirás, integrada en Marea-, municipalista -Barcelona En Comú con la alcaldesa, Ada Colau, de referente- o ecologistas -Equo-. Empastar a todos ellos no ha sido sencillo, ni siquiera ponerse de acuerdo con IU para tejer una alianza que hace medio año era imposible pero que a la vista del resultado que está dando se muestra plena de salud. Con dos líderes reconocibles por los votantes, la dirección bicéfala que conforman Pablo Iglesias y Alberto Garzón comparte algunos actos electorales de Unidos Podemos, si bien mantienen agenda propia. Y mientras Garzón aporta 900.000 votos y un alma comunista y republicana, el partido asambleario permite dar mayor visibilidad a una IU mermada por la Ley Electoral con solo dos escaños en diciembre. Si las encuestas se cumplen, de salida triplicaría su representatividad; aunque alcanzaría a disputar hasta 11 sillones.
Acorralado ante la ola que le pueden venir encima, la cúpula del PSOE ha tocado a rebato las campanas para reforzar sus mensajes de calado social. Y, de paso, para tratar de achicar el espacio por el que Unidos Podemos puede abrirle una vía de agua difícil de taponar. Andalucía, feudo socialista tradicional gobernado por la baronesa Susana Sánchez, inició semanas antes una ofensiva a contrarreloj para arrebatarle votos. Si bien Ferraz en un principio optó por una estrategia de perfil bajo, la consigna ahora es personarse como la única fuerza del cambio. Endurecido esta semana el tono de la crítica hacia Iglesias, situación que se vislumbró en el debate a cuatro, movilizar al electorado resulta básico para que el partido de Ferraz revierta las encuestas que apuntan al sorpasso. Clarificador ha sido el coro de voces al contrataque después de que Pablo Iglesias se tildara de socialdemocrata. El alto número de indecisos -un 32% del electorado dice no saber aún a quién depositará su confianza- hace ver el vaso medio lleno a la formación.
“El bipartidismo ha acabado. El PSOE no ha hecho el giro para adaptarse al nuevo tiempo tanto sociopolítico como de la ciudadanía”, asume el catedrático de Comunicación Audiovisual de la UPV, Ramón Zallo, sobre la situación del partido de Ferraz. Los socialistas “no han entendido el nuevo tiempo. No ha sabido responder a la ofensiva austericida de la derecha que ellos mismos propiciaron, están muy contaminados con la corrupción y no pueden quitarse el estigma de ser el otro partido del régimen de la Transición, o sea del sistema en alternancia funcional”. Tanto es así que en la actualidad la formación de Sánchez “es una jaula de grillos y buena parte de la ciudadanía no lo ve como el cambio sino como la continuidad sin punch ni credibilidad”. Con necesidad de dar un giro copernicano a su estrategia, “el último PSOE aportativo e interesante se murió con la primera legislatura de Zapatero, de 2004 y 2008. Desde hace ocho años es un fantasma sin rumbo, haciendo el trabajo de derecha -en la segunda legislatura de Zapatero- o apuntalando al Gobierno de Rajoy, sin responder a una población muy sufriente que el 15- M de 2011 cambió el chip y muchos aún no se han enterado”.
Por el contrario, “la estrategia de acumulación de fuerzas de Podemos ha dado un vuelco con el acuerdo con IU” que no materializaron el 20-D. “Esa coalición es un salto cualitativo de imagen, de contabilidad de votos dispersos e IU aporta estructura, coherencia y partido. Además Alberto Garzón es el líder mejor preparado, valorado y respetado del panorama político estatal”, por lo que a priori el sorpasso podría ser más una realidad que un pronóstico que las encuestas dibujan para una coalición que ha sabido aglutinar fuerzas para presentarse como voto útil de la izquierda para contrarrestar a un Rajoy ante los que los socialistas no han sabido ponerse de frente. “Todo es posible pero es improbable”, agrega Zallo sobre un posible sorpasso al sorpasso por parte del PSOE que, a su juicio, ni siquiera podría darse con la ayuda de los medios o echando mano de la bolsa de indecisos. Pronóstico o realidad, las urnas serán las que dictaminen quién resulta el vencedor de la pugna de las izquierdas.