Pamplona - El 20 de julio de 2015 pasará a la historia como aquel caluroso día verano en el que el Parlamento foral nombró a Uxue Barkos presidenta del Gobierno de Navarra. La octava presidenta en la era post franquista y la primera de un ciclo político que pretende acabar con la fragmentación social, económica e identitaria de una Comunidad sociológicamente plural y políticamente complicada. Una realidad que Barkos quiso subrayar durante su discurso de investidura con un emplazamiento al acuerdo y al diálogo a todas las fuerzas políticas, una llamada al “altruismo” de la política como base para recuperar “la ilusión” del conjunto de la sociedad navarra por su futuro.
Sin sorpresas de último momento, Barkos fue proclamada presidenta de Navarra con los votos de Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, cuatro fuerzas políticamente marginadas o ignoradas hasta ahora, y que hoy representan la mayoría de 26 votos que ha propiciado la posibilidad de un profundo cambio político. A ellos se sumó la abstención del PSN, que ha optado en este inicio de la legislatura por una calculada equidistancia entre quienes sustentan al Gobierno del cambio y la oposición frontal y sin matices que representan la derecha sociológica de UPN y PP.
Ambos votaron en contra de la investidura con un discurso duro y en ocasiones falto de rigor que muestra el difícil camino que tiene por delante para el nuevo Ejecutivo foral. Una confrontación política a la que Barkos, cómoda y hábil en el cara a cara parlamentario, respondió con la mano tendida al acuerdo, pero advirtiendo que no va a tolerar “acusaciones graves ni manipulaciones sin fundamento”. “El Gobierno del cambio no es un cuatripartito, ni de Geroa Bai, ni de Bildu, ni de Podemos ni de I-E. Es el Gobierno de todas y todos los navarros”, enfatizó Barkos en una férrea defensa de quien será su consejera de Presidencia, Justicia e Interior, Maria José Beaumont.
Es sin embargo el punto de partida para el nuevo Gobierno de Navarra liderado por la figura política de Uxue Barkos, que antes siquiera haber tomado posesión de sus nuevas responsabilidades ha comprobado la virulencia de la presión política y mediática a la que va a tener que hacer frente en los próximos cuatro años. Un reto que la candidata de Geroa Bai asumió ayer con responsabilidad y con el objetivo principal, subrayado varias veces en el discurso, de “mejorar la vida de las personas”.
El discurso Fue una jornada cargada de simbolismo, en la que la candidata fue ganando confianza y soltura conforme se sucedían las intervenciones. Con la voz inicialmente temblorosa, tal vez abrumada por la responsabilidad del momento, pesada incluso para alguien con la experiencia parlamentaria de quien ha sido diputada durante 11 años, Barkos desgranó el proyecto político de su futuro Gobierno. Fueron una hora y cinco de discurso de investidura en los que fue alternando euskera y castellano. Alejado de la confrontación identitaria a la que en los últimos días se ha apelado desde distintos ámbitos mediáticos, y a la que también ayer apuntaron desde el propio hemiciclo por parte de los portavoces de UPN, PP y, en menor medida, también del PSN. Con la prioridad puesta en la protección social, la creación de empleo y el reconocimiento de la pluralidad de la comunidad, y leído prácticamente en su totalidad, lo que le dio cierto aire de encorsetado.
No quiso la candidata salirse del guión, más allá de apuntes puntuales de una oratoria personal y reconocible con la que fue completando el texto sobre la marcha. Tampoco lo permitía el momento, institucional y sobrio a fin de cuentas, ni lo recomendaba un acuerdo programático cerrado y pactado con las fuerzas que minutos después debían respaldar con su voto la investidura.
Barkos se centró así en explicar área por área las medidas que el próximo Ejecutivo foral prevé poner en marcha. Detalló reformas para garantizar la transparencia y el funcionamiento democrático de las instituciones; iniciativas para hacer frente a la “emergencia social” propiciada por la crisis; propuestas para fomentar el empleo, aumentar la recaudación con una política fiscal “justa, equitativa y progresiva”; y esbozó los objetivos prioritarios fijados para las áreas sectoriales que a partir de ahora tendrán que gestionar sus nueve consejeros.
Un esbozo en definitiva del acuerdo programático alcanzado por las cuatro fuerzas del cambio, que aglutina 614 medidas que serán el eje central de la actuación del Gobierno. Así lo reclamaron además los propios aliados de Barkos, y así lo asumió la propia presidenciable, que quiso poner en valor su importancia y concreción. “Desde la generosidad con el cambio, formaciones políticas que son en su mayoría coaliciones han sido capaces de buscar los puntos de acuerdo con método y con un respeto intachable a sus bases. El resultado es profundamente innovador”, celebró Barkos, “orgullosa” de poder desgranar en el Parlamento un “ambicioso programa que da sentido al cambio en Navarra” al que se propuso dar “el máximo cumplimiento”.
Una mirada al futuro La candidata sin embargo quiso también marcar su impronta personal con un alegato en defensa de la política, de los acuerdos y del interés general más allá de los debates partidistas. “El 24 de mayo nos deja la necesidad de hacer política con mayúsculas, de hacerlo bajo el clima del consenso y de dirigirlo hacia un cambio en las políticas para ser más justos con las personas más desfavorecidas”, defendió Barkos, que tendió la mano a los cuatro partidos que la apoyan, pero también al resto, desde el compromiso con una “convivencia pacífica y sin enfrentamientos estériles”.
Apuntó así al PSN a quien recordó la mayoría “abrumadora” por el cambio reflejada en las urnas. “De cambio de progreso, de cambio de giro hacia políticas más sociales y más igualitarias, hacia políticas más integradoras y de mayor reconocimiento de la realidad cultural y lingüística de Navarra”, argumentó la candidata, que enfatizó que en el Parlamento hay “una mayoría clara y rotunda para hacer avanzar a nuestra sociedad hacia cotas de calidad de vida pensadas por y para todos”. “Espero y anhelo que ninguna de las fuerzas políticas favorables al cambio se descuelgue”, señaló en alusión al PSN.
Barkos también ofreció “diálogo constructivo” a UPN, y tras reprocharle que no haya querido reunirse con Geroa Bai, le volvió a emplazar a buscar “mínimos comunes denominadores por muy distantes que sean nuestras posiciones para la defensa del interés general de Navarra”. Lo hizo desde la apuesta por un Gobierno llevará a cabo el mandato ayer encomendado con un objetivo “integrador”. “El cambio sensato y con vocación de pervivir en el tiempo que nos ha demandado la ciudadanía tampoco entiende de rencores ni de venganzas”, proclamó.
Un reto que encara con un Gabinete a su medida, cimentado en dos vicepresidencias, una económica y otra social que estarán “en estrecha relación y colaboración”, y del que subrayó su “trayectoria y conocimientos”. “Será un Gobierno para todas y todos, por más que alguien sueñe con que cometamos errores. Exactamente los mismos errores que ellos cometieron”, proclamó Barkos, “la primera presidenta abertzale en una Navarra que no lo es”. “Y eso es algo que voy a tener muy en cuenta”, garantizó.