pamplona - No poseen el glamour de sus hermanos de sangre noble ni queda demasiado sitio en la fiesta para ellos. Lo tienen asumido. Sirven de acompañamiento necesario para los verdaderos protagonistas del encierro, a quienes deben conducir sumisamente por un recorrido hostil entre las abarrotadas y bulliciosas calles de Pamplona; y también son utilizados como remedio de emergencia, el último recurso disponible cuando la carrera se desquicia y los morlacos de turno necesitan a su lado de alguien que les conduzca por la senda correcta.

Solo entonces obtienen los cabestros el reconocimiento que se merecen, aunque los pastores y los que viven el encierro desde dentro saben bien de su importancia, como se ha podido comprobar en los dos primeros encierros de esos Sanfermines, en los que su comportamiento ha resultado excelente. En el primero demostraron poderío para aguantar el ritmo vertiginoso de los jandilllas y oficio cuando la carrera se puso peligrosa con la manada desperdigada por la calle Estafeta; y ayer, con la novata ganadería El Tajo y la Reina, se comportaron como los expertos veteranos que son, arropando a los morlacos por todo el recorrido, protegiéndolos y aislándoles de los intentos desesperados de los corredores por hacerse un hueco cerca de ellos.

Por detrás la carrera fue algo diferente. Uno de esos mansos berrendos, de nombre Engatillado, quiso convertirse por unos instantes en el animal que no le dejaron ser y se puso a hacer la guerra por su cuenta, sacando desde sus entrañas ese instinto taurino que no pudieron arrancarle del todo nada más nacer.

Ya se vio desde la salida de los corrales que algo no iba bien con él, porque enseguida perdió el contacto con sus hermanos y llegó al final de la cuesta de Santo Domingo con una separación de varios metros. Pero las verdades intenciones que escondía quedaron al descubierto en la plaza Consistorial, cuando en vez de seguir el ritmo vertiginoso de la manada optó por darse la vuelta y emprender el camino de regreso, bajando la misma cuesta por la que pocos antes había ascendido junto a los morlacos de Joselito.

descenso hasta la hornacina Pese a los intentos desesperados de Rastrojo, uno de los pastores más veteranos, el berrendo descendió sin demasiadas prisas por Santo Domingo ante la mirada incrédula de no pocos corredores, perplejos con la presencia de un animal que no perdía detalle de lo que sucedía a su alrededor, que se giraba y amenazaba ante cualquier movimiento que percibiera. Sobre todo resultó desconcertante para un par de despistados mozos, que se toparon con el astado de frente y tuvieron que recular a toda prisa -los dos acabaron en el suelo- ante el amague de embestida que protagonizó el buey. Casualidad o no, la carrera de descenso de Engatillado llegó hasta la hornacina en la que descansa la imagen del santo, desde donde decidió darse la vuelta y reemprender la marcha por el sentido correcto.

No fue el único desafío al destino que protagonizó el berrendo. Haciendo honor a su apodo, siguió amagando a derecha e izquierda y provocando más de un susto a los rezagados de la carrera con su cornamenta cerrada, la peor para la suerte de los corredores, como lo pudo comprobar un mozo australiano que se encontraba en la Plaza de Toros tras haber entrado la manada principal. Recibió una cornada con doble trayectoria de la que fue atendido en el propio quirófano del coso pamplonés, una garantía para cualquiera que sufra en sus carnes una herida por asta de toro. Otros, con más suerte que él, sufrieron lesiones sin mayores consecuencias por el golpe propinado por el enorme buey.

Para entonces, hacía rato que descansaban en los corrales de la plaza los seis ejemplares de El Tajo y la Reina, que protagonizaron una carrera limpia y noble de principio a fin. Ni una mirada a los corredores, ni un amago, ningún derrote amenazante. Como si no hubiera nadie más en la calle, los toros de Joselito salieron disparados por la cuesta dirigidos por los cabestros y con los toros agrupados en sólida formación. Aunque el toro Alabastro dirigió el ritmo de la manada en algunos tramos, la distancia entre los hermanos de camada nunca permitió a los corredores disponer de muchos huecos para el lucimiento. Para los que viven la carrera desde abajo puede que no resultara demasiado atractiva, sobre todo después de las opciones que ofrecieron la víspera los ejemplares de Jandilla, pero desde fuera la imagen compacta resultó de una plasticidad abrumadora. Ajenos a las caídas que sobre todo en el tramo de Telefónica se sucedían a su alrededor, los seis toros de Joselito mantuvieron su unidad hasta la plaza, donde el peligro iba a llegar un poco más tarde en forma de cabestro.

3 ingresados acumulados. Con el herido por asta de ayer, ya son tres las personas que permanecen ingresadas por las heridas del encierro. Se trata del australiano Tim Logan (dos puntazos); Mike Webster, estadounidense de 38 años, con herida por asta en la zona de la axila; y Ryan Howard (EEUU) con un traumatismo facial.

Altas y observación. Tres de los cinco trasladados fueron dados de alta en la mañana de ayer mientras que M.A.N permanecía por la tarde en observación en urgencias.

60

Cruz Roja y DYA realizaron 60 atenciones a lo largo de los diferentes tramos del encierro. De ellas 56 fueron de Cruz Roja (3 pisotones, 35 curas, 2 esguinces, 8 atenciones médicas, una luxación, un herido por asta y cinco por otros motivos. Por parte de DYA se realizaron dos traslados hasta el centro de San Martín. Los dos trasladados de Santo Domingo fueron atendidos por personal de Cruz Roja y trasladados con una ambulancia de la DYA. De todas las atenciones, 22 fueron durante las vaquillas.