Su brutalidad y su rápida expansión por Oriente Medio y el norte de África han convertido al Estado Islámico en la amenaza global más importante a la que tiene que hacer frente la comunidad internacional en los últimos años. Tras un impactante avance por territorio iraquí, el verano pasado, el EI anunció en noviembre el establecimiento de vínculos con grupos yihadistas de Yemen, Arabia Saudí, Argelia, Libia y Egipto. Este año, los terroristas nigerianos de Boko Haram juraron su lealtad al EI.

El grupo se hizo conocido en la guerra civil siria, pero su surgimiento tiene sus raíces diez años atrás, en la invasión estadounidense de Irak. Fue a raíz de la instalación de las fuerzas estadounidenses que muchas milicias aparecieron para combatir a las tropas extranjeras, entre ellas, la filial de Al Qaeda en Irak, liderada por el jordano Abu Musab al Zarkawi. Antes de la guerra, la tensión interreligiosa no era notoria en Oriente Próximo, sin embargo, la imposición estadounidense de un Gobierno chií reforzó a esta comunidad como vencedora y a la suní, como vencida, lo que dio inicio a una guerra fraticida entre las dos comunidades.

En 2010, al calor de esta fractura iraquí y tras la muerte de los anteriores líderes, Abu Baqr al Baghdadi asumió las riendas del grupo. Con la retirada de las tropas estadounidenses, el grupo contaba con 2.500 militantes, pero se encontraba en uno de sus momentos más bajos. Fue entonces cuando decidió intervenir en la guerra civil siria bajo el paraguas de Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). En aquel momento todavía actuaba en alianza con Al Qaeda, pero en 2013 se produjo la escisión. El sucesor de Osama Bin Laden, Ayman al Zawahiri decretó que el único representante del grupo en Siria era el Frente al Nusra y, ante la negativa de ISIS de iniciar la retirada, los yihadistas se dividieron en dos, hasta tal punto que hoy en día rivalizan por el monopolio del terror en Oriente Medio. Reforzado, y con el supuesto apoyo de Turquía y algunos donantes de los países del Golfo, el Estado Islámico reapareció en junio del año pasado en Irak con una acción contundente que dejó en estado de shock a la comunidad internacional: la toma de la segunda ciudad del país, Mosul. Su objetivo declarado es la expansión territorial y la creación de un califato en los países musulmanes, que abarcaría incluso Al-Andalus. Hoy en día se ha hecho ya con un tercio de Siria e Irak, donde ha establecido un régimen de sangre y terror que amenaza la vida de todos aquellos que no se adhieran a sus ideas.

a las puertas de europa Los éxitos militares del Estado Islámico y su creciente poder adquisitivo, gracias a la venta del petróleo obtenido de los yacimientos conquistados en Irak en el mercado negro, le han valido para incrementar sus filas, engrosadas por miles de combatientes de diferentes países árabes y también europeos. Túnez, que ha sufrido recientemente su terror con un atentado en el Museo del Bardo de la capital, es uno de los países que más combatientes exporta -se cree que pueden llegar a los 3.000-, así como Arabia Saudí, con estimaciones de hasta 2.000 militantes.

La reivindicación del atentado de Túnez por parte del Estado Islámico supone la primera aparición del grupo en el país magrebí y una constatación de su implantación en el norte de África, con Libia como principal base de operaciones. Allí, en medio del caos creado tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi, el EI lleva meses haciéndose fuerte, principalmente en la ciudad de Derna, en medio de decenas de guerrillas y grupos armados heredados de la guerra civil. En febrero, el vídeo de la decapitación de 21 egipcios coptos en una playa libia dio la vuelta al mundo y, un mes antes, un grupo de terroristas irrumpió a tiros en la recepción del hotel de lujo Corinthia, en Trípoli, donde suele alojarse el primer ministro no reconocido internacionalmente, Omar al Hasi -Libia cuenta con dos parlamentos y dos gobiernos-, con un balance de nueve muertos -tres vigilantes de seguridad, cinco extranjeros y un rehén libio, además de tres terroristas-.

Libia cuenta con varios campos de entrenamiento del EI; de hecho, los dos terroristas abatidos en Túnez se habían entrenado en Derna. Y es que la mayoría de los yihadistas tunecinos que se encuentran en Siria e Irak han pasado antes por Libia. Estos suelen mentir a sus familias, a quienes cuentan que han encontrado trabajo o que se van a estudiar. Pero el EI también ha puesto sus ojos en la Península Arábiga, en la suculenta Arabia Saudí y, recientemente, en Yemen.