La población kurda se enfrenta a uno de sus mayores desafíos: la defensa de su territorio frente al feroz ataque de los yihadistas del Estado Islámico. Si en julio el foco estaba en el Kurdistán iraquí, ahora, el mundo mira a Kobani, uno de los tres cantones en los que los kurdos de Siria implantaron su autonomía en 2012. Más de medio millar de personas han muerto desde que comenzó la ofensiva contra la ciudad y sus alrededores, mientras que entre 150.000 y 180.000 personas han huido al otro lado de la frontera, al Kurdistán turco. Las Unidades de Defensa Popular (YPG) y su rama femenina, Unidades de Defensa de la Mujer (YPJ), combaten cuerpo a cuerpo con los yihadistas, con la única ayuda de los bombardeos de la coalición internacional, que la última semana ha decidido intervenir ante la inminente caída de Kobani, a apenas 500 m de Turquía, a manos de los yihadistas.
“Se está cometiendo un genocidio contra el pueblo kurdo”, denuncia desde Bruselas Siwan Zerdesti, representante del Congreso Nacional del Kurdistán, que acusa a Turquía no solo de inacción frente al avance yihadista, sino de complicidad. “El Estado turco está prestando todo tipo de ayuda desde el principio a los terroristas del Estado Islámico. En el Kurdistán norte, en la frontera con Siria, los terroristas del EI tienen campamentos y los militares turcos les entrenan. Además, les han suministrado tanques, armamento pesado... El objetivo de Turquía es impedir que los kurdos tengan sus derechos”, subraya.
Igor Olabarrieta, miembro de Komite Internazionalistak, visitó la zona entre el 12 y 28 de septiembre y corrobora estas palabras. “Hay que denunciarlo claramente. Hay evidencias documentadas de que Turquía cierra la frontera a las personas que quieren salir y entrar de Kobani y las abre para los islamistas. Por las noches, estos entran y salen cuando quieren (...) En la frontera te decían con lágrimas que no podía ser que estuvieran peleando con AK-47 frente a tanques y armamento pesado que les suministra el Estado turco y otras potencias como Arabia Saudí”, explica. “Turquía no puede ver que delante de sus fronteras se proclama la autonomía de un pueblo kurdo con otras minorías. Ese modelo puede contagiarse y no es aceptable para Turquía, que lleva 40 años en guerra con los kurdos de Turquía”, opina Olabarrieta.
“El Estado Islámico es un instrumento, está siendo manipulado y utilizado por Turquía, porque no le interesa que se instaure un autogobierno kurdo en el norte de Siria con una ideología de confederalismo democrático, que es lo que se ha puesto en marcha durante la guerra de Siria”, coincide Julia Iglesias, miembro de la Asociación vasco-kurda Newroz.
Los kurdos de Siria, que en un principio se unieron a la sublevación contra Bashar al Asad, dieron un paso atrás en el conflicto en 2012 y proclamaron su autonomía en tres cantones: Kobani, Efrín y Qamishli -lo que los kurdos denominan Rojava-, aprovechando la ausencia de fuerzas gubernamentales en la zona al ser desplazadas a los frentes de Damasco, Alepo o Homs, ciudades fuertemente castigadas por los combates. Allí crearon sus propias instituciones, bajo la ideología del confederalismo democrático y formaron sus propias fuerzas de autodefensa. Desde entonces han estado defendiendo su territorio, principalmente, de ataques yihadistas. Primero los de Al Nusra, un grupo vinculado a Al Qaeda, y ahora del Estado Islámico.
Los kurdos son principalmente suníes, la rama del Islam que dicen profesar los yihadistas, pero para estos son tan infieles como el resto. La barbarie llega a tal extremo que, según, Julia Iglesias, “el jefe del califato emitió una fetua en la que dijo que la mujer kurda era halal, es decir, consumible”. “Hay cientos de mujeres y niñas kurdas que han sido violadas y otras tantas a las que han vendido a Arabia Saudí”, denuncia.
Pero la autonomía kurda tiene un inconveniente. “Rojava no tiene unidad geográfica, los cantones están separados por cientos de kilómetros. Eso responde a la política del padre de Bashar al Asad, que se encargó de hacer un trasvase de poblaciones. A los kurdos los sacó de su territorio y los llevó al sur del país, en la frontera con Jordania, y a muchos árabes los llevó al Kurdistán. A pesar de eso, esta autoadministración es un modelo de convivencia, donde no solamente hay kurdos, también hay árabes, siriacos, armenios, etc. Por ejemplo, la ciudad más grande de Rojava es Qamishli, que tendrá unos 400.000 habitantes. La mayoría son kurdos, pero el alcalde es un armenio”, explica Juan Sorín, también miembro de Newroz.
“Los regímenes dictatoriales en Oriente Medio nunca han tolerado la existencia de otros grupos étnicos. Y nosotros creemos que un modelo como el confederalismo democrático, que prevé la convivencia de todos los grupos étnicos, podría ser un remedio concreto y definitivo para las guerras y conflictos étnicos que se están llevando a cabo hoy en día en la región”, proclama el representante kurdo Siwan Zerdesti.
Protestas La OTAN y EE.UU. han presionado esta semana a Turquía para que se implique en la lucha contra el EI, pero Ankara les ha mostrado sus exigencias -o más bien excusas-, entre ellas, la creación de una zona de exclusión aérea. “No es realista esperar que Turquía vaya a dirigir por sí misma una operación terrestre sobre el terreno”, señaló el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, quien añadió: “Mientras Al Asad siga en el poder, los baños de sangre y las matanzas van a continuar. El régimen de Al Asad es la causa y, por tanto, un cambio político es necesario”. Pero Turquía no solo se niega a intervenir militarmente contra los yihadistas, que se mueven a sus anchas a lo largo de la frontera, sino que tampoco permite la llegada de ayuda humanitaria, armas o militantes kurdos a Kobani.
Hay refugiados que salieron de allí con sus familias y que después han querido regresar para continuar la lucha, pero también hay kurdos de Turquía que desean sumarse a la defensa de la ciudad siria. Los kurdos han dejado claro que no quieren una intervención terrestre turca en Rojava; lo que piden es que se permita el paso a sus combatientes, algo a lo que Ankara se opone porque ve a las autodefensas del YPG y YPJ como la rama siria del PKK.
Y esta posición ha encendido la ira de muchos kurdos de Turquía, que se han manifestado en contra de la actitud del Gobierno de Ahmet Davotoglu. El copresidente del kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), Selahattin Demirtas, ha desvinculado a la formación de la violencia que ha surgido esta semana en diferentes zonas kurdas de Turquía, que ha dejado al menos 36 muertos; sin embargo, el presidente Recep Tayyip Erdogan, acusó ayer tanto al HDP como al Partido Republicano del Pueblo (CHP), de izquierdas y en la oposición turca, de tramar un plan para desestabilizar al Gobierno. “Apelo a los padres: no dejéis que vuestros hijos se dejen atrapar por los traidores. Nuestro país es suficientemente fuerte como para vencer todo esto. Este complot internacional desaparecerá igual que vino”, manifestó el mandatario.
El Gobierno turco, que cuenta con el segundo Ejército de la OTAN, obtuvo hace una semana el permiso del Parlamento para actuar en el terreno en Siria. Sin embargo, desde Newroz advierten: “Turquía dice en la resolución que quiere luchar contra el terrorismo, pero para Turquía, los kurdos son terroristas. Los verdaderos enemigos de Turquía son los kurdos”.
Ankara ha tratado de desvincular el destino de Kobani del proceso de paz con la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán; sin embargo, según la prensa turca, los militantes del PKK podrían estar planeando regresar a Turquía desde el Kurdistán iraquí, a donde se retiraron desde el inicio del proceso de paz hace año y medio: “Si las cosas siguen así, la guerrilla luchará para proteger a nuestra gente. La principal obligación de la guerrilla es defender a los nuestros”, advirtió ayer Cemil Bayik, uno de los dirigentes del PKK.
Por su parte, el presidente de la región autónoma del Kurdistán iraquí, Marsud Barzani, ha pedido también a Ankara que permita entrar a los peshmergas en Kobani para ayudar a las YPG e YPJ. Hasta ahora, Barzani tampoco se había implicado en la defensa del enclave, a pesar de que cuando los yihadistas comenzaron a asediar el Kurdistán iraquí, tanto militantes del PKK como de las YPG aparcaron sus diferencias y apoyaron en el terreno a los kurdos iraquíes.
De sobra es conocida la buena relación existente entre Barzani y Erdogan, que cuenta con un largo historial de intereses en el Kurdistán iraquí, rico en gas y petróleo. Sin embargo, según Zerdesti, “los kurdos han aparcado por primera vez sus diferencias y están uniendo sus fuerzas”.
Los refugiados Y mientras, la situación en la frontera turco-siria es crítica. “No hay campos de refugiados en la zona turca, la gente que está saliendo se está metiendo en casas de kurdos del Kurdistán turco. Nosotros estuvimos con una persona que acogía a 20 en su casa”, apunta Olabarrieta, quien denuncia “un abandono y olvido absoluto”. “Los refugiados yazidíes que huyeron de Irak en julio sí están en campamentos y el miedo ahora es que va a llegar el invierno y hay riesgo de que se mueran de frío”, advierte.