BILBAO -Juan Calparsoro es un fiscal superior distinto, al menos en las formas. Nada más comenzar la entrevista muestra la carpeta que “en mano” le ha llegado del Ayuntamiento de Gasteiz y que solicitó como consecuencia de las palabras del alcalde Javier Maroto sobre el fraude en el cobro de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) por parte de los colectivos magrebíes. “Me da la sensación de que hay mucho número”, dice el fiscal mientras muestra ligeramente los papeles de una carpeta amarilla, “es un tema difícil penalmente”, añade. Todavía no ha decidido si volverá a presentarse para ocupar el mayor cargo de la jerarquía fiscal de Euskadi pero en los cuatro años que lleva al frente su máxima satisfacción está que el fin de ETA le pillara en su actual despacho. “Ha permitido una liberación y que la justicia funcione mejor, que se preste un mejor servicio”, dice satisfecho. Calparsoro no tiene empacho en hablar de todo. La conversación transita desde la crisis del ébola, hasta el juez Castro, del que destaca su valentía, para añadir:“Este señor pase lo que pase siempre va a quedar muy bien”. Destaca su cercanía y su carácter contradictorio de autoridad accesible; para la entrevista no son necesarios los intermediarios y la cita se produce a 48 horas de una llamada que atiende él personalmente.”No sé si os estoy mal acostumbrando a los periodistas pero mi máxima es la transparencia en el interés público”. Su afán por la proximidad le ha costado titulares y algunos adjetivos, “me han llamado mediático, que salgo mucho”, señala, y más de un toque por parte de alguien de arriba, siempre relacionado con declaraciones sobre el terrorismo. “Cuando dije que Inés del Río ya no era una terrorista me llamó el fiscal general del Estado. Fue una llamada un poco dura. Estaba enfadado”, recuerda. El fiscal general le pidió una rectificación y así lo hizo, en compensación, resaltando el aspecto más duro de la actividad de ETA. Parece, sin embargo, un erre que erre. Obedece a su caracter impulsivo y, asegura, a su conectividad con la sociedad. En la misma entrevista ofrece un titular y saca el pie de otro. “Lo que menos me gusta es que por mis declaraciones alguien se sienta defraudado, no soy de declaraciones impactantes”, dice humildemente en medio de los charcos, pero a pesar de los intentos, Calparsoro resulta un experto en pisarlos todos. Al preguntarle qué opina de Ruiz-Gallardón como ministro dice: “No quiero opinar porque no quiero hablar mal de nadie”. Ese charco casi se lo salta. Gallardón ya no es ministro pero la jerarquía sigue siendo la jerarquía. - S.M.O
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