Kiev. La violencia amainó ayer en Kiev después de tres días de disturbios. Los manifestantes, en cambio, tomaron nuevas posiciones en el centro de la capital ucraniana al tiempo que fracasaban los primeros contactos entre Gobierno y oposición. La nueva línea de frente del campo de batalla callejero en el que se ha convertido Kiev se ha trasladado desde la Plaza de la Independencia, bastión opositor desde hace dos meses, a las inmediaciones del estadio del Dinamo.
Los manifestantes se han parapetado tras los autobuses incendiados en la primera jornada de disturbios, el domingo pasado, frente a la estatua del legendario seleccionador de fútbol soviético Valeri Lobanovski, al que pusieron como bufanda una bandera ucraniana. Por la mañana, aún se produjeron algunas escaramuzas entre grupos de opositores, que lanzaban adoquines y cócteles mólotov, y efectivos antidisturbios, pero según avanzaban las horas la calma se adueñó de la ciudad. Los sacerdotes, que ya habían irritado a las autoridades al celebrar misas en plena calle para los manifestantes sin autorización, acudieron a la calle Grushevski, junto al Parlamento, para mediar entre ambos bandos.
Con todo, el ánimo contestatario no ceja entre los opositores, por lo que la Policía sigue bloqueando los accesos a las sedes del Gobierno y del Parlamento para evitar que los manifestantes intenten asaltar los edificios gubernamentales, como en noviembre pasado. De momento, el Gobierno ha negado que estudie la posibilidad de implantar el estado de excepción para poner fin a los desórdenes, aunque diputados oficialistas y comunistas de la región de Lugansk llamaron el lunes a adoptar esa medida con urgencia para restablecer el orden y la legalidad.
El oficialista Partido de las Regiones tuvo que salir al paso y desmentir que el Parlamento fuera a debatirlo mañana. "Las autoridades tomarán en breve medidas para controlar la situación en el marco de la ley. No hay por qué implantar el estado de excepción sólo porque un grupo de jóvenes fascistas provoquen el enfrentamiento civil en uno de los barrios de Kiev", manifestó.
Conflicto Mientras, el presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, se negó a recibir a uno de los líderes de la oposición, Vitali Klitschkó, quien rechazó entonces participar en la reunión del grupo de trabajo para solucionar la actual crisis. "Vine a reunirme con Yanukóvich para demandar el cese de la escalada de violencia y dar los primeros pasos para el arreglo de la grave crisis política. Y resulta que el presidente estaba reunido", afirmó el opositor.
El boxeador y líder del partido UDAR (Golpe) censuró que "el centro de Kiev lleva dos días en llamas y el presidente está sentado a dos manzanas de aquí y ni se entera". Yanukóvich, quien ha advertido de que los disturbios de los últimos días amenazan con desestabilizar toda Ucrania, estaba reunido con el primer ministro, Nikolái Azárov. El asesor del presidente, Andréi Portnov, acusó a los dirigentes opositores de ser personalmente responsables de los disturbios, ya que con su actitud "legalizaron las acciones ilícitas" de los manifestantes.
El nuevo detonante del descontento opositor fue la reciente aprobación de un paquete de leyes que coartan la libertad de reunión al prohibir la instalación de tiendas, altavoces y escenarios en lugares públicos y permitir la detención de manifestantes ataviados con cascos o máscaras. El comisario de Ampliación de la UE, Stephan Fülle, llega el viernes a Kiev para reunirse con oposición y Gobierno.