ES posible que muchos habitantes del Norte-rico deseen que un Sur-pobre les miren como donantes caritativos para así sentirse mejores y más humanos, pero en realidad el Sur-pobre antes que nuestra caridad necesita nuestra justicia. Justicia que comenzaría por comerciar con ellos bajo parámetros de equidad: es la demanda de un comercio justo.
Tras más de 50 años de historia, el comercio justo ha dejado de verse como una utopía para convertirse en un movimiento a tener en cuenta. En medio de la vorágine consumista, de las injustas reglas del comercio internacional y del impacto de las grandes marcas, el llamado comercio justo se abre paso tanto en Euskadi como en el resto del Estado.
En el País Vasco existen nueve ONG o entidades ligadas al comercio justo; la mayoría dispone de puntos de venta que ya son once en toda la Comunidad; cinco en Gipuzkoa, otros tantos en Bizkaia y uno en Araba. En total en Euskadi hay más de 300 puntos de venta de estos productos, cuya facturación en el Estado español alcanza ya los 29 millones de euros anuales. "El salto ha sido importante si se tiene en cuenta que en el año 2000 las ventas no llegaban a los seis millones de euros", explica con satisfacción Josean Larriba, de Emaús.
Con este comercio se pretende que los pequeños productores de los países pobres alcancen unas condiciones de trabajo dignas y posibilidades de desarrollo colocando en el mercado sus artículos a un precio justo. "Desde el respeto al medio ambiente y la defensa de los derechos laborales o humanos, pretende postularse como una forma de entender el comercio, prestando especial atención a los países llamados del Sur", explican a DNA desde Kitzin, en la parte vieja donostiarra, una de la docena de tiendas que con las ventas de los productos solidarios han logrado mejorar la vida de millones de productores de países pobres.
Los productos estrellas son los de alimentación, sobre todo café, cacao, azúcar, te, chocolate, mermelada, fruta, recursos básicos como el algodón y "en los últimos años, la artesanía -que puede ir desde un mueble a una vela, pasando por juguetes o instrumentos musicales tradicionales- se ha estancado. La crisis económica se deja notar en estos productos; es una pena porque son piezas únicas realizadas por artesanos de prestigio en sus países. Si vivieran aquí estarían exponiendo en alguna galería. Al final están tendiendo hacia la artesanía útil", reconoce Eduardo Galaz, de Mercadeco. Los productos que ofrecen en su establecimiento de Bilbao proceden sobre todo de América Latina: Perú, Honduras y de países africanos como Senegal.
Complicidad
Compradores concienciados
Las ventas de estos productos precisan de la complicidad de compradores concienciados de países ricos, "aunque estos productos pueden parecer algo más caros que los injustos, no es así; el precio-calidad es excelente en comparación con los que se adquieren en tiendas de delicatessen. La calidad es extraordinaria", explica Tamara, de Kidenda, con tienda en el Casco Viejo bilbaíno y también en Zornotza.
Eduardo Galaz, de Mercadeco, cree que el comercio solidario ha marcado un cambio al introducir criterios éticos en el desalmado comercio internacional. "Ya no se trata solo de cuánto cuesta, cuánto me gusta algo, sino de si alguien ha sido explotado para producirlo". En el actual contexto de crisis económica las organizaciones se darían con un canto en los dientes por mantener las ventas. "La crisis se deja notar; hemos bajado en las ventas en nuestra tienda, pero hemos buscado nuevos nichos e introducido los productos en tiendas de dietética, porque son de una calidad extraordinaria. Además hemos buscado alianzas con otras organizaciones. Por ejemplo, con las Clarisas de Agurain hemos sacado un producto navideño, ellas ponen sus ingredientes y nosotros la panela. El resultado ha sido muy satisfactorio", explica.
Quien no ha notado la crisis es Kitzin, "tal vez porque estamos en pleno Casco Viejo de Donostia; nuestra clientela es joven, euskaldun, concienciada y también muchos turistas. ¿Lo que más se vende? La panela, el mascobado de Filipinas durante todo el año funciona de maravilla y en verano la bisutería, porque tiene un precio muy asequible".
Principios básicos
Que los pobres vivan mejor
Lo cierto es que nadie cuestiona los principios básicos: al precio razonable se suma el respeto al medio ambiente, el apoyo preferente a comunidades marginadas, la mejora de las condiciones laborales y sociales; en definitiva, que el comercio internacional sea un poco más justo y que los que peor están vivan mejor. "Es cierto que en épocas navideñas se produce un incremento de ventas, pero nuestros clientes están muy fidelizados. Son gente concienciada que apuesta por este tipo de tiendas para el consumo de ciertos productos. Saben que lo que adquieren es de una gran calidad con precios justos y, además, están contribuyendo a que los productores de los llamados países pobres puedan tener una vida digna. Gracias a unas reglas de juego que nada tienen que ver con el comercio internacional convencional, este comercio permite que productores pobres, por lo general de países del Sur, puedan acceder a mercados del Norte, obtener una compensación justa por su trabajo y mejorar sus condiciones de vida", explica Tamara, con 15 años de andadura en El Arenal bilbaíno y vinculada a Cáritas y a Alboan.
sorteando la crisis
Fidelizando a los clientes
La tienda de Intermón Oxfam de Bilbao ya ha cumplido la mayoría de edad. Situada en una zona comercial estratégica de la capital vizcaína, sortea la crisis con sus clientes fidelizados. En Euskadi disponen de tres puntos de venta en las capitales vascas, donde ponen al alcance de la ciudadanía los productos que importan de los países con la renta per cápita más baja del mundo. "Hay gente que nos visita de Olentzero en Olentzero, pero son muchos más los que acuden una vez al mes o cada quince días a adquirir sus productos de alimentación, que son de gran calidad", añade Izaskun Marín, al tiempo que explica que Oxfam cuenta con 39 tiendas repartidas por el Estado. Considera que los precios de los productos del comercio justo están muy equilibrados. "No son más caros que otros que se adquieren en otros establecimientos y, además hay que tener en cuenta la calidad que tienen".
Intermón Oxfam trabaja también con empresas y distribuye su género en tiendas que comparten su misma filosofía. Grandes supermercados, empresas del negocio internacional, plantaciones agrícolas, autoridades públicas o multinacionales de la alimentación han entrado en la escena del comercio justo. En concreto, en el País Vasco, Oxfam, que es una de las ONG más potentes y que más facturan por la venta de estos productos, ha sido la encargada de introducirlos en grandes superficies como Eroski. "En estos centros se vende por volumen; no se trata de sensibilizar a los compradores, sino de colocar la mercancía para ayudar a los productores. Es un nicho de mercado y aunque en su día hubo un debate entre algunas ONG que no lo veían claro, ya está superado. Son puntos de venta como otro cualquiera para que la gente acceda a ellos", subraya Marín.
Emaús fundación social
Ciudades por el comercio justo
Emaús dispone de tres puntos de venta: Donostia, Irun y Arrasate, que ofrecen el género de las cooperativas con las que trabajan en países como India, Chile, Guatemala, entre otros. Josean Larriba, de Emaús, asegura que tanto en el Estado como en Euskadi la sensibilización sobre este consumo justo se ha incrementado notablemente. "Nosotros trabajamos con pequeños comercios, con bares de municipios, herboristerias, franquicias. El 98% se vende en comercios y solo el 2% en grandes superficies.", explica Larriba, alma mater del proyecto de Ciudades por el comercio justo en la CAV desarrollado por Emaús Fundación Social gracias a la financiación de la Agenda Vasca de Cooperación.
"Getxo y Bilbao en Bizkaia, y Legazpi en Gipuzkoa fueron el pasado año los primeros municipios en obtener la distinción. Además, antes de que concluya el año esperamos que otras diez localidades vascas logren el status de municipio por el comercio justo uniéndose así a San Francisco, Londres, París", apunta.
l Cómo lograr el distintivo. El Ayuntamiento debe aprobar una resolución a favor de este comercio y al consumo de estos productos.
l En cafés, restaurantes... de las ciudades distinguidas deben ofrecer productos de comercio justo.
l El sector privado de estas ciudades debe ir introduciendo este tipo de productos en su consumo interno.
l Sensibilización. Tienen que comprometerse a comunicar y sensibilizar a la ciudadanía.
l Grupos de trabajo. La ciudad debe crear un grupo de trabajo que coordine el programa de comercio justo.
El comercio justo no es caridad, se trata de hacer que el comercio contribuya al desarrollo, en particular de los productores y trabajadores marginados del Sur. La campaña Ciudades por el comercio justo conecta a más de mil comunidades locales, mostrando un excelente ejemplo de buena cooperación entre los diferentes actores fomentando esta actividad, que ha demostrado ser un contribuyente importante y eficaz para la reducción de la pobreza y empoderar de forma social. Todo surgió cuando un grupo de personas de la localidad inglesa de Garstang declaró su comunidad como primera ciudad por el comercio justo en abril de 2000. Esta iniciativa se ha convertido en un movimiento mundial que ha alcanzado a 1.100 ciudades, la mayoría de ellas en la Unión Europea. Los siguientes municipios fueron declarados ciudades por el comercio justo: Kumamoto (Japón, la primera ciudad por el comercio justo de Asia), Greenwich (Connecticut, EEUU), Herne (Alemania), Delft (Países Bajos), Kontich y Bilzen (Bélgica), Madrid, Rutherglen y Cambuslang (Escocia, Reino Unido), así como Witney (Inglaterra, Reino Unido).