SI las ondas electromagnéticas fueran de colores, un inmenso y desordenado arco iris impediría a los humanos ver el cielo prácticamente en todo el planeta. Nosotros sólo vemos la luz, una de sus variantes, pero los rayos gamma, los rayos UVA, los rayos X, las microondas o las ondas de radio pululan por la atmósfera, los hospitales, los centros de trabajo o las cocinas. Aunque hace ya muchos años que se conocen, y sus aplicaciones técnicas son innumerables, poco se sabe sobre la incidencia que algunas de ellas, las no ionizantes, pueden tener sobre la salud.
Existen protocolos, límites de emisiones que la Unión Europea ha establecido apelando al principio de precaución, pero de poco sirven si, por ejemplo, las empresas de telefonía que instalan sus antenas en los tejados de las ciudades hacen caso omiso a estas recomendaciones. En las aulas de Primaria de la ikastola Ibaiondo de Lakua se han recogido mediciones decenas de veces superiores, de hecho, al máximo aconsejado por Europa, a causa de las antenas ubicadas sobre el Gran Hotel Lakua.
Los hijos de Cristina Makazaga, Beatriz Pérez de Antoñana y Pilar Peciña estudian en este centro, hoy de actualidad en la ciudad gracias a la movilización que estos y otros padres han desarrollado en el último año y medio, y que ha saltado a los medios. Sin embargo, en este tiempo han tenido que ir ganándose la confianza del resto de padres, ante la indiferencia institucional, hasta crear una masa crítica capaz de hacer moverse a las administraciones.
El problema principal que tienen los niños de este colegio es que la legislación española respecto a las emisiones de ondas electromagnéticas está absolutamente desfasada, pues tolera 450 microvatios por centímetro cuadrado en su nivel más restrictivo, cuando hoy día el Parlamento Europeo recomienda no pasar de 0,1, cantidad más que suficiente para que los teléfonos tengan cobertura y acceso a datos. "Eso es como poner la velocidad máxima en 2.000 kilómetros por hora, y la consecuencia es que nadie sobrepasa la velocidad límite y no hay accidentes por exceso de velocidad", señala Beatriz.
Las operadoras, por tanto, cumplen la ley, como se les ha dicho reiteradamente desde el Ayuntamiento a estos padres y madres, pero el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer ya estableció en 2002 que estas radiaciones "pueden ser una causa creíble de cáncer", y por ello apelan al principio de precaución para reducir el nivel de emisiones, hasta ahora sin resultado. Por otro lado, las antenas del hotel vulneran la normativa municipal que impide colocar más de un mástil y un operador por cada número de portal. Aquí hay tres mástiles (llegó a haber cuatro) de cuatro operadoras que emiten diez señales distintas.
En enero de 2012, cuenta Cristina, un grupo de madres y padres empieza a investigar, confirma la presencia de las antenas y pide "una reunión con el Departamento de Educación del Gobierno Vasco, que no hizo absolutamente nada, y con el Hotel, que tuvo una buena disposición", señala Pilar. A continuación solicitan un medidor al Ayuntamiento con el que confirman que en el patio y en algunas aulas del centro se sobrepasan, y con mucho, los límites aconsejados por las autoridades europeas.
"La resolución europea de 2011 que recomienda un tope de 0,1 microvatios por centímetro cuadrado compara esta situación con el amianto, habla de tumores infantiles... estoy esperando a que un organismo de igual nivel diga lo contrario", alerta Pilar. "Según el Ministerio -continúa-, en Euskadi hay una media de 0,11, pues el centro Ibaiondo tiene 28 veces más, es el quinto valor más alto a nivel nacional". A esa resolución, por cierto, en la que los legisladores admiten el tremendo desfase de su antecesora de 1999 (ahora hay 7.000 millones de teléfonos móviles en el mundo, en aquel entonces esta tecnología aún no se había generalizado), se adhirió el propio Parlamento Vasco.
En noviembre una delegación de padres del centro se reunió con el alcalde Maroto, hubo charlas con los grupos políticos, asistieron a una comisión de Medio Ambiente, se celebró un Pleno donde todos los grupos coincidieron en que urgía solucionar el problema y el Síndico se ofreció a mediar, pero las antenas siguen emitiendo con la misma intensidad. "La concejala de Medio Ambiente -Idoia Garmendia-, nos dijo que todo es legal y que no tiene competencias, y no salen de ahí", señala Cristina.
Es entonces cuando deciden dar a conocer su caso en el Parlamento Vasco. "Se ha notado un cambio grande en los padres, en el claustro, en la dirección del centro, en las instituciones, y todo esto se ha disparado desde que fuimos al Parlamento", explica Pilar. De hecho, a día de hoy, como señala Beatriz, el hotel "es el segundo gran perjudicado después de nosotros y nos consta que están presionando porque esto no les beneficia" y por ello, los padres y madres van a dejar de protestar ante la puerta del establecimiento.
En la preocupación institucional ha influido también mucho el golpe sobre la mesa que han dado estos padres y madres tras constatar que todas las promesas que recibieron en verano se han incumplido y que las antenas emiten como siempre. Si no se arregla el problema, los niños dejarán e ir a la ikastola, que tiene 700 alumnos matriculados. "Hicimos una huelga, dijimos que hasta que la radiación no bajara a 0,1 los niños no iban a clase", señala Cristina. "La delegada de Educación -prosigue- nos pidió una semana de margen para alcanzar esa medición, pero en ese tiempo nos enteramos de que hay una nueva antena ilegal y que el Ayuntamiento ha requerido su clausura. Esto ya no depende de Educación y por ello ampliamos el plazo, pero les pedimos unas medidas cautelares".
Así, los alumnos no podrán acceder al patio infantil, el más expuesto, y en las dos aulas de Cuarto, con niveles muy altos radiación, se trabajará con la persiana bajada, una medida que divide entre diez la radiación. "Si están en 0,7 pasarán a 0,07, entramos en límites, y el móvil suena, aunque no lo puedan utilizar", señala Beatriz. Así recibirán clase hasta el próximo lunes 23, y si para entonces la radiación no ha bajado, comenzará la huelga.
Pilar, Beatriz y Cristina se preguntan si el caso de Ibaiondo puede ser sólo la punta de un enorme iceberg. "Nosotros tenemos medidor, pero no sabemos lo que puede estar pasando en casas, en otros colegios, sí que hemos tenido conocimiento de centros de fuera de Vitoria que se han puesto en contacto con nosotros, y el propio Ayuntamiento nos ha dicho que en otros puntos de la ciudad se superan estos valores. La cuestión es conocer que existe, y el hecho de que ellos no le dan importancia; por eso hemos ido al Parlamento, para que legisle" señala Cristina. "Primero -explica-, egoístamente, les hemos pedido que la radiación de nuestros hijos sea 0,1, pero también que ningún niño esté sometido a esa radiación, ni cualquier otro ciudadano de Euskadi".