Hace días que Luis ultima la puesta a punto de su cosechadora en el borde de su casa de Lantarón, al sur de Álava. El calendario natural de su vivienda indica desde hace ya unos días que el rotor de semejante máquina debería haber empezado a cosechar cereal. Sin embargo, las condicionase climatológicas, tan cambiantes en los últimos años, han provocado que el inicio de la campaña se retrase, como poco, hasta dentro de un par de semanas. La razón es simple. El verano no ha explotado como debía y las intensas lluvias que la provincia registró en los meses de mayo y junio han provocado un anormal crecimiento del grano, que no se ha desarrollado como mandan los cánones. En este escenario cabe esperar que el calor registrado desde el pasado fin de semana permita consolidar la planta y los agricultores alaveses puedan llevar a cabo su cosecha. Si todo transcurre en fondo y forma, para finales del mes de agosto la labor quedará completada. Los silos se llenarán entonces de cebada primero, avena después y finalmente, de trigo. Y si el tiempo lo permite también, para esa tercera semana de agosto estará cosechado todo el cereal del sur de la provincia y de las zonas de La Llanada o del Valle de Arana, calculan en la cooperativa Garlan, una de las más representativas de la provincia con casi 650 socios y cuya labor agrícola equivale al 60%-70% de toda la producción alavesa.

Al frente de este colectivo se encuentra José Luis Fresno, que a día de hoy no es capaz de estimar la calidad de la producción prevista ni mucho menos el precio con el que la tonelada de cereal saldrá al mercado, regido por los vaivenes internacionales. Lo que sí es seguro es que el cambio de ciclo medioambiental volverá a incidir en el campo, como ya ocurrió el año pasado, cuando la temporada del cereal, que en circunstancias normales suele comenzar en los primeros días de julio, tuvo que adelantarse dos semanas como consecuencia del sofocante calor que esos días abrasó el campo alavés. Antes de echar por tierra la cosecha del año los agricultores optaron entonces por poner en circulación sus tractores y cosechadoras antes de tiempo, con un ojo puesto, eso sí, en la tierra y el otro en el cielo, siempre pendiente del temeroso granizo de verano.

La ausencia de lluvias y tiempo húmedo así como la óptima mecanización de la flota agraria alavesa permitió hace un año realizar la recolección en buenas condiciones y en tiempo, por lo que todos los afectados dentro del sector confían en que en la presente campaña se vuelvan a repetir los mismo resultados, calificados como "excepcionales", tanto en ratios de rendimiento como de calidad (humedad, peso y proteína). En este sentido, desde las cooperativas Garlan y Sagral se insiste en la importancia de la cebada alavesa para maltería y producción de cerveza, produciéndose en Álava el 10% de la malta de todo el Estado. Aproximadamente la mitad de la producción de cebada se destina a malta (unas 40.000 toneladas) y el resto se utiliza como pienso.

buenos Rendimientos El agro alavés confía también en mantener, sino mejorar, los ratios de rendimiento por hectárea registrados hace ahora un año, cuando se computaron medias de trigo y cebada que oscilaron entre los 6.500 y 7.000 kilos por hectárea, según datos aportados por las cooperativas alavesas, que recolectan cada año el 90% del cereal. En el caso de la avena, según estas mismas fuentes, el rendimiento se situó en torno a los 6.000 kilos por hectárea. A estos "excelentes" resultados se unió un no menos buen precio final, ya que las especulaciones derivadas de los mercados internacionales, que son quienes fijan su coste, favorecieron los intereses alaveses como consecuencia de la escasa previsión que se lanzó entonces, influenciada fundamentalmente por la sequía que padecieron los Estados Unidos. A la espera de lo que pueda ocurrir dentro de unas semanas, y a pesar del retraso en la cosecha, se espera en el agro local tanto una buena cosecha como un buen precio final.

futuro incierto Un escenario a priori optimista que sin embargo no esconde la otra realidad del sector. Porque si las condiciones climatológicas no fueran ya de por sí una amenaza extraordinaria para el sector, los agricultores deben lidiar también con dos asuntos tan históricos como preocupantes: la desconfianza y sobre todo la falta de relevo generacional en un gremio abocado a desaparecer si no se toman las medidas adecuadas, sostiene con cierta resignación José Antonio Gorbea, presidente de la UAGA. "Cada vez hay menos explotaciones en Álava y la edad media de nuestros agricultores ronda ya los 55 años, de modo que es cuestión de tiempo que esto acabe si no hacemos algo pronto", sostiene con frecuencia este portavoz. Las advertencias no se quedan ahí y el panorama empeora cuando se escarba en las condiciones laborales y económicas de un gremio históricamente huérfano de beneficios sociales, que lleva al presidente de este colectivo a denunciar "que no somos, ni lo hemos sido nunca, ciudadanos de segunda".

Al margen de clichés más o menos adecuados, la rentabilidad por hectárea es otro de los indicadores más fiables para explicar el preocupante futuro del sector. "Aquí sube todo menos lo nuestro. La luz sube, el gasoil, los impuestos... En cambio el precio de nuestros productos siguen a la baja. ¿Así como pretenden que un joven se haga cargo de una explotación agrícola o ganadera?", critica el presidente.

¿Y qué se puede hacer? Apunta Gorbea, entre otras medidas, la necesidad de invertir "de verdad" en infraestructuras y plataformas comerciales para que cuando concluya la crisis "estemos preparados y podamos ser capaces de autoabastecernos a unos precios mucho más competitivos", quien sabe si al margen del sistema cooperativo tan presente en el mundo agrario y ganadero. "Somos proyectos individuales y cada uno tenemos nuestro propio problema dentro de nuestra propia explotación, y muchas veces estamos demasiado pendientes de las cooperativas, que tienen un nombre muy bonito y suenan my bien, pero que luego no dejan de ser empresas al uso".

Ayudas a la financiación Concluye el presidente de la UAGA con la necesaria apuesta por la tierra y el ganado de la mano de los jóvenes, de la vocación de los futuros agricultores que cultivan escuelas como la de Arkaute y que necesitan la confianza y el apoyo de las instituciones para ponerse al frente de la explotación. "Si no lo entendemos y vemos así estamos ciegos, pero la realidad es así de cruda".

Precisamente en esta línea, La Caixa lanzó ayer una nueva línea de financiación dirigida a impulsar el crédito en el sector agrario y a facilitar la financiación de proyectos de desarrollo sostenible respetuosos con el medio ambiente. Bautizada como ecoFinanciación, la nueva herramienta cuenta con una gama importante de opciones que resultarán prioritarias para aquellos proyectos del sector que mejoren la eficiencia en el uso del agua, las energías renovables, la gestión de residuos, la eficiencia energética, la agricultura ecológica y el desarrollo rural, explicó la entidad catalana a través de una nota. La nueva línea bancaria incluye cuatro productos de financiación: ecoPréstamo Agrario, que es un préstamo de hasta 180.000 euros para personas físicas y 300.000 para empresas, con aval de La Sociedad Anónima Estatal de Caución Agraria (SAECA), ecoAgroinversión (crédito abierto con garantía personal), ecoMicrocrédito Negocio, que permite a autónomos o microempresas de productos o servicios ecológicos disponer de hasta 25.000 euros, y ecoLeasing, que facilita la adquisición de equipos de producción de energías renovables que contribuyan al ahorro energético en las instalaciones agrícolas o ganaderas.