Pamplona. solo han pasado dos años desde las elecciones que conformaron el Parlamento de Navarra, pero parece mucho más. La legislatura supera el ecuador en un contexto social, económico y político muy diferente al que salió de los comicios del 22 de mayo de 2011. La leve recuperación económica que auguraban los datos macroeconómicos en el inicio de aquel año -y subrayados por UPN en la precampaña electoral- han dado pie a una nueva recesión a la que no se le ve la salida, y que tiene reflejo en un drama social marcado por el desempleo, los desahucios y las consecuencias de unos recortes que empiezan a pasar factura a las capas más sensibles de la sociedad.

Sin embargo, ha sido el contexto político el que más ha cambiado desde la primavera de 2011. Poco tiene que ver el escenario actual con el que llevó a Yolanda Barcina a la presidencia del Gobierno. En dos años, la líder de UPN ha pasado de dirigir su Gabinete con una cómoda mayoría parlamentaria a un soledad difícil de gestionar. El Parlamento ya ha mandado a toriles varias de sus iniciativas, entre ellas algunas especialmente importantes como la reforma de las urgencias rurales o los Presupuestos de 2013. Un escenario que generaliza la sensación de provisionalidad del Gobierno foral, y que siembra la duda de si Barcina será capaz de aguantar en minoría y sin iniciativa los dos años que restan hasta las elecciones de 2015.

Inestable desde el principio Este, en cualquier caso, ha sido un Gobierno inestable desde el principio. La convivencia entre UPN y PSN en el Palacio de Navarra se mostró tirante desde la misma firma del acuerdo de coalición, con dos gobiernos paralelos cohabitando en una notable desconfianza. Aquel pacto no era del agrado de ninguno de los dos partidos, pero sobre todo de Barcina, que lo había heredado como parte del legado de Miguel Sanz. De hecho, apenas un mes después, la presidenta volvió a recuperar la alianza electoral con el PP de Mariano Rajoy con vistas a las elecciones generales de noviembre de 2011.

Una decisión que con el tiempo se ha demostrado como el mayor error estratégico de Barcina desde que asumió el liderazgo de UPN. Si la convivencia en el Gobierno con su antagonista político ya de por sí era difícil para PSN, el pacto con el PP la hizo insoportable. Demasiado para los socialistas, que para desvincularse de la nueva coalición optaron por reforzar un perfil propio y diferenciado.

El experimento no funcionaba, y quedó claro desde el principio con las declaraciones cruzadas entre líderes, las desconfianzas entre departamentos y los mensajes contradictorios del portavoz conjunto. Ni siquiera había cumplido un año cuando Barcina decidió romper por lo sano y expulsar al PSN del Palacio de Navarra. Ese ha sido el segundo gran error de la presidenta esta legislatura. La manera con la que forzó la ruptura del pacto, de forma unilateral y enviando a Roberto Jiménez la carta de cese de madrugada con un motorista, ha acabado por romper los puentes de UPN con el socialismo, que tras un proceso de reflexión interna ha optado por buscar en el otro lado del arco parlamentario sus alianzas para el futuro. Las consecuencias de la ruptura de la coalición socio-regionalista han sido tan previsibles como preocupantes para el Gobierno de Barcina, financieramente ahogado por la caída de la recaudación y los límites presupuestarios impuestos por el propio Rajoy, y que ahora es incapaz de sacar adelante medidas que al menos minimicen la situación. Su última propuesta, un plan para despedir a los empleados de la Administración, ha vuelto a unir en el rechazo a toda la oposición salvo el PP, aliado fiel pero insuficiente.

Recomposición abertzale Las elecciones generales también provocaron la reconversión del espacio vasquista y abertzale. Lastrado por los malos resultados unos meses antes en la CAV, de cara a los nuevos comicios Aralar optó por sumarse a la acumulación de fuerzas liderada por la izquierda abertzale, en este caso bajo el nombre de Amaiur, mientras que el resto de NaBai, liderado por Uxue Barkos, se agrupó en una nueva coalición, Geroa Bai. La división tuvo su lógico reflejo en las instituciones, sobre todo en el Parlamento y en el Ayuntamiento de la capital, donde los grupos han terminado divididos. Con mayoría para Geroa Bai en Pamplona, y para Aralar en el Parlamento.

En la práctica, el cambio ha convertido a EH Bildu, la nueva marca que engloba a Bildu y Aralar, en la primera fuerza de la oposición parlamentaria. Los dos grupos han optado por una dinámica conjunta en las principales iniciativas legislativas, y que tuvo su mejor reflejo en la fallida moción de censura del pasado 18 de abril. La propuesta no salió adelante por la abstención del PSN, pero dio pie a los contactos entre los grupos de la oposición, todavía recelosos entre sí, pero que empiezan a sentar las bases de una confianza que puede ser importante para el futuro.

Lenta Agonía A dos años de las elecciones, la política navarra queda sumida así entre la lenta agonía del Gobierno foral y las dificultades de la oposición para convertir su mayoría de oposición en mayoría de gobierno. Es la dialéctica en la que se debate ahora el futuro de la comunidad, y que de una u otra forma se deberá clarificar en los próximos meses.

Barcina, que tiene que gestionar además un partido roto por la mitad, insiste en que pase lo que pase no convocará elecciones. Ni las perspectivas políticas de UPN ni las propias judiciales, con la instrucción del caso de las dietas de Caja Navarra en marcha, aconsejan un adelanto de los comicios. Por lo que este solo llegará si así lo fuerza la oposición, que de momento no ha logrado sumar a la causa electoral al PSN, tan preocupado como UPN por la respuesta que en este momento pueden deparar las urnas. Cualquier reflexión se aplaza así hasta después del verano. Será entonces cuando el contexto social, económico y político, condicionado ahora por la evolución judicial del caso de las dietas de Caja Navarra, sentencie si la presidenta puede acabar la legislatura o hay que volver a repartir la baraja electoral.