MANOS limpias de suciedad y grasa, demasiado pulcras para un trabajo tan pringoso. Síntoma inequívoco de que las cosas están cambiando en un gremio históricamente acostumbrado a convivir con la mancha de aceite en el suelo y la grasa en el mono de faena. Pero algo está pasando, porque nada de eso asoma ya por la red de talleres de reparación que existe en Vitoria, lastrada por las nefastas consecuencias de la crisis y, en menor medida, el intrusismo y la competencia desleal que cada vez con mayor fuerza se asoman a la profesión. Una tendencia perversa que la Asociación de Empresarios de Automoción de Álava (Adeada) ya denunció a finales del pasado año, fijando entonces el tiro en los talleres que no cumplían con las obligaciones legales así como en la actividad de personas ajenas al gremio que continúan llevando a cabo operaciones de reparación o mantenimiento de vehículos en locales particulares o, incluso, en la propia calle. Actuaciones hasta cierto punto consentidas en tiempos de bonanza -donde había trabajo para todo el mundo- pero que sin embargo ahora son fiscalizadas hasta sus últimas consecuencias. Ahora sí que cada euro cuenta.

Sólo bajo este prisma es posible explicar la "gravísima" situación que atraviesa un sector cuya actividad y facturación se ha desplomado en los últimos tres años en torno a un 20%, sostiene Fernando Díez Zufiaurre, secretario honorífico de Adeada. El razonamiento parece evidente teniendo en cuenta que el mercado automovilístico lleva varios ejercicios hundido -sólo en abril las ventas se desplomaron en Álava un 52%, la mayor caída en Euskadi-, y que el poder adquisitivo de los ciudadanos tampoco está para muchas alegrías. "La gente ni compra coches nuevos ni lleva a reparar y mantener los antiguos con la asiduidad que resultaría necesaria para su seguridad", añade Zufiaurre. Como consecuencia de esta ralentización, la actividad en los proveedores de neumáticos también se ha visto castigada con guarismos cercanos al 22%, un escenario algo mejor que el de los carroceros, donde el descalabro ha sido mucho mayor. La actividad de chapa y pintura cae un 54%. "La realidad es así de triste y preocupante", ahonda el técnico de este colectivo, que agrupa en la actualidad a 135 talleres.

sube la morosidad Uno de ellos es Jusabi, fundado en 1990 y con sede en la calle Soraluce, en el entorno del polígono de Betoño. Su responsable es Juan Carrero, que emplea a siete trabajadores -cinco mecánicos y dos administrativas- en un taller donde afortunadamente las cosas "van", responde con cierta ironía sin perder de vista a la veintena de automóviles que aguardan una revisión. Esta fotografía resulta poco habitual en el resto de talleres, acostumbrados ahora a cambiar su forma de trabajar. Una filosofía donde el mantenimiento apenas supone ya negocio en detrimento de los grandes problemas, "los marrones serios", revela el gerente, "que son mucho menores pero desde luego más caros", añade. "La gente se la está jugando y aguanta con el coche hasta que éste ya no da más de sí, sin embargo cuando vienen al taller ya es demasiado tarde", continúa el mecánico. Es entonces cuando llegan las sorpresas, desagradables, claro, y las temidas moras. Porque a la ya de por sí asfixiante carga que viene soportando el gremio -caída de la actividad, ausencia de clientes e intrusos que revientan el mercado- ahora se suma la sombra de los impagos, que cada día se torna más alargada.

Sin ir más lejos, advierten en Adeada, en el último ejercicio el índice de morosidad se ha duplicado, pasando del 3% al 6%, una vuelta de tuerca más que seguramente supuso la puntilla para los 14 talleres que en 2012 tuvieron que echar la persiana. En este sentido, en lo que va de año el balance afortunadamente es neutro porque a los tres anuncios de cierre se han sumado otras tantas aperturas. Algo es algo, se consuelan en el sector.

sin margen de beneficio Ante semejante escenario cabe preguntarse cómo es posible sobrevivir en estas circunstancias. La respuesta, al parecer, no hay que buscarla en políticas de ampliación horaria o en campañas agresivas de lanzamiento o consolidación, ni tan siquiera en una reducción de personal, que en muchos casos está siendo inevitable, si no en el margen propio del negocio. En estrechar los recursos económicos de un taller hasta el punto de obtener apenas beneficios. "Ésa está siendo una alternativa real, que tratamos de acompañar con una política de productos de bajo coste para soportar las pérdidas", añade el gerente de Jusabi. Productos de momento libres de la tiranía comercial de las grandes marcas como el aceite, las ruedas, los frenos o amortiguadores. Materiales low-cost para un tiempo de circunstancias donde la inversión, lógicamente, pasa a un segundo plano.

En los talleres oficiales, en cambio, el panorama es todavía mucho peor. A pesar de que en proporción el número de mecánicos que ofrecen por cliente es inferior que en un taller convencional, el gasto derivado de sus instalaciones hace que el coste de su mano de obra sea mayor, lo que está repercutiendo en un trasvase continuo de clientes oficiales a espacios como Jusabi. En el empeño por revertir este peligroso goteo, marcas como Agromotor en Vitoria, concesionario oficial de la francesa Peugeot, están apostando desde hace ya un tiempo por una política de servicio posventa que "mime" al cliente, aupándolo al escalafón central de su pirámide comercial. "Si no compiten con calidad, servicio y prevención no tienen nada que hacer", añade Fernando Díaz, que aporta un dato clarificador. Un coche que no haya pasado una puesta a punto consume, de media, entre un 10% y un 15% más, un coste importante considerable a pesar del cual muchos talleres alaveses continúan viéndolas venir.