XABIER cumplirá el próximo mes de octubre cuatro años y hace ya casi dos que maneja la tablet y el iPhone de su padre. Lo hace con tanta soltura que el fenómeno llama la atención. Lo que comenzó siendo una mera distracción para escuchar música o ver dibujos animados en Clan ha terminado por convertirse en una acción habitual donde la destreza en el uso resulta extraordinaria. A sus casi cuatro años, Xabier es un nativo digital que aprende conforme avanza y toca, sin apenas esfuerzo y con una capacidad de absorción que igualmente asombra. Pero el aprendizaje en edades tan tempranas es así, por estimulación y empatía. Así que el fenómeno resulta habitual, tanto en los niños de su misma generación como en los de la anterior, hoy ya veinteañeros.

En el otro extremo de esta historia de tecnología y era digital se asoma Cristina, una empresaria de un comercio de moda en Vitoria que ronda los 60 años y cuya relación con las nuevas tecnologías siempre ha sido nula. Reconoce desde su local en el centro que en los últimos años el teléfono móvil ha sido "lo más" que se ha aproximado a las nuevas tecnologías, fundamentalmente para mantener el contacto con la familia y el entorno. Pero poco más. El resto, asegura cuando se refiere al e-mail o herramientas como Facebook y Twitter, "siempre bien lejos" por desconocimiento, miedo y, sobre todo, pereza. Sin embargo, nada es eterno. Y el hecho de que uno de sus hijos se desplazara este curso a Finlandia con una beca Erasmus cambió las cosas. A peor, claro. Porque esta vitoriana pasó de mantener una relación cercana y diaria con su hijo pequeño a tener que enfrentarse con una ausencia tan prolongada como indefinida. Un incómodo abismo que encajó con desagrado.

Pero a la fuerza ahorcan, así que Cristina, como otros tantos padres y madres en su misma o parecida situación, tuvo que buscarse la vida para acortar distancias. Remedio que encontró en las redes sociales, en concreto en Skype, la aplicación para realizar llamadas gratis a través de Internet. El esfuerzo, recuerda ahora, mereció la pena. No hay día que pase que no se conecte desde el ordenador de su casa para charlar y ver a su hijo, que celebra el paso dado por su madre "a pesar de que hay días en que me llama hasta tres veces", reconoce el joven desde el país nórdico.

Xabier y Cristina. Dos generaciones distintas para una misma era, la digital, cuya brecha, a la fuerza eso sí, parece estar acortándose en los últimos años de manera significativa. Porque a pesar de que el uso de las tecnologías sigue estando en poder de los adolescentes, los mayores cada día las utilizan más, especialmente con la proliferación de los reproductores de los libros digitales. Un ejemplo que no es baladí y que advierte de la existencia de una generación dispuesta al cambio. Rupturas auspiciadas en este caso por la explosión de los e-books (libros electrónicos), pero también por la comodidad que este tipo de tecnología reporta o por la necesidad de estar al tanto, y de manera urgente, de todo cuando se mueve en un mundo al que acceden a diario sus hijos.

dispuestos al cambio Detrás de esa filosofía del Edúcate para educar se encuentra precisamente el éxito de los programas informáticos que desde hace una década viene impulsando la Fundación Mejora de la Caja Vital. Según los últimos datos de su memoria, el pasado año acudieron a sus diferentes cursos -suelen ser un total de diez repartidos por trimestres- en la Casa del Cordón casi 800 vitorianos de entre 55 y 80 años, lo que arroja una cifra global cercana a los 8.000 alaveses que en la última década han contribuido a recortar la llamada brecha digital, el fenómeno que describe a las personas que están completamente descolgadas de las nuevas tecnologías. "Cada vez acude más gente de 55 años para adelante a reciclarse; puede que en su vida laboral hayan tenido algún contacto con la informática, pero desde luego no con los correos electrónicos o las redes sociales, así que demandan una puesta a punto en este campo", explica un portavoz de la Fundación.

Teniendo en cuenta este escenario y que la eclosión digital resulta imparable, no resulta extraño que cursos como los que se impulsan desde la fundación alavesa estén cerrados desde hace tiempo. Que existan incluso listas de espera en éste y otros centros de formación para no quedarse atrás en una revolución que angustia tanto como seduce. Y si no que se lo pregunten al millón de españoles que afirman estar enganchados "permanentemente" a las redes sociales gracias, en parte, a la socialización tecnológica, que ha permitido a las grandes operadoras de telefonía colocar en el mercado más de diez millones de teléfonos inteligentes (smartphones). Por si fuera poco, el fenómeno ha venido para quedarse, ya que el sector de este tipo de dispositivos viene creciendo a un ritmo del 20% en el caso de los móviles y de hasta un 300% anual en el asunto de las tabletas. Cifras extraordinarias para una realidad no menos especial. Con este espectacular horizonte que está llevando a uno de cada diez internautas a estar continuamente participando en redes sociales -la cifra se dobla en el caso de aquellos que acceden varias veces al día-, la brecha digital inevitablemente se irá acortando porque como asegura Cristina, "es como un tren; si no lo coges te quedas descolgado, con todo lo que ello conlleva". Para Xabier, en cambio, esto no es problema. Su cigüeña ya vino con un iPad bajo el brazo.