Se cumplen ya dos años de la Ley Vasca Antitabaco y apenas queda rastro de la polémica que envolvió su nacimiento aquel 3 de febrero de 2011. Ni las supuestas pérdidas en el sector hostelero han llevado a la ruina a cientos de negocios, como aventuraban entonces los más agoreros, ni los clientes han dejado de frecuentar los locales de ocio. La vida, crisis mediante, ha continuado igual en este sentido, salvo con un pequeño matiz, la gente no fuma, y si lo hace, no es desde luego en su lugar de trabajo ni en espacios cerrados. La derivada es el sorprendente resultado de dos años de conciencia social que han dado lugar a un nuevo, y desde luego saludable, escenario en el que nadie cuestiona ya la polémica Ley. Ni tan siquiera Vitoria, que contempla esta suerte de institucionalización ciudadana como un avance social.

La sensación generaliza de esta realidad la confirman los datos del servicio de Drogodependencias del Gobierno Vasco, encargado de tutelar el cumplimiento de esta norma. Si en el primer año de andadura el número de denuncias en Álava ascendió a 76, el pasado año se redujeron prácticamente a la mitad (34), centrándose el 80% en locales vinculados a la hostelería. El resto, según datos de Sanidad, correspondió a ciudadanos que fueron denunciados en su lugar de trabajo supuestamente por sus propios compañeros. Un extremo éste tan difícil de comprobar como en el caso de las denuncias en bares o restaurantes y que ayudarían a entender por qué en estos dos años no se ha producido ni una sola sanción económica como consecuencia de estas denuncias. Ni en Vitoria, ni en Álava, ni en el resto de provincias vascas.

La razón se intuye evidente. Aunque la naturaleza de la Ley resulta inflexible en su planteamiento, su aplicación en términos de sanción resulta farragosa. Hay que recordar que la tramitación de cualquier multa parte siempre de una denuncia individual que la Policía Local o la Ertzaintza deben certificar primero y demostrar después, lo que resulta en la mayor parte de las ocasiones una tarea muy compleja.

Tal vez por ello, pero sobre todo por la sensación de que se trata de una cifra casi residual, el afán lucrativo desaparece esta vez en favor de un beneficio mucho más saludable y social. Un "triunfo", según Naiara Martínez de Ilarduya, psicóloga de prevención de la Asociación Contra el Cáncer (AECC) en Álava, que pone de manifiesto la "madurez" de una sociedad cada vez más sensibilizada con las "terribles" consecuencias del tabaco.

exfumadores

El 60% aguanta un año

La sede de la Asociación es un buen termómetro para calibrar la incidencia de la Ley desde que ésta entró en vigor. Y el veredicto, para su satisfacción, es el mismo: existe una tendencia clara en Álava para abandonar el tabaco, especialmente entre las personas mayores de 30 años, habituadas a fumarse, de media, una quincena de cigarrillos al día. La estadística la conocen bien en este lugar porque sólo el pasado año 80 vitorianos se acercaron hasta su sede en la calle Prado en busca de ayuda. Seis sesiones de hora y media cada una para desengancharse de la adicción y mentalizarse contra el mono, "que obliga a los exfumadores a estar alerta toda la vida", explica la psicóloga. De su último grupo, el 60% ha conseguido llegar al primer año sin pegar una calada, un "éxito" teniendo en cuenta que, de media, ese status se alcanza después de haberlo intentado antes tres o cuatro veces. Así que están contentos en la Asociación con los resultados de la Ley, a la que entienden, poco más le queda por recorrer. "Ahora es el turno de la sociedad, de asumir una mayor conciencia y poner más sentido común a las consecuencias del tabaco", insiste la psicóloga mientras repasa una carpeta repleta de razones para dejarlo.

La Asociación Contra el Cáncer no es el único camino para intentarlo. También Osakidetza, como parte activa de la prohibición, organiza cursos, al igual que otras asociaciones privadas. Por no hablar de los encuentros, cada vez más frecuentes, para combatir la droga a través de la hipnosis o los innumerables sustitutivos como los parches o los chicles de nicotina. Todos de dudosa eficacia "si uno no está convencido desde un primer momento de que quiere dejarlo", advierte Martínez de Ilarduya.

Al otro lado de la barra, es decir, en bares, cafeterías y restaurantes, la incidencia de la prohibición, como la crisis, va por barrios. Así por ejemplo, a locales como La Taberna de los Mundos, frente a la plaza de Los Fueros, la guerra contra el tabaco les ha venido bien. Por las dimensiones de su local y sobre todo por la apuesta que hizo antes de la irrupción de la Ley por un espacio libre de humos, ha convertido este establecimiento en un punto de encuentro habitual para grupos de familias con carros y niños pequeños. "Había una oportunidad y no lo dudamos; para nuestra suerte la cosa salió bien", explica Sergio Uralde, copropietario del local.

Otro termómetro del desplome del tabaco en Vitoria lo representa Alejandro Tobalina, propietario de La Casa del Puro. Confirma este comerciante tras el mostrador de su local en la calle Florida que la caída se sitúa ya en torno al 25% como consecuencia de la Ley, la crisis y el precio, que sitúa el coste de una cajetilla en el umbral de los cinco euros. Pero ahí no acaban las malas noticias. En el caso de los puros, especialmente los de nivel medio, el desplome es todavía mayor. Si en los tiempos de bonanza este popular estanco era capaz de vender unas 25.000 unidades, a estas alturas apenas se alcanzan los 12.000, lo que da una idea, especialmente en la hostelería, de que la cruzada contra el tabaco y el embiste de la crisis continúan lastrando los beneficios de muchos locales. "Puro y buen cliente siempre han sido complementarios, sin embargo esta figura está desapareciendo", reconoce Tobalina. En esta espiral de restricción los hay que se han lanzado al cigarrillo de liar. Un vicio intermedio más barato -el papel y las bolsas de tabaco cuestan la mitad- y, supuestamente, menos nocivo para la salud. Otro mito más para el recuerdo. "Es tan tóxico como el cigarro", concluye Martínez de Ilarduya.