pocos sectores han salido airosos de la coyuntura económica, pero algunos en concreto la arrastran sobre sus espaldas como una pesada losa. Es el caso de las inmobiliarias, condenadas a una situación de "supervivencia" por el parón en seco que aún sufre el mercado de la vivienda y convencidas de que esta situación no mejorará a medio plazo. Los profesionales del sector no ahorran en calificativos para describir su día a día: "Auténticamente catastrófico", "durísimo", "sin solución"... El Instituto Vasco de Estadística, Eustat, aportó este pasado lunes unas cifras clarificadoras en este sentido: El 24,5% de las empresas del sector se vieron obligadas a cerrar sus puertas entre los años 2011 y 2012, doce meses críticos pero que no han sido los únicos de retroceso. En Álava, la época más difícil se dio entre 2010 y comienzos de 2012, cuando desapareció del mapa el mayor número de inmobiliarias. Según Eustat, el territorio perdió diez establecimientos a lo largo de 2011, el último del que existen datos estadísticos.

José Ricardo Arce, presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Álava (COAPI), es una de las voces más autorizadas de este sector. Antes de nada, cabe matizar que no todas las inmobiliarias del territorio son oficinas de agentes colegiados, las que están bajo el paraguas de COAPI y que sorprendentemente no han sufrido cierres desde que estalló la crisis salvo por razones naturales, la jubilación de sus propietarios. La última clausura fue hace ya más de dos años, según los datos de Arce. A día de hoy, existe una veintena de inmobiliarias colegiadas en Álava, que aun y todo sí se han visto obligadas a reducir "al mínimo" sus plantillas para mantenerse a flote. "La situación es muy dura, es un momento de supervivencia. No hay ventas y cada cual sale adelante como puede", describe el profesional.

La falta de crédito no es a juicio de Arce la única causa de esta realidad. "Se están dando préstamos, aunque muy controlados, eso sí. Pero la clave es la inseguridad que existe en el trabajo y el miedo a embarcarse en un proyecto tan a largo plazo como es la compra de una vivienda", describe. En este contexto, el mercado del alquiler se erige como "el único modo de poder salir" para las inmobiliarias, y eso que "cada vez cuesta más tiempo sacar los pisos".

En establecimientos como Fincas Urizar sí se están haciendo "algunas cositas puntuales", también compraventas, pero "muy despacio y negociando todo a la baja", según reconoce José Urizar, su propietario. Con cerca de 40 años de experiencia en el sector, este veterano profesional ha pasado por todas las etapas recientes, la imparable expansión urbanística de Gasteiz, la burbuja, su pinchazo... Y reconoce que nunca se ha visto como ahora. "Está muy complicado, eso es dominio público. Y no le veo solución al problema. Se decía que 2012 iba a ser un poco mejor que el anterior pero no se ha visto nada de eso. Y 2013 sigue siendo nefasto", reconoce Urizar.

Apenas existe en la actualidad un perfil de comprador, los jóvenes que adquieren VPO "a la carta". Entretanto, el mercado de la vivienda libre sigue "paralizado". En este difícil contexto, aun y todo, sigue habiendo potenciales vendedores que pretenden sacar tajada de los pisos de segunda mano que quieren abandonar. "Hace poco vino una señora a poner un piso a la venta y le recomendé que lo sacase al mercado por 150.000 y 160.000 euros. ¡Se echó las manos a la cabeza! Y lo compro por 500.000 pesetas -apenas 3.000 euros-", advierte Urizar.

recortes En esta inmobiliaria de pequeño tamaño siempre ha habido entre dos o tres trabajadores y no ha sido necesario realizar ajustes de plantilla, no así en Fincas Landa, donde de un tiempo a esta parte se han quedado "a la mínima expresión". Así lo reconoce Julio Campos, quien "subsiste" a base de alquileres de locales y viviendas. "Es complicadísimo poder sobrevivir. Se intenta reducir el gasto al mínimo, pero puede ser la pescadilla que se muerde la cola. Si dejamos la publicidad, ¿cómo llegamos a la gente?", se pregunta. En tiempos no muy lejanos, hace algo más de un año, esta inmobiliaria llegó a contar en su plantilla con hasta siete trabajadores, porque disponía también de un equipo propio de producción y construcción. Técnicos, aparejadores, arquitectos, administrativos... Ahora, sólo permanecen tres. "No me extraña que haya gente que no puede subsistir", reconoce Campos.

También para este profesional el presente 2013 se presenta como "una continuación clarísima" del ejercicio anterior, "auténticamente catastrófico". El "temor" de la gente a perder su empleo y la "incertidumbre" económica siguen haciendo mucho daño. "Esto no es como comprarse unos zapatos", recuerda. Urizar va incluso más allá: "La gente ya no compra ni zapatos ni ropa, como para comprar un piso".

Arce, desde COAPI, advierte de que recuperar el mercado inmobiliario no está en las manos del sector y que va a costar bastante. "Esos tiempos en los que alguien no tenía trabajo y montaba una inmobiliaria han pasado a la historia", argumenta. Campos, entretanto, incide en que la apertura del grifo del crédito será el primer paso de la recuperación. "Hasta entonces, supervivencia pura y dura", asume. Imposible pisar de nuevo el acelerador.