Vitoria. El asociacionismo horizontal, la constitución de plataformas ciudadanas de presión ante las decisiones de los gobiernos y, en definitiva, la contestación en la calle, han sido desde siempre -al menos desde que se puede hacer sin incurrir en delito, e incluso desde antes- una característica propia de la idiosincrasia vasca. Álava no es ajena a esta efervescencia ciudadana, y aunque aquí no ha habido una reacción indignada asimilable a la de Madrid, Valencia o Barcelona, sí es cierto que la gente se mueve desde siempre en defensa de causas muy diversas y concretas.

Araba sin Garoña Hace ahora una década que nació la plataforma Araba sin Garoña, que trataba de aglutinar toda la oposición a la central nuclear más vieja del Estado. Manifestaciones en Vitoria, concentraciones anuales frente a las puertas de la instalación nuclear, contrainformación frente a los datos oficiales, y una presencia constante han contribuido a la clausura -ahora, de nuevo, en tela de juicio- de una planta que se encuentra a 40 kilómetros en línea recta de Vitoria. Por ello, porque esta ciudad es la más grande del entorno inmediato de la central, ha sido aquí donde más peso mediático y ciudadano ha tenido la oposición a Garoña, una de cuyas características ha sido la de ir ganando en homogeneidad y pluralidad con el paso de los años hasta el punto de que, ahora, prácticamente todo el arco político respalda sus tesis. No siempre ha sido así, pero desde la calle se fue ganando el debate. El accidente de Fukushima y la nueva política energética del PP, que quiere hacer tributar más a las empresas energéticas, han hecho el resto.

Mendiak Aske Está claro que el de la energía es uno de los ámbitos que más moviliza a la población, aunque no siempre tenga la repercusión que merece el tema en los medios de comunicación. Mendiak Aske nació, fruto de la preocupación de un grupo de amantes de la Naturaleza del territorio alavés, para poner coto a los planes de las eléctricas y las administraciones en relación a la energía eólica, un recurso verde que en aras a la sostenibilidad se pretendía implantar en zonas protegidas. Multitud de marchas montañeras visibilizaron la oposición a los grandes parques eólicos por parte de un grupo que abogaba por racionalizar la implantación de esta fuente de energía sin tener que renunciar a ella. El fin de las primas a las renovables ha supuesto un respiro para un grupo cuyo activismo ha tenido reflejo en la clase política del territorio alavés. Su postura frente a la energía eólica, como se ha demostrado en las Juntas Generales con el Plan Mugarri, marca diferencias con lo que se piensa sobre el tema en el resto de Euskadi.

Alta tensión De nuevo la electricidad mueve a los ciudadanos de Álava. Red Eléctrica Española quería tirar una línea de alta tensión atravesando el territorio en una carrera ciega hacia Vitoria que cruzaba espacios protegidos con el interés general como salvoconducto. Tuvo que salir a la calle buena parte del mundo rural alavés, que encarteló caseríos y ayuntamientos, y hubo que manifestarse en Vitoria para que los partidos se pusieran a buscar alternativas, con unas elecciones de por medio, la reválida que siempre empuja a las formaciones a esforzarse un poquito más ante las reclamaciones ciudadanas. Finalmente, el PNV propuso una fórmula tan sencilla y barata -conectar dos redes con una línea de apenas unos pocos kilómetros- que sorprende que a nadie se le hubiera ocurrido antes.

Fracking Ez Es ésta la versión 2.0 de la oposición popular a la implantación o mantenimiento de grandes infraestructuras energéticas. El fracking es la nueva revolución, el maná, la solución a los problemas energéticos y económicos, y Álava tiene escondida bajo sus fincas, pastos y montañas una gran bolsa de gas a la que se puede acceder mediante esta técnica. La plataforma Fracking Ez Araba nació deprisa y corriendo a finales de 2011 para hacer frente a un proyecto que llegó a Euskadi igual, de repente. Sin embargo, en apenas unos pocos meses, la preocupación llegó a calar tan hondo en Álava, singularmente en los pueblos pequeños -plagados de carteles contra la fractura hidráulica-, que la manifestación del pasado mes de octubre superó todas las expectativas y movilizó en Vitoria a más de 13.000 personas.

¿Arriaga o Euskaltzaindia? En el caso de la estación de autobuses que por fin se ha empezado a construir, tras veinte años con una instalación indigna y eternamente provisional, se da una paradoja. En 2008 los vecinos del entorno del parque de Arriaga salen a la calle. El Ayuntamiento quiere construir la estación en uno de los más grandes y simbólicos espacios verdes de la ciudad y la movilización no tarda en producirse. Decenas de carteles verdes cuelgan de las ventanas, se organizan marchas al centro desde el parque y familias del barrio se fotografían abrazadas a los árboles. Llegan las elecciones municipales, Lazcoz cae, llega Maroto y el panorama cambia de forma radical. El nuevo alcalde mata dos pájaros de un tiro. Fulmina el proyecto del BAIC, ese faraónico palacio de congresos que iba a ocupar la plaza de Euskaltzaindia, a apenas un centenar de metros del parque, y salva ese pulmón ciudadano por el que tanto han peleado los vecinos de la zona. La nueva estación se construirá sobre el inmenso agujero del fallido proyecto socialista. Sin embargo, Maroto no contaba con que al otro lado de Portal de Foronda los vecinos también tienen capacidad de movilización. A SOS Parque Arriaga le sustituye Euskaltzaindia Plaza Bizia. Estos ciudadanos se muestran tanto o más activos que los de la acera de enfrente, vuelven los carteles a las ventanas, los turnos populares, las concentraciones y los dolores de cabeza para los partidos políticos, que en esta ocasión no pueden hacer caso de la voluntad popular porque ésta se haya dividida en dos. Solución: un inédito referéndum que finalmente no llega a realizarse y el proyecto de Maroto que sigue adelante.

Reacción ante los desahucios Esta asociación es, sin duda, hija legítima de los tiempos que corren. Vitoria ha registrado este año decenas de desahucios, y miles de potenciales afectados -los que van a perder su subsidio de desempleo en los próximos meses- miran al futuro con pavor. En este contexto, Kaleratzeak Stop Araba aglutinó a varios ciudadanos anónimos dispuestos a prestar asesoramiento legal a estas personas y a presionar en las instituciones y las sucursales bancarias para atajar un problema que los políticos han abordado varios meses después -salvo el Gobierno Vasco, que apostó por la mediación antes del verano-, cuando ha alcanzado tintes de alarma social. En todo caso, de momento siguen siendo los voluntarios de Kaleratzeak Stop quienes acompañan a los potenciales desahuciados al banco, en lugar del funcionario correspondiente. Su trabajo es heredero del que desde hace años realizan pequeñas asociaciones que, por ejemplo, se ocupan de los más desfavorecidos de entre los más desfavorecidos, aquellos cuyo aislamiento social ha llegado a tal punto que son excluidos incluso de los recursos asistenciales de la Administración. Y eso que Álava, en comparación con otros lugares, ha sido hasta hace relativamente poco un territorio modélico en este ámbito.

SOS Iruña-Veleia La movilización social surge aquí de forma casi inmediata, como un resorte, cuando se trata de defender el medio ambiente, a los desfavorecidos, o en cuestiones muy concretas referidas al ámbito vecinal. Sin embargo, una extraordinaria polémica histórico cultural ha hecho saltar del sillón a muchos ciudadanos anónimos que exigen transparencia absoluta. SOS Iruña-Veleia nació después de que en 2008 una comisión científica multidisciplinar organizada por la Diputación calificara de falsos, con absoluta rotundidad, los grafitos con referencias en euskera y latín, con crucifijos o con inscripciones egipcias que aparecieron en el yacimiento romano, y que de ser auténticos hubieran supuesto una auténtica revolución histórica con Álava como epicentro. La nueva plataforma reclamaba estudios más profundos sobre las piezas, la realización de pruebas que pueden corroborar la autenticidad o falsedad de las cerámicas y la aclaración de todo lo sucedido en torno a un episodio que a su juicio se ha cerrado en falso y que, para bien o para mal, ya forma parte de la historia de Álava. La tajante apuesta por la falsedad del grupo de expertos y el golpe mediático que supuso aquel veredicto enterraron el caso en los medios de comunicación, pero la plataforma sigue con su labor, a la espera ahora de que las nuevas pruebas ordenadas por la Justicia permitan datar las inscripciones en las cerámicas y arrojar luz sobre el caso.