BILBAO. A estas horas ArturMas debe estar plenamente arrepentido de su decisión de adelantar laselecciones al Parlament de Catalunya. Su apuesta por anticipar loscomicios se apoyaba en su idea de lograr la mayoría absoluta -o almenos acariciarla- agitando la bandera del soberanismo, espoleado porla histórica manifestación de la Diada del 11 de septiembre que sacó ala calle a más de un millón y medio de ciudadanos catalanes con lareivindicación de un Estado propio.

Noha sido así, ni de lejos. En vez de sumar escaños ha perdido un puñadode ellos, doce, y en una noche electoral aciaga para sus intereses sele han abierto varias vías de agua en lo que estaba condenado a ser unabalsa de aceite. Es verdad que ha sido el partido claramente vencedor,doblando con creces a la segunda fuerza electoral y que, por tanto, lecorresponde la responsabilidad de formar gobierno, pero su liderazgo alfrente de CiU ha quedado en entredicho después de que su órdago, con untelón de fondo plebiscitario, ha fracasado con estrépito. En loscuarteles generales de los convergentes se barruntan días de cuchilloslargos, de tiritas y agua oxigenada. El mazazo electoral abrirá unperíodo de reflexión y las desavenencias con la Unió de Josep AntoniDuran i Lleida aflorarán en el mañana de la federación.

Suproyecto soberanista también queda en cuarentena a la luz de su debacley de que las fuerzas soberanistas -aun siendo mayoría en el Parlamenttras doblar ERC su representación de las elecciones de 2010 y sumartres escaños el CUP independentista en detrimento de Solidaritat quepierde sus cuatro-, sigue siendo mayoritaria pero algo menos que hacedos años. Mas ha centrado el debate electoral en un tema, elsoberanismo, que favorece más a ERC que a la propia CiU, lo que explicael trasvase de votos de un partido hacia el otro: doce escaños pierdenlos convergentes, once gana Esquerra.

En cualquier caso, y pese al minisorpassodel partido liderado por Oriol Junqueras, que le sitúa como segundaformación en Catalunya, las fuerzas soberanistas sostenían antes deayer que no había más alternativa que la creación de un Estado propio,pero a la luz de los resultados este escenario se presenta más inciertoincluso que antes de las elecciones, a pesar de que Mas dijo que lo ibaa llevar a término en cualquier caso.

Ensu comparecencia pública una vez cerrado anoche el escrutinio, Mas pasóde puntillas por la cuestión soberanista y tiró de pragmatismo alseñalar que "no hay una alternativa de gobierno en Catalunya que nopase por CiU". Recordó que ha ganado con varios cuerpos de distancia asus adversarios y admitió que sus resultados no han sido los previstospor ellos -tampoco por las encuestas en general y los analistas y losmedios de comunicación en su conjunto-. Pero apeló a la"corresponsabilidad" del resto de los partidos para garantizar lagobernabilidad de la Generalitat. Con esta declaración Mas interpela alas tres fuerzas políticas que le aseguran una mayoría en el Parlament:ERC, con 21 escaños, Partido Socialista de Catalunya (PSC), 20representantes, y Partido Popular, 19 parlamentarios.

Conellas intentará en las próximas semanas trabar algún tipo de acuerdoque le permita gobernar con estabilidad en un escenario en el que, acorto y medio plazo, se atisban nuevos recortes y en breve deberácontar con unos presupuestos generales.

Laselecciones han dejado un panorama muy fragmentado y polarizado, más delo que ya estaba en la legislatura anterior. Los acuerdos quenecesariamente deberá trabar si quiere evitar adelantar de nuevo laselecciones y agotar la legislatura los va a pagar muy caros después desu fracasada apuesta. El president dejó abierta la puerta incluso a unacoalición de Gobierno. "No podemos liderar solos. En el Parlament o enel Gobierno debe haber apoyos explícitos y responsabilidades". CiU ve aERC como el socio ideal porque es el que le garantiza seguir adelantecon la consulta que, aunque con la boca pequeña, dijo que la mantendrá.

En todo caso, los comicios handejado un rastro difícil de borrar en las relaciones entre CiU y elresto de partidos, especialmente con el Partido Popular. La campañaelectoral ha dejado muy deteriorados los vínculos entre convergentes ypopulares con acusaciones graves rozando la hipérbole. Para más inri,los últimos coletazos de la campaña se han visto enfangados con elsupuesto informe que nadie ha visto sobre las posibles cuentas de Mas yla familia Pujol en Suiza y han dinamitado los puentes entre ambasformaciones, ya destruidas desde el portazo de Mariano Rajoy alpresident cuando este le reclamó el Pacto Fiscal, una suerte deConcierto económico -similar al de la CAV y al Convenio navarro- parapaliar lo que una mayoría de la sociedad catalana considera un"expolio" de España hacia Catalunya que "da más de lo que recibe".

Encualquier caso, el PP sale airoso del envite ya que gana unparlamentario respecto a hace dos años, Rajoy ha logrado su objetivo desegar la hierba bajo los pies de Mas y reduce su distancia sobre lossocialistas, aunque no lo suficiente para evitar quedar como cuartafuerza por el vendaval de Esquerra.

Escenario incierto ElPSC es otra de las formaciones con las que podría intentarlo, aunque elpartido liderado por Pere Navarro no parece la alternativa más boyantedespués de haberse trastabilado electoralmente al dejar de ser lasegunda fuerza electoral en Catalunya y consumar la debacle del PartidoSocialista en el conjunto del Estado tras los varapalos recibidos enGalicia y en Euskadi. El adelanto electoral le pilló con el piecambiado y tuvo que improvisar un líder de la noche a la mañana ytambién un programa social y nacional que se ha visto desbordado porlos acontecimientos y ha dejado un partido desdibujado y con demasiadasdudas y cuestiones internas pendientes como para afrontar desafíosexternos de calado.

La otraalternativa es ERC, crecida tras doblar su representación y que sepresenta como el ariete independentista para el nuevo tiempo políticoque se abre en Catalunya. Esquerra será la mala conciencia de Mas si este decide desviarse de su ruta soberanista.

Precisamente esta es una de las grandes incógnitas que ha de resolverseen las próximas semanas. Si el líder de CiU y, previsiblemente, denuevo president catalán mantendrá la carrera soberanista que conduciráa Catalunya a un proceso que terminará en una consulta o virará haciaotro rumbo en clave de gestión. La clásica disyuntiva entre elsentimiento o la gestión.