Vitoria. El presidente del PP en Euskadi, Antonio Basagoiti, no dará "la espantada", pero sí moverá ficha. Un día después de anunciar que no volverá a postularse en las elecciones autonómicas, ayer se lanzó a la reestructuración de la plancha electoral alavesa del 21-O para habilitar un hueco a Mari Mar Blanco y reforzar así los puentes cada vez más deteriorados entre su partido y las víctimas del terrorismo. Y lo podría hacer, al parecer, sacando de la plancha al número dos y alcalde de Vitoria, Javier Maroto.

La versión oficial es que los cinco aforados electos "están dispuestos a ceder su escaño" para que Blanco retome su actividad en la Cámara autonómica, aunque según ha podido saber este periódico, Iñaki Oyarzábal, Laura Garrido y Carmelo Barrio seguirán en el Legislativo, lo que sitúa la duda entre el primer edil vitoriano y Carmen López de Ocáriz.

Basagoiti pone fin así a una de las mayores decepciones que poblaron la noche electoral de su partido. En un ámbito decaído por la fuga de 16.000 votos, la pérdida del sexto escaño por Álava, el que teóricamente debía corresponder a Mari Mar Blanco, fue una de las notas más tristes que la familia popular vasca vivió en los estertores del 21-O. La hermana de Miguel Ángel Blanco no ocultó su desazón frente a sus compañeros, quienes, según fuentes próximas a la exparlamentaria, se afanaron en consolar las lágrimas que los resultados electorales originaron. Estas mismas fuentes apuntan a que la consecución del sexto aforado por el territorio alavés era una previsión de la que no dudaban en el partido, conscientes de la importancia mediática, social y política que la figura de Blanco supone para las siglas conservadoras.

Pero el fallo en el cálculo y las crecientes voces internas que cuestionan las directrices establecidas por Basagoiti para la nueva andadura del PP han obligado al presidente regional a corregir la trazada y lanzar un claro mensaje conciliador a las víctimas de ETA, el mismo colectivo desde donde numerosas voces críticas han cuestionado la estrategia tanto de Mariano Rajoy como de sus más fieles correligionarios en la gestión del fin de la banda armada.

Basagoiti y el núcleo generacional que capitanea el PP vasco, en el que figuran nombres propios como Iñaki Oyarzábal, Arantza Quiroga o el propio Javier Maroto, han demostrado en todo momento su férreo apoyo a los postulados de su jefe de filas en Génova, en un claro intento de cimentar nuevas estrategias y dilatar la brecha que les separa de anteriores gestores de la formación conservadora en Euskadi.

Estos últimos, fieles partidarios de las recetas que Jaime Mayor Oreja y María San Gil implantaran en la bancada popular a la hora de entender la política, repiten mensajes desde el 21-O que ponen en evidencia que en el PP en general y en la división vasca en particular existe una herida que sigue sin cicatrizar.

El eurodiputado Carlos Iturgaitz o el exparlamentario vasco Santiago Abascal ejemplifican con sus argumentos una visión crítica latente que recupera la fuerza que conceden unos malos resultados electorales para azuzar la polémica que acompañó el fin de la era San Gil y el inicio de la etapa de Basagoiti.

En esta misma línea, medios escritos ligados a la derecha española han comparado los resultados cosechados por el líder del PP vasco con el número de escaños que San Gil o, sobre todo Mayor Oreja, obtuvieron en épocas lastradas por la violencia de ETA y el elevado número de muertos que se repetía en macabras secuencias.

Desde su atalaya consistorial, Javier Maroto observa los dardos envenenados entre sus compañeros de partido con el convencimiento de que su presente y futuro -al menos a corto plazo- pasan por el Ayuntamiento de Vitoria.

Preguntados sus asesores sobre el ámbito de trabajo en el que el número dos de la lista por Álava se iba a centrar en la Cámara vasca, respondieron que "Vitoria, Vitoria y Vitoria" ocuparían el tiempo del alcalde-parlamentario. Así las cosas, y una vez destapada la intención de Basagoiti de retocar la lista electoral alavesa, el nombre de Maroto cobra fuerza para el desalojo legislativo, según apuntan fuentes conocedoras de los hechos.

El primer edil de la capital gasteiztarra llegó a la plancha alavesa después de que el lehendakari, Patxi López, anunciara su intención de concurrir por este territorio. Los tres años y medio que el secretario general del PSE ha residido en Ajuria Enea parecían suficiente justificación en el abandono de su Bizkaia natal a la hora de solicitar el apoyo de la ciudadanía alavesa.

Entonces, desde el PNV enmarcaron esta decisión en un intento de López por evitar que la victoria de Iñigo Urkullu lastrara la imagen del primer espada socialista en tierras vizcaínas. Y de forma paralela, los propios socialistas interpretaron la incorporación de Maroto a la plancha de Iñaki Oyarzábal como la fórmula ideada para contrarrestar el peso del lehendakari.

Con estas visiones sobre el tablero, la candidatura del alcalde vitoriano mantuvo viva la polémica desde sus inicios. Maroto esgrimió la makila de alcalde en todo momento y declaró que su trabajo en el Parlamento Vasco, en caso de que fuera elegido, serviría para abordar temas exclusivamente ligados a Vitoria. Las críticas se sucedieron en cascada desde las demás formaciones que, al parecer, verán como desde mañana se esfuma definitivamente el supuesto efecto Maroto de la realidad autonómica y el dirigente popular regresa a sus dominios en la Plaza Nueva.

Oyarzábal se encargará hoy de disipar dudas en una rueda de prensa que celebrará en Vitoria.