Bilbao. Hay un dato que no dice nada y que lo dice todo. El PNV yendo en solitario a unas elecciones autonómicas jamás había obtenido más de 22 escaños. Jamás. La dolorosa escisión jeltzale y la posterior aparición de Eusko Alkartasuna redujeron los 25 y 32 escaños de las dos primeras legislaturas, las de 1980 y 1984 con Garaikoetxea de lehendakari, a 17 en 1986. Un drama. Un dramón. A partir de ahí, el tiempo, el trabajo y la cicatrización de las heridas elevaron el techo nacionalista a los 22 escaños de 1990 y 1994, con el lehendakari Ardanza al frente.
Ibarretxe arrancó su primera legislatura como lehendakari con 21 escaños. Superar ese listón parecía un imposible, una quimera. Más en unas elecciones como las de ayer, ubicadas en mitad del desierto por una crisis brutal y un descrédito de la política no menos brutal. Más con la fragmentación del país. Más con la campaña del miedo que han realizado partidos y medios constitucionalistas. Más con una izquierda abertzale más fuerte que nunca en la Cámara. “Nos conformamos con ganar por un escaño a EH Bildu”, confesaba un dirigente jeltzale por la mañana, acongojado por la baja participación. El miedo era libre, pero no fundado.
El recuento dejó claro, muy claro, que los vascos confían en el PNV. Que confían en Iñigo Urkullu, que confían en su seriedad, que confían en su trabajo, que confían en su fuerza como partido, que confían en su experiencia de cuarenta años de gestión en gobiernos de país, ayuntamientos y diputaciones, que confían en el recuerdo positivo que han dejado esas cuatro décadas de construcción de esta Euskadi, que confían en su proyecto para buscar una solución a la crisis, y que depositan en Urkullu y su partido, en este momento tan delicado, la inmensa responsabilidad de aportar esperanza y un futuro mejor a los vascos.
Por eso ayer votaron PNV. Por eso ayer Urkullu fue el candidato más respaldado del país. De largo. El más votado en Bizkaia, el más votado en Araba -el PNV fue la cuarta fuerza en las generales del pasado año-, casi el más votado en Gipuzkoa -482 votos menos que EH Bildu, a expensas del voto foráneo-, el más votado en Bilbao, el más votado en Gasteiz -feudo del PP-, el más votado en Donostia -plaza de EH Bildu-, el más votado en Barakaldo -bastión socialista hasta ayer-, el más votado en Gernika -dejando atrás a EH Bildu-, el más votado en Bermeo -municipio donde también gobierna EH Bildu-, el más votado en Eibar -plaza socialista-, el más votado en Zarautz, Tolosa y Beasain -con alcaldes de EH Bildu-, el más votado en...
Respecto a las generales de noviembre, la formación nacionalista gana 64.000 votos, EH Bildu pierde 9.000, el PSE se deja 44.000 y el PP, el doble, cerca de 90.000. Las elecciones de ayer, además del éxito incontestable del PNV, dejan otras sentencias igual de tajantes. O más. Una, que Euskadi es abertzale. Profundamente abertzale. 660.554 votos a partidos abertzales y 363.338 a constitucionalistas. Y dos, que la sociedad vasca, incluidos sus propios votantes, ha castigado de forma severa a socialistas y populares. El pacto que firmaron para desalojar al PNV del poder y su gestión del Gobierno vasco concluyen su trayectoria con un rechazo evidente.
Los resultados de anoche también ponen en muy en cuestión los liderazgos de Patxi López y Antonio Basagoiti al frente de PSE y PP. Los números no les permitirán reeditar su alianza. Tampoco permitirán que PSE y EH Bildu se alíen contra el PNV;en cambio, el PNV suma mayoría absoluta tanto con socialistas como con la formación de Laura Mintegi. Urkullu subrayó ayer su compromiso de acuerdo, de pacto. Lo hará desde su nuevo techo: ¡¡¡27 escaños!!! Un éxito histórico para una responsabilidad histórica.