cesar ortuzar
EN otoño de 2002, por el mar de la Costa da Morte, saltando las olas, imparable, indomable, galopaba el caballo negro del chapapote que había escapado de la tripa del Prestige. Su relinche destructivo solo fue domado por las manos de mujeres y hombres, que se hundieron en su alma oscura, viscosa, para domesticarlo, sin pensar en sus consecuencias. Sin echar cuentas, sin otear el horizonte de la salud. "La gente fue muy valiente, metió las manos en el fueloil sin pensarlo. Solo con la idea de pararlo, de quitarlo del mar. Así es como se empezó a combatir el chapapote. No había medios, solo ganas de acabar con ello. A nadie se le ocurrió llevar protección. Ni guantes ni mascarillas. Lo primero era lo primero", subraya un veterano ecologista gallego sobre la reacción inicial, la más visceral de los cientos de personas que le aguantaron la mirada a la marea negra. "Nadie se arrugó".
"Los hilillos de plastilina", que decía entonces Mariano Rajoy, eran cascada, un océano de negrura y catástrofe que se coloraron hasta el tuétano de las personas que tuvieron una prolongada exposición a los componentes del hidrocarburo, puro veneno. Así lo constatan varios estudios científicos realizados hasta la fecha, que han determinado alteraciones en el ADN, el material genético del ser humano, por causa de la inhalación del chapapote entre las personas, sobre todo entre la gente del mar, el primero de los diques de contención, que más tiempo estuvieron en contacto con el fueloil.
cambios genéticos "La Agencia Internacional sobre la Investigación del Cáncer clasifica los fueles pesados como compuestos de potencial cancerígeno B, por lo que se dispone de evidencia contrastada sobre su potencial nocivo para la salud. El del Prestige contenía al menos 16 de los compuestos prioritarios incluidos en la lista de la EPA (USA) y algunos de ellos pueden inducir cambios genéticos, hematológicos, inmunológicos y reproductivos sobre los seres vivos", expone Francisco Lueiro, médico y presidente de la asociación ecologista Arco Irís de A Coruña.
La asociación ecologista está recogiendo todos los datos posibles sobre los efectos causados por el chapapote en la salud de las personas para presentarlas en el juicio de mayor impacto en la historia de Galicia. "Es importante tener todos los datos posibles, la mayor información de la que se disponga. De momento, no se puede saber cómo se desarrollarán estas cuestiones, si los síntomas persistirán o desaparecerán con el tiempo, pero se deben vigilar y estudiar en el futuro", sostiene el galeno, que no descarta que el fueloil haya afectado al pescado y marisco de las zonas conquistadas por el chapapote diez años antes y por tanto a la cadena alimentaria. Destaca en su discurso Loueiro, que debido a la inhalación de esas partículas, los compuestos orgánicos volátiles (COV) presentes en el fueloil, "un combustible malo", se pueden producir roturas a nivel cromosómicas en las personas, sobre todo entre "quienes más tiempo estuvieron en contacto con el fuel durante las primeras horas, cuando menos precauciones se tomaron". A pesar de ello, la alteración en el ADN de algunas personas no significa que vayan a desarrollar un cáncer en el futuro por lo que se debe de imponer la cautela.
No obstante, las conclusiones de una investigación realizada por la Universidade da Coruña y publicada en la revista Environment Internacional confirmaron que la exposición al fueloil no resultó irrelevante y que produjo alteraciones biológicas. Blanca Laffon, una de las investigadores del equipo, viajó a Muxía, la denominada Zona Cero de la catástrofe del Prestige, para tomar mensualmente muestras sanguíneas con el que escrudiñar sobre los efectos del hidrocarburo en la salud. "Recuerdo perfectamente que Blanca estuvo viniendo durante muchos años para sacar sangre a las personas del pueblo, sobre todo pescadores, que estuvieron en contacto durante mucho tiempo con el fueloil con el objetivo de realizar un estudio sobre los daños que pudo producir en la salud", recuerda Nacho Castro, patrón mayor de la cofradía de Muxía, el pueblo símbolo de la marea negra. El icono del chapapote.
experimento con ratones La última de las investigaciones realizadas sobre los efectos nocivos del fueloil vio ayer la luz a escasos días del comienzo del juicio por el Prestige, en la que la salud asoma como una cuestión menor y todo parece centrarse en el reparto del dinero destinado para indemnizaciones de diverso tipo. Según el estudio realizado por el equipo de la Unidad de Toxicología de la Universidade da Coruña, que experimentó con roedores, los resultados obtenidos podrían ser extrapolables al pelotón de personas que tomaron parte en el batallón de limpieza durante el azote inicial del siniestro y negro oleaje. El estudio realizado en ratas expuestas a la inhalación de un hidrocarburo, similar en propiedades al del fueloil vertido por el Prestige, advierte de la existencia de una relación directa entre la exposición por inhalación a los compuestos emanados por el fuel y el daño en el material genético. Para analizar las posibles alteraciones en el ADN y en sus procesos de reparación, los investigadores extrajeron muestras de sangre a cada animal y las sometieron a test citogenéticos.
Unos meses antes de esta aportación, en junio de este año, se conocieron los resultados de una investigación publicada en la revista Occupational and Environmental Medicine. En la misma se recogía que cinco años después de la catástrofe del Prestige, todavía persistían daños y secuelas entre las personas (se estudió a 466 pescadores) que tuvieron contacto directo con el chapapote, repleto de toxicidad. Solo el paso del tiempo determinará hasta qué punto alcanzó la huella del fueloil entre aquel rompeolas humano que se lanzó contra aquel gigantesco enemigo, un leviatán negro y poderoso de las profundidades. Por el momento, de aquel combate, se sabe que el chapapote fue capaz de esquivar la barrera valentía, abrir la puerta del organismo y alterar el ADN.