LISBOA. Diversas fuentes laborales, de las entidades afectadas y los medios de comunicación aseguraron que en la salud, la educación y los servicios municipales, el paro, organizado por las dos grandes centrales sindicales lusas lo sigue una gran mayoría de los trabajadores.
Pero las televisiones portuguesas también mostraron los atascos habituales de tráfico en las autopistas de entrada a Lisboa y Oporto mientras la actividad comercial se iniciaba con normalidad en las zonas céntricas de ambas ciudades.
Desde el Gobierno conservador luso y las entidades empresariales no se ha dado aún información sobre el alcance de esta huelga general, la tercera que se organiza en Portugal desde 1988.
La anterior se celebró hace justo un año contra la política de austeridad del Ejecutivo, entonces de signo socialista, y los sindicatos, que la consideraron un éxito, y el Gobierno, que calculó su influencia en un 20 por ciento de los funcionarios públicos, no se pusieron de acuerdo sobre su incidencia.
Desde entonces, la delicada situación económica de Portugal, que llevó al país a recurrir al rescate financiero de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, el pasado mes de abril, ha llevado a aplicar varios planes de austeridad aún más estrictos.
Congelación y rebajas en pensiones y salarios de los trabajadores públicos, cortes en la inversión estatal y un incremento generalizado de los impuestos son algunas de las medidas de ajuste presupuestario más criticadas por los sindicatos que piden menos sacrificios para los trabajadores.
Las dos grandes centrales lusas, la Confederación General de Trabajadores de Portugal (CGTP, comunista) y la Unión General de Trabajadores (UGT, socialista), que juntan más de un millón de afiliados en un país de 10,5 millones de habitantes quieren forzar al Ejecutivo conservador a dar un giro en su política económica.
Pero el primer ministro Pedro Passos Coelho, ganador de las elecciones anticipadas de junio, reiteró ayer, antes del inicio de la protesta, que el único camino que tiene el país para salir de la crisis es el control del gasto y la reducción de su fuerte endeudamiento.
La huelga de hoy supone la primera prueba de fuerza sindical contra el Gobierno, que confía en que tenga una incidencia limitada por la tradición portuguesa de baja conflictividad social.
Los efectos del paro parecen ajustarse por ahora a los pronósticos de los analistas de los medios de comunicación, que esperaban una fuerte repercusión en el transporte, las administraciones y los servicios públicos y menor incidencia en las empresas privadas.
Según los sindicatos ferroviarios la adhesión a la huelga de los revisores, vendedores de billetes, y maquinistas es masiva, mientras las principales estaciones del metro de Lisboa y las terminales fluviales del Tajo, que unen Lisboa con la populosa margen sur del río, estaban cerradas por la mañana de hoy.
Tampoco se veían los habituales autobuses y tranvías por las calles de la capital, aunque el tráfico de vehículos particulares era tan intenso como siempre.
El Sindicato de los Trabajadores de la Administración Local (STAL) informó de que durante la madrugada el paro de los servicios de recogida de basura fue total en una treintena de los principales municipios lusos.
En una de esas localidades, Oeiras, 15 kilómetros al oeste de Lisboa, la Policía tuvo que intervenir, según fuentes oficiales, para que cinco camiones de recogida de basura pudieran sortear un piquete y efectuar el servicio.
También hubo actuaciones de las autoridades para disolver concentraciones de trabajadores que habían cortado la circulación de trenes en Sintra, al norte de la capital.
El transporte aéreo se ha visto también muy afectado por la huelga según las primeras informaciones suministradas por la aerolínea TAP, la principal de Portugal, que canceló 121 de sus 140 vuelos programados.
La operadora de aeropuertos ANA recomienda a los usuarios en su página de internet que se informen sobre las conexiones aéreas antes de acudir a las terminales, que en los casos de Lisboa y Oporto no registraban muy poca actividad.
En los servicios de salud el sindicato de enfermeros cifró en un 65 por ciento el seguimiento de la huelga durante los turnos de madrugada.