vitoria. Osakidetza, como si de un volcán se tratase, vuelve a entrar en erupción. Tanto en sus esferas más altas, donde se dilucida el futuro de los 30.000 trabajadores del ente público a través de la negociación, como a pie de hospital y centro de salud, las estructuras en las que los duros recortes aplicados por el Departamento Vasco de Sanidad tienen reflejo. La amenaza de los sindicatos de enfermería (Satse), médicos (SME) y CCOO de que no volverán más a la mesa sectorial sanitaria si no se produce un cambio de talante "radical" en la dirección, ha supuesto el último episodio de la escalada de tensión que vive la mayor empresa de Euskadi. La ruptura entre Osakidetza y los representantes de los trabajadores parece más evidente cada día que pasa: A comienzos de junio, la mayoría sindical en el sector (ELA y LAB) ya tomó la iniciativa levantándose de la mesa ante el "puro teatro" en que se habían convertido sus reuniones y ahora, tras el último movimiento de los sindicatos profesionales, cobra más fuerza la posibilidad de que la negociación del nuevo convenio -caducado en enero de 2010- encalle definitivamente. El detonante ha sido la firma del acuerdo de condiciones de trabajo para los trabajadores de los PAC de Bizkaia, únicamente por UGT, que tiene representación en la sectorial sólo por tratarse del sindicato con más peso en el Estado. El cierre en falso de este largo conflicto laboral no ha hecho sino arrojar más gasolina a un fuego muy caldeado durante los últimos tiempos.

A los responsables de Osakidetza les espera un camino tortuoso para lograr que las aguas regresen a su cauce. Bien es cierto que la situación de crisis no ayuda precisamente a dirigir una Administración, pero el malestar en los centros corre el riesgo de convertirse en un problema crónico para una plantilla como la del Servicio Vasco de Salud, cada vez más envejecida, con un alto índice de eventualidad y que soporta una presión asistencial creciente fruto del progresivo envejecimiento de la población.

Aunque la mayoría de profesionales consultados por este periódico coinciden en que el deterioro de la Sanidad tiene su origen en la recta final de la anterior legislatura, cuando el jeltzale Gabriel Inclán ejercía como su máximo responsable, también es común el sentir de que el Plan de Mejora y Contención del Gasto ideado por su sucesor en el cargo, Rafael Bengoa, ha dado una estocada casi definitiva a la calidad asistencial. Principalmente en el ámbito hospitalario, aunque la atención primaria tampoco se queda atrás. Presentado en sociedad hace poco más de un año, este documento nacía como fórmula "ineludible" para garantizar la sostenibilidad de Osakidetza durante los próximos años, a través de la aplicación de 73 medidas. El tijeretazo, aplicado en los ámbitos asistencial, de recursos humanos y de la gestión económica, se extenderá más allá de la presente legislatura.

Algunos profesionales veteranos como Txemi García, técnico de electromedicina, observan no obstante que el de Osakidetza es un problema de tipo "estructural", que no sólo debe asociarse a estos últimos movimientos. "La Sanidad pública es cara y hay que pagarla, pero eso pasa por optimizar bien los recursos humanos y técnicos", puntualiza García. De un tiempo a esta parte, los recortes de personal han provocado en Txagorritxu, donde actualmente ejerce su labor, una situación de "estrés total" para muchos de sus trabajadores.

Al cubrirse menos bajas, las cargas de trabajo aumentan y la calidad asistencial pierde enteros. "A no ser que la presión asistencial sea bestial, aquí no se mueve nadie", advierte. En su día a día, Txemi repara y mantiene los equipos electromédicos, una maratón de la que depende el correcto funcionamiento del engranaje médico. "Aunque sabes que tienes una rutina, estás siempre de un sitio para otro como un loco. Hay mucha tensión, y eso hace que tengas que llevarte muchas veces trabajo a casa aún a riesgo de tu salud", describe García. Sindicatos y trabajadores han puesto el dedo en la llaga del absentismo laboral en numerosas ocasiones asociándolo a las brutales cargas de trabajo que deben soportar. Mientras tanto, el Plan de Contención del Gasto anima en uno de sus epígrafes más polémicos a "reducir las sustituciones por motivo de incapacidad temporal". Elena Gerenabarrena, representante del sindicato ELA, censura que "trabajar en malas condiciones es lo que provoca ese absentismo, porque no hay que olvidar la edad media de los trabajadores, que no son vagos precisamente".

Jaione, nombre ficticio para una auxiliar de enfermería por su carácter eventual, suma ya diez años enlazando contratos temporales en Osakidetza y pone voz a uno de los colectivos más castigados dentro del sistema sanitario. Su relación contractual es la de retén general, lo que se traduce en jornadas maratonianas saltando de uno a otro servicio: "En una mañana puedo moverme del quirófano a la UCI, de ahí otra vez al quirófano, a una planta, luego a otra y de ahí de nuevo a la UCI", describe Jaione. Esta situación le lleva a no sentirse partícipe de ningún equipo y, por ende, "no conocer a los pacientes ni la mecánica de cada servicio". Según desvela esta profesional, "las condiciones han empeorado muchísimo de cinco años para aquí", comparando a Osakidetza como un automóvil que circula "cuesta abajo y sin frenos". Al margen de que se formalizan contratos eventuales "cada vez más cortos", los recortes aplicados por Bengoa se han dejado también notar en la calidad de los productos sanitarios contratados por Osakidetza: "Los guantes se rompen antes, los equipos quirúrgicos son desechables y de calidad muchísimo peor, y también hay problemas con el suministro, materiales que no llegan", advierte Jaione.

Ander, celador con dos años de experiencia en Osakidetza -la mayoría en Santiago-, también pertenece al amplísimo grupo de trabajadores eventuales que más padecen la precariedad laboral. Su nombre, también ficticio. Pese a que no acumula tanta experiencia como muchos de sus compañeros, del tiempo de trabajo que acumula en Osakidetza resume que la calidad asistencial "va de mal en peor" y que los recortes se dan "en todas las áreas". Actualmente, con dos personas de vacaciones en su servicio y otras tantas de baja, únicamente se han cubierto dos de las cuatro vacantes. La "falta de participación" de los trabajadores en la toma de decisiones, sometidos a un sistema "completamente vertical", y la "desinformación" a la que están sometidos -el último ejemplo, con los ceses en cascada de directores en los hospitales- incrementan un poco más el malestar de la plantilla a juicio de Ander. "Se ve a la gente quemada en todos los estamentos y eso repercute en el paciente", advierte el profesional, quien también critica a los rectores de Osakidetza por haber "descuidado" el euskera en la red pública. La denegación de licencias para asuntos propios "porque no hay gente", algo similar a lo que sucede con los cursos, congresos o conferencias -formación- es otro de los asuntos de fricción a los que alude Raúl Castillo, delegado de LAB en Txagorritxu.

La veterana enfermera Arantxa Armentia, que actualmente trabaja en el Banco de Sangre de Santiago, resume la desazón que azota a muchos de sus compañeros. "La cota que falta por la falta de medios la ponen los trabajadores y esto no es sostenible en el tiempo. De ahí viene la quemazón de la gente. Esto sigue funcionando porque la gente tiene la suficiente responsabilidad y está ahí al pie del cañón", advierte. El capital humano de Osakidetza, y ahí sí coinciden políticos y trabajadores, sigue salvando los muebles.