Vitoria. El calor de las aguas del río Ebro ha contribuido a caldear aún más si cabe el sempiterno enfrentamiento entre los ecologistas de Greenpeace y la empresa explotadora de la central nuclear de Santa María de Garoña, Nuclenor. Con la normativa rubricada en 2007 en la mano, el colectivo verde acusa a la entidad coparticipada por Endesa e Iberdrola de mentir en los datos que facilita sobre la influencia de Garoña en la temperatura del cauce más importante de la península. Asegura que, lejos de las tranquilizadoras cifras que remite a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el agua empleada para refrigerar la planta nuclear eleva su temperatura muy por encima de lo permitido, provocando en consecuencia afecciones tan serias como negativas en el entorno animal y vegetal del río.
Nuclenor contraataca y asevera que su actividad no sólo se somete a estrictos controles, sino que "va incluso más allá de los requisitos" en su afán por avalar la transparencia y el buen funcionamiento de Garoña. Garantiza que la temperatura del Ebro se encuentra dentro de los márgenes permitidos y sostiene que únicamente dos días durante todo 2010 se sobrepasaron de forma muy ligera los límites, por lo que niega la teoría de las afecciones catastrofistas sobre el entorno natural.
Tanto unos como otros aportan datos y mediciones recabadas por empresas especializadas de contrastado renombre por lo que, una vez más, el debate se traslada a la opinión pública. Greenpeace reclama la adopción de medidas encaminadas a salvaguardar el río, tales como elevar una torre de refrigeración similar a la ejecutada en la central tarraconense de Ascó, y Nuclenor se muestra dispuesta a aceptarlas, "siempre que la CHE lo considere oportuno y nos las reclame". Entre tanto, consultado por este diario, el Consejo de Seguridad Nuclear, CSN, asegura que esta cuestión le es ajena y que su competencia se circunscribe exclusivamente a situaciones de emergencia.
En febrero de 2010, Nuclenor remitió a la Confederación Hidrográfica del Ebro los datos mensuales sobre la temperatura del Ebro antes y después de que el río alcance la central. Como de costumbre, la consultora URS fue la encargada de recopilar la información. Los resultados, que oscilaban entre los 6,99 y los 7,30 grados, eran absolutamente inofensivos. Tanto, que el agua salía más fría tras pasar por las entrañas de Garoña que antes de llegar a su interior. Conviene señalar que el líquido captado para enfriar, 25.000 litros por segundo, nunca llega a entrar en contacto con el entramado radioactivo, por lo que sólo aumenta de temperatura al refrigerar el circuito interno. Lo malo es que un calor excesivo alteraría el entorno del Ebro y podría provocar una catástrofe ecológica.
Aquellas mediciones despertaron las suspicacias de Greenpeace, que decidió realizar su propio muestreo. Recurrió a la firma Anbiotek y, en febrero de 2011, constató que la temperatura del Ebro pasaba de los 6,5 grados 10 kilómetros antes de entrar en contacto con la central, a los 21 al llegar a Sobrón. "Este notable incremento de la temperatura supera con creces los tres grados de diferencia permitidos por la autorización de vertido", explicó ayer el responsable de la campaña nuclear de Greenpeace, Carlos Bravo.
Un segundo informe realizado en el mes de mayo durante una de las paradas técnicas de la central -para reabastecerse de combustible y acometer labores de mantenimiento-, vino a confirmar que la temperatura de las aguas oscilaba en función de la acción solar y la reducción de la velocidad una vez que llegan al embalse de Sobrón. Alertada, Greenpeace se puso en contacto con la CHE para consultar este extremo y la respuesta que obtuvieron fue que las mediciones que ofrece Nuclenor no se contrastan, por lo que el colectivo habló ayer de "connivencia" de la Confederación. Ante este panorama, piden que se revoque la autorización de vertido de Garoña, ya que de lo contrario emprenderán acciones legales.
Por su parte, Nuclenor respondió que la actividad de Garoña está sujeta al cumplimiento de la legislación en todos sus extremos, "también en lo referente a la refrigeración". "Así lo ratifican las inspecciones y auditorías a las que periódicamente se somete la planta y los informes que se realizan para la CHE", señaló. El informe de URS realizado para Nuclenor concluye que "a lo largo de 2010 se cumple con el condicionado referente a las aguas de refrigeración de la autorización de vertido de las aguas residuales de la central, excepto en dos circunstancias excepcionales, en la que se habría producido una situación semejante incluso sin la presencia de la central".
La empresa garantiza que el impacto térmico provocado se ve muy reducido por el elevado volumen de agua presente en los doce kilómetros del embalse de Sobrón, que contribuyen a du dispersión. "Los nuevos datos conocidos resultan obvios y no aportan ninguna novedad a lo ya desmentido por Nuclenor en abril", subrayaron los portavoces de la firma explotadora de la central.
14,5
l Grados. Greenpeace asegura que el funcionamiento de Garoña eleva en 14,5 grados el caudal del Ebro.