madrid. El fotógrafo español Manu Brabo, detenido durante un mes y medio en Libia por la Policía de Muamar el Gadafi, aseguró ayer que no se arrepiente haber viajado al país norteafricano y dijo que cuando le arrestaron "estaba viviendo el sueño de mi vida y haciendo mi trabajo todo lo bien que he sabido".
Brabo llegó a Barajas desde Túnez, acompañado del embajador de España en ese país, Antonio Cosano, y, aunque dijo que no sabe si volverá a Libia, "porque si me pillan una segunda vez no sé si me voy a salvar", reconoció que le da envidia ver el trabajo que están realizando sus compañeros en Misrata.
Ante más de un centenar de periodistas, el fotoperiodista asturiano ha relatado su cautiverio junto a su madre, Victoria Bravo, y a su padre, Manuel Varela, que con voz entrecortada y lágrimas en los ojos agradecía la labor de Exteriores por "haber mantenido la esperanza viva estos días". También agradecían el "apoyo y respeto" de la prensa y de los amigos, y Manu Brabo ha confesado, también sin poder contener la emoción, "estar flipado" al ver en Internet la campaña puesta en marcha para su liberación. Dijo que nunca perdió la esperanza "porque si no acabarías siendo un andrajo en una celda" y reconoció que cuando se viaja a países en conflicto se sabe que hay peligro, pero "siempre se piensa que le va a tocar a otros".
Brabo fue detenido el 4 de abril entre Brega y Ajdabiya, en la zona oriental de Libia cuando cubría el frente de combate. "La cagamos un día pisándolo igual un poco más de lo que lo teníamos que pisar", recordó el fotógrafo, que relataba que estaba en primera línea cuando hubo un ataque del ejército de Gadafi y los rebeldes huyeron y "nos dejaron allí".
"Nos acercamos a la carretera y comenzaron a disparar sobre nosotros. Nos pillaron y, como en una película, se bajan del coche, te fríen a culatazos, te suben a una furgoneta pick-up, te llevan a una casa, de allí a otro sitio y te someten a un primer interrogatorio con los ojos vendados". Así comenzó, según Brabo, un periplo en celdas de aislamiento, en prisiones con otros reclusos, a los que también agradeció su comportamiento "porque han sido la leche" y en villas, mientras se sucedían juicios en los que se repetían las mismas preguntas, las mismas acusaciones y nunca había veredicto".
Finalmente, fue el martes cuando a Brabo y otros tres periodistas -los reporteros estadounidenses James Foley y Clare Morgana Gilles y el británico Nigel Chandler- les juzgó un tribunal administrativo de Trípoli que les condenó a un año de prisión sin cumplimiento y a una multa de 200 dinares libios (154 dólares). "Tras ese juicio, en el que el fiscal que nos había interrogado en otras ocasiones se puso en cinco minutos la toga e hizo de juez", según Manu Brabo, "se nos declaró inocentes".