aL PSE ya no le interesa la defensa de Urchueguía. Se comprobó en la Comisión parlamentaria del pasado martes, en la que la portavoz socialista tenía un único objetivo: sacar a López del laberinto de mentiras en el que se metió el 4 de marzo con aquella intervención esperpéntica cuando la oposición le preguntó por la delegada de su Gobierno en Chile y Perú. Desde entonces, la más ventajosa de las interpretaciones es que tenemos un lehendakari incauto que se ha dejado engañar. La menos favorable es la que le une a la mentira deliberada. Una más. Es probable que en fechas no lejanas conozcamos la verdadera razón de este torpe ejercicio político que a estas alturas solo tiene una salida medio digna: la dimisión voluntaria o el cese forzado de quien ha reconocido que cometió una imprudencia y un error (¡vaya eufemismos!) al comprar una finca a una ONG a la que ella enviaba el dinero y, además, mentir reiteradamente. Eso en política tiene un precio.
El respingo que dieron los cuatro parlamentarios socialistas cuando en la Comisión se citó a la ONG Allende fue evidente. Todos nos miramos mientras ellos recolocaban sus posaderas. Solo ellos conocen (y nosotros vamos descubriendo) qué manejos se ha traído esta organización paralela al PSE con el dinero que ha ido recaudando con destino a Somoto. Urchueguía dijo, y mintió otra vez, que no tenía "nada que ver" con Allende. Es cierto que no figura en sus órganos directivos. Tan cierto como que en una campaña electoral en 2006 uso su cobertura para hacer de todo menos de observadora internacional, que fue la coartada con la que trató de justificar una de sus frecuentes y largas ausencias del Ayuntamiento del que era alcaldesa a tiempo parcial. Aunque cobrara como si tuviera dedicación única al Consistorio.
Aún es pronto para saber qué dimensión tienen los tentáculos de esta peculiar ONG semiclandestina que tan pronto es beneficiada en Irún como en Leganés. Pero eso sí, con un elemento en común. Los que apoquinan son ayuntamientos gobernados por el PSE aquí y por el PSOE allá.
No será una tarea sencilla, como no lo fue dar con las propiedades que celosamente ocultaba Urchueguía, pero el asunto promete porque el nerviosismo de López y sus defensas centrales les delata. Tanto tiempo en Somoto, le ha debido de servir a la delegada de López para interiorizar un dicho muy latinoamericano: "¡Qué le importa una raya más al tigre!". Y así, ha sumado una finca más a las que primero negó tener. Una más y van seis. Como no respondió en la Comisión a la reiterada pregunta de por qué mintió cuando dijo que no tenía lo que sí tenía, resulta imposible calibrar si ahora dice la verdad o seguirá añadiendo rayas al tigre.
Hay que reconocer que Urchueguía, y su jefe López, se han movilizado para tratar de echar tierra sobre el escándalo. Lo hicieron cuando reunieron el 3 de marzo a los periodistas amigos en una cita que quiso ser secreta para transmitirles la consigna: silencio.
Siguieron con el resto de partidos, excepto el mayoritario en la Cámara, a los que trató sin éxito de convencer para que el asunto no se tratara en el Parlamento. Sus argumentos debieron ser débiles porque ni siquiera el PP, que está a verlas venir, ha querido atarse con López en este pestilente caso.
Finalmente, encontraron un conejo en la Fiscalía guipuzcoana y Urchueguía lo sacó de la chistera en lo que pretendía que fuera un golpe de efecto. Demos por bueno que la querella presentada por el concejal de Ezker Batua pudo ser precipitada. Pero para precipitado ese fiscal campeón a la hora de romper la media de tiempo de resolución en la Justicia. En ocho días, un visto y no visto, archiva la denuncia sin escuchar al denunciante y sin recabar más información de quien la estaba ampliando a diario en la prensa.
Tiene futuro este fiscal que, manda bemoles la cosa, para beneficiar a la denunciada quita ceros a su antojo de cifras escritas en letras. Lo dicho, no entiendo cómo está tan desaprovechado este servidor público. Debería estar ya en nómina del Constitucional para agilizar los importantes casos que quedan dilatados en el alto tribunal.
El conejo sirvió de paso para que Ajuria Enea volviera a enviar otra consigna a la prensa amiga de López: esta vez tocaba publicar. Tiene un ligero toque surrealista el funambulismo periodístico de EiTB, Vocento, El Mundo o El País porque informaron a sus lectores, oyentes y espectadores de una pírrica victoria en una batalla de una guerra que hasta entonces no existía. No me extraña que en los foros y teléfonos del oyente y similares, los consumidores de estos medios hayan hecho pública su protesta por el despiste al que han jugado.
Voy a pecar de ingenuo y suponer que en adelante todos estos medios van a seguir informando de la evolución del caso Urchueguía. Lo siento por ellos que llegan tarde y mal, pero aún hay tela que cortar.
Vi a Ana Urchueguía tocada. En realidad, el comentario entre los que asistimos a su comparecencia era que alguien se había pasado suministrándole calmantes. Su verbo, otrora rotundo, amenazador y hasta castrense que vimos en los vídeos de Youtube, se tornó lánguido, trémulo y descoordinado.
Hizo ademán de llorar, moduló emulando a Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó", nos contó milongas varias de su dura juventud y hasta de su condición de mujer, como si de una heroína contemporánea se tratase. Todo valía, menos contestar. Pero al final, todavía tuvo ramalazos de lo que fue. La que tuvo, retuvo y se permitió unas cuantas amenazas veladas a los periodistas, a las fuentes (aunque erró o mintió) y hasta a algún parlamentario que le incomodó con sus preguntas.
A estas alturas no sé cuál es la verdadera Ana Urchueguía. Si aquella iracunda doña Ana de Somoto maltratando a sus "cooperados" o esta Santa Ana de Lasarte que se vende para que sea canonizada en vida. Quizás pueda ocurrir que Urchueguía está en su verdadero ser cuando a todos los demás nos parece que está fuera de sí.
Sea doña o santa, Urchueguía está interpretando su episodio final en el culebrón. Como a las actrices cuando se les acaba el contrato, la exalcaldesa va camino de desaparecer de la escena pública. Se va sin contestar, sin aclarar y sin devolver. Dijo que le habían llamado "puta, asesina, concubina y borracha". Yo no lo he leído y no lo he escuchado, por lo que concluyo que este personaje fabrica sus papeles y, lo que es peor, no distingue la realidad de la ficción.
Pero como todos los culebrones con final abierto, hay segunda parte. Y ahí, el protagonista será "don Patxi", que no supo a tiempo cortar este vergonzoso episodio de la política vasca que dura más de una década. La nueva temporada del serial se presenta muy interesante.