DE entre el repertorio de despropósitos perpetrados por Patxi López en los casi dos años de lehendakari, con el nombramiento de Jon Juaristi como miembro del Consejo Asesor del Euskera se ha superado a sí mismo. No se sabe si por provocación, o por pura frivolidad, o por un alarde de supuesta modernidad, o por exigirle el PP su cuota en el reparto de prebendas, la presencia del poeta, novelista, ensayista y traductor (así se le define en Wikipedia), ha llenado de estupefacción a cuantos en este país tienen algo que ver en el fomento del euskera.
Se han prodigado estos días voces autorizadas manifestando su indignación por la presencia en ese Consejo de un personaje que ha declarado reiteradamente su menosprecio por el euskera y se ha jactado de no utilizar deliberadamente la lengua vasca. No vamos, por tanto, a insistir en el disparate del lehendakari López al introducir al zorro en el gallinero, pero para conocer otras facetas del personaje conviene evocar un memorable artículo publicado hace diez años en Grupo Noticias por el navarro José Ignacio Lakasta, catedrático de Filosofía del Derecho. El escrito, titulado Los pies de barro de Jon Juaristi, veía la luz en aquellos días en los que Mayor Oreja y Redondo Terreros desplegaban su ofensiva en el primer intento de asalto a Ajuria Enea. Echaron mano para ello de ilustres intelectuales que clamaban por todos los altavoces mediáticos contra la maldad intrínseca del nacionalismo vasco. Destacaban entre ellos, Fernando Savater y Jon Juaristi. Dejaremos por esta vez a un lado al filósofo donostiarra y nos centraremos en la descripción que hace el profesor Lakasta del ensayista bilbaino.
Sus viscerales arremetidas contra todo lo que en España se entiende por lo vasco fueron aval suficiente para que el Gobierno del PP le nombrase en el 2000 Director de la Biblioteca Nacional -española, por supuesto- para el año siguiente, 2001, pasar de chollo en chollo a dirigir el Instituto Cervantes. Detalla el profesor Lakasta la catarata de loas y parabienes que sobre el exmilitante de ETA llovieron desde los medios de comunicación españoles más prestigiosos: Es el mejor escritor entre los ensayistas españoles (El País, 15-05-2000), no en vano había ganado el Premio Nacional (español) de Ensayo en 1998, siempre con el PP mandando en Madrid.
Se solidariza el profesor Lakasta con el ensayista amenazado por ETA, pero no comparte "la espesa balumba de las adulaciones" que el periódico madrileño le prodiga como "temible polemista", ya que Juaristi no sostiene ninguna controversia con nadie ya que mantiene "un monólogo desde su régimen de monopolio de las ideas en los sitiales del publicismo fieles a su causa, siempre bajo el son de los aplausos de sus seguidores en unas revistas y periódicos donde los que el resto de los mortales tenemos prohibido asomar la cabeza". Los males de Juaristi, cita Lakasta al profesor de literatura en la universidad de Michigan Joseba Gabilondo, "no se arreglan ni en el diván", males que expresa en sus notas biográficas atormentadas con las que no es que quiera demoler la casa del padre sino la de la madre, atizando sin matices al nacionalismo vasco como corresponde al fiel retrato del converso. De su pasado en ETA, ni habla. Otros hablan por él, pasando como sobre ascuas sobre pecadillos pretéritos para glorificar "al más erudito de nuestros escritores" (Patxo Unzueta, en El País). Nada menos. Todo fue veneración para su Bucle melancólico, obra casi monográfica dedicada a denigrar con virulencia la defensa de los fueros vascos y su derivada nacionalista.
Dura, inclemente, pero ajustada, es la valoración que el profesor Lakasta hace de la calidad de historiador del flamante miembro del Consejo Asesor del Euskera: "Juaristi no tiene nada de republicano y es un mal historiador. Debería, pues, leer, o no callarse, lo que escriben a fines del siglo XIX los navarros Hermilio de Olóriz y Serafín Olave. No quiero ensañarme con los disparates que Juaristi dice d l Derecho foral en su bucle. Al fin y al cabo, no sabe absolutamente nada de derecho ni de filosofía jurídica (y tengo que agradecerle que sus reflexiones sobre Carl Schmitt en su Némesis me han hecho reír de veras por su manifiesto disloque). Juaristi ofrece al público todos los tópicos raciales -nacidos en Abando- que el españolismo más recio y necio desea ver publicados (Sabino Arana, franciscanos y sacramentinos, los cráneos, romerías de rosario y txakolí, los maketos, etcétera). Algo así como aquel grupo folklórico Los Tximberos (entonces escrito con Ch), que, bajo el franquismo, cantaban canciones en ese mal castellano que el nacionalismo español más bobo se imagina que hablamos los vascos: ené! qué risas hishimos al pasar por el Sendeja... Y otros disparates semejantes que Juaristi podría evitar: simplemente, si sacase su obsesa mente del botxito y se enterara de lo escrito durante dos siglos en Navarra, por ejemplo".
Es lo que hay.