EL balance de muertos por causas no naturales sitúa a Nanclares entre las cárceles del Estado con mayores índices de siniestralidad en 2010. El último fallecimiento, ocurrido el pasado 31 de diciembre, fue el de un joven de sólo 30 años que se encontraba gravemente enfermo; un caso que elevó a cuatro las personas que perdieron la vida en el penal alavés durante el último año.
¿Qué ocurre en la prisión?, ¿por qué concentra tantas muertes?, ¿en qué condiciones viven los presos y qué asistencia sanitaria reciben? La mayor parte de las personas consultadas por este periódico, todas ellas vinculadas de alguna forma al penal, coinciden en que las condiciones que se dan en Nanclares no difieren de forma significativa con las del resto de cárceles. Entonces, ¿por qué se arma tanto revuelo cada vez que sucede un hecho así?
La búsqueda de un modelo de futuro para la reinserción de los presos, el hacinamiento de los internos o los suicidios en ausencia de libertad son temas que generan especial sensibilidad en Álava, dentro de lo arrinconado que está en cualquier sociedad el debate sobre quienes se han apartado o han sido apartados de ella. "Si muere uno en la prisión de Topas a nadie le importa. La de Nanclares es la cárcel de la que se sabe todo lo que pasa", asegura el capellán del penal alavés, Txarly Martínez de Bujanda.
No cabe duda de la gran repercusión social que tienen los fallecimientos en Nanclares. Sin embargo, aunque éstos no fueran recogidos por los titulares de los medios de comunicación, la siniestralidad seguiría siendo alta. La cárcel tiene problemas, muchos son internos, pero también están los que le vienen de fuera. El de las prisiones no es una tema que mueva excesivas voluntades políticas, de ahí que al tratar iniciativas como la excarcelación de las reclusos enfermos, una medida que choca con muchos obstáculos en la calle, cualquier esfuerzo sea en vano.
drogas
Un problema "que nunca va a desaparecer"
La población reclusa del penal alavés asciende a 650 personas. De ellas, el 40% es toxicómana y otro 40% está detenida por delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes. Las drogas están muy presentes en Nanclares, al igual que en cualquier otra cárcel, por lo que es el primer factor a tener en cuenta a la hora de analizar qué sucede entre sus paredes.
Pepe Villegas tiene 67 años, pero ha pasado 25 entre barrotes. Nanclares fue uno de sus destinos, por lo que conoce muy bien qué se cuece de puertas para adentro. "En el patio sólo hay muertos buscando heroína, muertos buscando su muerte", asegura este ex preso, que ha cumplido hasta cuatro condenas por robo y tráfico. A Villegas no le tiembla el pulso a la hora de afirmar que el acceso a las drogas dentro de la prisión es más fácil que en la calle. "Además, estoy convencido de que nunca va a desaparecer. Lo poco de reivindicativo que pueda tener algún preso se lo elimina la droga", añade.
En la Comisión Antisida de Álava son muy conscientes de esta realidad. De hecho, en la década de los 80 y los 90 lucharon mucho por que Nanclares participara en un programa de reparto de jeringuillas para evitar el contagio de enfermedades, una medida que se logró implantar en el año 2001, después de las experiencias positivas llevadas a cabo en Basauri y Martutene. "Es un problema que está ahí y que no tiene solución. La única forma de acabar con la droga es cerrar la cárcel a cal y canto, que no entre ni salga nadie, y eso es imposible", explica Miguel Ángel Ruiz, presidente de la comisión.
atención sanitaria
Sida, hepatitis C y enfermedades mentales
El delicado estado de salud de los reclusos, unido principalmente al elevado consumo de drogas, es también un hecho en esta cárcel. Se calcula que en torno al 80% de la población presa tiene algún tipo de enfermedad. El sida está muy presente, y entre los infectados, el 90% tiene también hepatitis C. Además, cerca del 8% de los reos presenta problemas de salud mental, con lo que la sombra del suicidio amenaza siempre a la prisión. Ello hace que necesiten una atención sanitaria mayor que el resto de la población.
El servicio médico del penal alavés se compone de siete médicos, diez ATS, cuatro auxiliares de clínica y una farmacéutica, además de un psiquiatra del Hospital Santiago que realiza dos visitas semanales. Según recuerda el capellán, la de Nanclares es además una de las pocas cárceles que cuenta con guardia presencial, es decir, un médico y un ATS están disponibles las 24 horas del día, cuando en el resto de las prisiones el servicio finaliza a las tres de la tarde. "Si en Nanclares hay más muertes que en otras prisiones es porque el servicio médico es mejor", asegura Martínez de Bujanda, convencido de que la gente llega en peores condiciones de salud a esta cárcel que a otras.
Sin embargo, pese a la dotación sanitaria, denuncian que ésta sigue siendo insuficiente e incluso poco eficaz. Presos consultados aseguran que ante cualquier circunstancia se reparte Espidifen y antidepresivos sin control. "La asistencia es apática. Siempre están con el date prisa", asegura Villegas, una afirmación que secunda el propio capellán. "Hay mucha gente enferma para siete médicos, que no digo que sean pocos; otra cosa es que hagan lo que tengan que hacer", añaden desde la Pastoral Penitenciaria. La muerte de un recluso el pasado 31 de diciembre es sólo un ejemplo de que algo puede estar haciéndose mal. ¿Por qué llegó el joven agonizando a Txagorritxu?, ¿qué hacía una persona con una enfermedad terminal todavía dentro de la cárcel?
Salhaketa, el colectivo de apoyo a presos, denuncia que no existe una red de coordinación entre los servicios sanitarios de la prisión y los centros hospitalarios. Además, asegura que los protocolos establecidos en caso de enfermedad distan de ser los más adecuados. "Muchas veces son los propios presos los que prefieren quedarse en el módulo, porque acudir a la enfermería les condena al ostracismo, pierden la relación con sus compañeros, por no hablar de la Unidad de Custodia Especial de Txagorritxu, sometida a una profunda vigilancia por parte de la Ertzaintza", explica su portavoz, César Manzanos.
excarcelaciones
Nanclares denuncia la falta de interés de las familias
La desatención médica es una acusación que rechazan desde la cárcel. Fuentes de Instituciones Penitenciarias aseguran que durante el año pasado se realizaron 13.315 consultas a demanda de los internos dentro del centro y 4.517 programadas. Además, en más de un millar de ocasiones se vio la necesidad de acudir a donde un especialista fuera de la prisión, mientras que los ingresos hospitalarios ascendieron a 140.
Las muertes en el penal no les sorprenden demasiado; sí lo hace en cambio que tengan tanta repercusión en el exterior. "No es cierto que en Nanclares muera más gente que en otras prisiones, lo que ocurre es que en los demás sitios no se hace público. En Álava hay una sensibilidad especial", asegura un portavoz.
Uno de los principales problemas con los que dicen encontrarse es con el rechazo del entorno del preso a acogerle en su casa cuando tiene un problema de salud. El artículo 92 de la Ley Penitenciaria permite la excarcelación del reo en caso de enfermedad incurable siempre que exista arraigo familiar. Sin embargo, muchos se encuentran solos y sin apoyos cuando se les plantea esta posibilidad.
En estos casos, la acogida por parte de una ONG suele ser la única salida, pero no siempre resulta posible. "Aunque Álava es el territorio con más recursos de este tipo, no son suficientes. Los nuestros, por ejemplo, están siempre llenos", explica Miguel Ángel Ruiz. La Comisión Antisida de Álava posee cuatro pisos con un total de 40 plazas para presos. Además, hay otro destinado a mujeres.
masificación
El número de presos se ha duplicado en diez años
La masificación de este tipo de recursos externos es un claro ejemplo de lo que ocurre en el interior de las cárceles. España es el país de la Unión Europea con el mayor índice de encarcelamientos, es más, en los últimos diez años se ha duplicado el número de presos. El hacinamiento de los penales es un hecho del que Nanclares no escapa. La prisión alavesa está al 170% de su capacidad, y "el roce -como dice el capellán-, siempre trae problemas".
Las celdas de la prisión están ocupadas por un mínimo de dos personas. Vivir sin compañía, recogido en la Carta de Derechos de la Unión Europea, sólo se consigue en ocasiones excepcionales. "Tuve que hacer 38 días de huelga de hambre para que me dieran una celda para mí solo", recuerda Villegas. A la elevada concentración de presos que existe en este penal hay que añadirle su deterioro, un factor que sin duda dificulta la convivencia en el centro. "Sé de presos que por la noche tienen que meter la fregona por el agujero de las letrinas para que no les entren las ratas a la celda", explica Manzanos. Dicen, los que las conocen, que los calabozos están llenos de restos de sangre y vómitos imposibles de quitar. "Esos baños, esa porquería que se acumula en la ducha..., y nadie hace nada para que la situación mejore. Total, si las cárceles se quedan viejas, se hace otra nueva y punto", añade Villegas.
La macrocárcel de Zaballa se proyecta como relevo de esta vieja prisión. Las cifras del nuevo centro son de vértigo. Tendrá una superficie construida equivalente a 18 campos de fútbol, dispondrá de 1.300 plazas y 500 funcionarios velarán por la buena marcha de un complejo que ha costado 103 millones de euros. Y los recursos, ¿crecerán en la misma proporción? "Lo que conlleva un centro así es un trato más impersonal y una sensación de sordidez aún mayor", aseguran desde Salhaketa.
La masificación de los reclusos en las cárceles como la de Nanclares abre el debate sobre la necesidad de crear nuevos recursos penitenciarios externos que verdaderamente apuesten por la rehabilitación de los internos.
Para Txarli Martínez de Bujanda las cárceles se están convirtiendo poco a poco en geriátricos y psiquiátricos, en un espacio donde se reúne gente que no tiene a nadie. "Es un lugar donde se castiga la pobreza", asegura. Una idea que resume perfectamente Pepe Villegas en la siguiente frase: "la gente verdaderamente peligrosa no está en la cárcel".