La ruptura aún no consumada del acuerdo de gobierno que PNV y EA mantenían en la Diputación de Álava era un secreto a voces desde hace un año. Eusko Alkartasuna ensayó en la anterior negociación presupuestaria su salida del Gobierno foral, aprovechando el rebufo de Aralar, pero entonces prefirió postergar la decisión. No era el momento, aunque la incertidumbre voló sobre la Diputación. EA se sintió traicionada por el pacto de estabilidad institucional y presupuestaria que el PNV suscribió con el PSE a todos los niveles institucionales de la CAV.

Pero, para entonces, la apuesta de EA por la vía abierta en torno a lo que se ha denominado polo soberanista era ya un hecho, incompatible a todas luces con su permanencia en un gobierno de coalición con el PNV a meses vista de las elecciones municipales y forales. Hoy, como hace un año, la política fiscal se ha puesto sobre la mesa como casus belli para precipitar el cisma. Aunque esas discrepancias en política fiscal sean notorias y conocidas desde mucho antes, incluso cuando PNV y EA mantenían viva su coalición en Gobierno Vasco, diputaciones y ayuntamientos. Sonoro fue en su momento el episodio de enfrentamiento en torno al Impuesto de Sociedades en Gipuzkoa.

evolución estratégica

Nuevos tiempos, nuevos socios

EA ha trazado su propio camino a las urnas, primero rompiendo en 2009 su alianza con los jeltzales y segundo, configurando un espacio político junto a la izquierda abertzale histórica, abierto a posteriores incorporaciones de Aralar o Alternatiba, por ejemplo, que por ahora no ha adquirido una forma concreta y cuya aspiración inicial parece querer materializarse en forma de pacto postelectoral.

Ese supuesto requeriría una hipótesis previa, que la izquierda abertzale oficial lograra sacar adelante para mayo el trabajo confirmado por sus propios dirigentes dirigido a poder registrar unas nuevas siglas con unos estatutos que se ajustaran a la Ley de Partidos. Tesis que se relaciona intrínsecamente con lo que pueda hacer ETA en los próximos meses.

El escenario preferido de EA, según declaraba Pello Urizar a este periódico antes del verano, se configuraba en términos de alianza estratégica postelectoral, al estilo del modelo de acuerdo de trabajo compartido entre partidos que se configuró en Lizarra. Un plan A que tendrá, seguramente, su plan B, en el caso de que la izquierda abertzale histórica no logre presentar unas listas a las elecciones.

calendario

Un mes de órdago

En cualquier caso, EA y la izquierda abertzale llevan tiempo manteniendo contactos estrechos en las Juntas Generales alavesas, donde lo que fue ANV mantiene una representación. Sus trabajos se vieron sobresaltados con el anuncio a comienzos de mayo en Pamplona de la intención de EA de Navarra de ratificar con Aralar la alianza de NaBai para las autonómicas de 2011, rueda de prensa en la que estuvieron Patxi Zabaleta y Maiorga Ramírez y cuyo contenido no era conocido por algunos dirigentes territoriales alaveses de EA, por ejemplo.

Y el sobresalto venía motivado porque se interpretó aquella rueda de prensa como una chinita en el camino de la aproximación entre EA e izquierda abertzale, pero también como una evidencia del runrún interno dentro del partido de Urizar en Navarra de que el viraje hacia el denominado polo soberanista no era compartido por las bases en la Comunidad Foral.

La escenificación definitiva de la ruptura no llegará probablemente hasta diciembre, eso a pesar de que en las últimas semanas las declaraciones públicas de los diputados que Eusko Alkartasuna mantiene aún en el gabinete Agirre apuntaban su apuesta por acabar la legislatura en el Gobierno. Pero el órdago lanzado por EA en torno a sus demandas de política fiscal tiene una respuesta ya conocida incluso antes de que el propio diputado general expresara su rechazo el viernes. La antesala de este divorcio se vivirá el lunes, con el debate en el Pleno de Juntas Generales de una moción de EA, EB y Aralar "sobre la necesidad de introducir cambios en la política fiscal", pero el divorcio es un hecho y así lo asumen las partes.