La fisura desde la que comenzó el domingo a emanar lava cerca de la localidad islandesa de Grindavik ha dejado de emitir nuevos flujos durante la noche, si bien las autoridades han apelado a la cautela y han recordado que el riesgo sigue siendo alto por una emergencia que ya ha provocado la destrucción de al menos tres viviendas.

La segunda erupción en apenas un mes en la península de Reykjanes comenzó el domingo a primera hora y las imágenes captadas este lunes por la mañana muestran una aparente detención de las coladas de lava. La actividad en superficie parece ahora menor, mientras que los sismógrafos han registrado más de 700 terremotos de baja intensidad, informa la cadena pública RUV.

El Gobierno ha circunscrito los efectos de esta erupción a la ciudad de Grindavik, que ya había sido evacuada en noviembre ante la inminencia de una primera fisura. Las autoridades han aclarado que la actual emergencia no representa ningún peligro para la población ni ha repercutido en el transporte aéreo.

La anticipación llevó también a erigir barreras para proteger Grindavik, donde viven unas 4.000 personas, y que han demostrado ser "verdaderamente útiles", como ha explicado la geofísica Kristin Jonsdottir en declaraciones a Bloomberg. La primera ministra, Katrin Jakobsdottir, ha avanzado que seguirán levantando este tipo de protecciones, haciendo "todo lo posible" para que la lava no sepulte parte de la ciudad.

Jakobsdottir ha apuntado como prioridad la asistencia a los vecinos evacuados y ha abogado por reevaluar los daños en la zona tras la segunda erupción.