Todo el mundo empieza el año nuevo con ganas de, en principio, mejorar su vida. Para ello nunca escasean las compras y regalos de cachivaches de todo tipo, desde ropa de deporte hasta bicicletas elípticas, instrumentos demasiado caros para principiantes, juegos, cursos… Todo ello para empezar algo nuevo, diferente y, como siempre, que esta vez sí que va a funcionar. Siento ser pesimista pero, si alguno de ustedes pertenece a este grupo, es probable que acaben devolviendo esos cacharros o vendiéndolos en Wallapop a su debido tiempo. Por eso el otro día, ante la perspectiva de comprarme una guitarra de 700€ con el objetivo de hacer más música, decidí ahorrarme ese dinero. Lo que muchos de nosotros necesitamos no son nuevas fórmulas con las que cambiar nuestras vidas este año, sino usar las fórmulas que ya conocemos, pero nos resistimos a aplicar. Fórmulas que quizás no funcionaron en su momento, pero que igual ahora que han pasado el tiempo y nuestra perspectiva, sepamos cómo aprovechar. Este es un gran momento para fijarse en aquellos propósitos que nos marcamos hace mucho tiempo y que ahora, esta vez sí, están a nuestro alcance. Si los propósitos nuevos no los vamos a cumplir, ¿por qué no probar con alguno viejo?